Capítulo
42
—Una vez que visitaba a una tía me enfoqué en las pinturas que decoraban su residencia —decía la chica apoderándose del micrófono en su presentación—. Voy a desviarme un poco del tema pero es algo que quiero compartir, es increíble el poder que una pintura o su pintor puede transmitir y en ese momento supe que yo quería ser así, si los autores de cuentos o historias pueden lograrlo con sus escritos el pintor puede crear las mismas sensaciones y mejor, yo estaba pequeña pero el recuerdo de esas pinturas influyeron enormemente en mí y en mi formación, transmitieron tantas cosas a la vez que cada detalle de las pinturas se quedó grabado en mi memoria. De todas las que habían fueron esas dos las que más me impactaron y aún siendo adulta no logro saber qué era lo que el artista deseaba transmitir, a simple vista parecían pinturas barrocas, no tenían colores alegres al contrario, los colores oscuros las hacían frías pero aún así transmitían mucho sentimiento capaces de quitar el sueño, ¿Puede una pintura lograr todo eso? Por supuesto que sí y es por eso que amo mi labor, es la mejor manera de expresarse, puedes perder la mirada en cada detalle de una pintura que de repente ya no eres dueño de tu tiempo y el mismo parece haberse detenido, si observas con detenimiento los detalles de cada pintura puedes llevarte muchas sorpresas, es increíble el poder que una simple pincelada puede transmitir.
Ángelo la miraba con atención e hipnotizado, la chica evitaba que quien la escuchara respirara para poder captar hasta su propio aliento, él también había sucumbido ante su hechizo, jamás había escuchado a una mujer expresarse de esa manera con respecto al arte, al menos no a una mujer joven, hermosa e inteligente como ella, ni siquiera parpadeaba, la miraba fijamente memorizando cada gesto y cada palabra que salía de su boca, sencillamente comenzaba a enamorarse de todo lo que ella implicaba y en el fondo sentía satisfacción. La chica no era una persona común para él, era algo extraordinario que deseaba tener a su lado, las palabras y gestos de la oradora en turno lo habían seducido.
—Aún no tengo claro quién es el autor de dichas pinturas —continuó la chica—. Pero cuando las recuerdo me siguen impactando, se trata de las imágenes de unos niños, la primera muestra a dos niños, pobres, con ropas rotas, sucios y descalzos, uno seguramente de unos ocho años y el otro ya de doce, seguramente mendigos de la calle pero que a pesar de su condición disfrutaban algo que hacían, comerse un racimo de uvas con mucho gusto. Ambos estaban sentados en el suelo y mientras el menor esperaba que su compañero le compartiera parte del botín, el mayor se apresuró a levantar el racimo que tenía entre sus manos y abriendo la boca esperaba comerse la primera uva, esa sensación transmite muchas cosas y pueden surgir muchas preguntas, ¿Se habrán robado las uvas y estaban escondidos comiéndoselas antes de ser descubiertos? ¿Habrá sido un alma caritativa la que se las regaló siendo conmovido por la situación de los niños? Es obvio que ellos son huérfanos o al menos esa sensación me da a mí, ¿amigos o hermanos? No lo sé, lo único que tengo claro es que esa pintura conmovió el corazón de una niña que nunca había pasado carencias y prácticamente tenía todo, esa pintura me hizo darme cuenta del mundo real en el que vivimos y muestra la situación de la que muchos somos ajenos, ignorantes o indiferentes. Sé que pueden imaginar la pintura pero no me refiero a una conocida de Bartolomé Esteban Murillo que pintó en 1,645 la pueden asociar pero no es la misma, sin embargo tienen muchas similitudes y de lo que si estoy segura es que es barroca también. La segunda pintura muestra el rostro del dolor en la inocencia, eso es precisamente, el rostro de un niño como de unos cuatro o cinco años, con una tristeza que no puede ocultar, sus lágrimas caen sin parar y su boquita rosada hace un puchero que puede romper el corazón, aclaro que no me refiero a uno de cierta famosa colección que según una leyenda urbana dicen que están malditos, este cuadro que menciono no es de esos, de ser así yo no hablaría de él.
Los presentes se rieron un poco al escucharla, sabían a lo que la chica se refería por eso ella aclaró que el cuadro que describía no era de esos.
—Me sorprendió la técnica que el artista empleó para captar toda esa expresión —continuó—. ¿Quién es ese niño? ¿Por qué llorar de esa manera mostrando su dolor? Se puede notar la suavidad de su cabello liso y de su piel rosada, sus lágrimas son tan reales que una puede extender sus manos para intentar secarlas, esa pintura muestra tanta ternura que dan ganas de abrazar a esa criatura y consolarla, ¿Qué es lo que ve para que llore así? ¿Habrá presenciado la muerte de sus padres? ¿Llorará porque está solo? ¿Lo habrían raptado? ¿Estará en algún orfanato? La pintura muestra un niño aparentemente fino, poco nos muestra el artista de cómo el infante está vestido pero se puede notar que sus ropas de colores cafés, marrón y parte violeta son humildes también y seguramente hace frío porque una bufanda desgastada rodea su cuello y eso desconcierta al notarlo, además no es llanto porque le duele algo o está enfermo, ¿Pueden notar la tristeza en una pintura pero a la vez la calidez debido a los colores utilizados por el pintor? el niño sólo mira con dolor lo que tiene enfrente y sus lágrimas no cesan por sus mejillas, está conteniéndose para llorar y gritar amargamente, aún no sé cómo se llama o de quien es la pintura, la vi siendo una niña y esa expresión se quedó en lo más profundo de mi corazón, ¿Cómo puede una obra así alegrar la estancia de una casa? No lo sé, tal vez, obviamente no, es más puede deprimir y agudizar más el estado de ánimo, pero lo único que sé es que el arte de la pintura tiene el poder de transmitir los sentimientos más escondidos y creo que somos unos pocos los que podemos ser capaces de proyectar nuestro sentir para el mundo de esta manera y ser unos cuantos privilegiados los que pueden entender lo que el artista plasmó, de la misma manera en la que el escritor lo hace con sus letras, el pintor lo hace a través del pincel.
Todos lo que la escucharon aplaudieron y más de alguno tragó en seco visualizando la descripción hecha por ella de las pinturas, la chica había logrado transmitir su sentir con cada palabra, sin duda los artistas tienen un don que
personas comunes son incapaces de ver.
—De pintores, músicos y poetas todos tenemos un poco dice un dicho —dijo ella para concluir—. Y yo amo ser parte de esa locura.
Dicha presentación tuvo lugar en la galería Borghese, Ariadna se sentía más segura de sí misma después de
conocer un poco más al pintor y memorizando un poco las lecciones aprendidas la noche anterior con los artículos en la web volvió a mostrar la coquetería que la caracterizaba, si Ángelo quería una amiga eso sería para él pero también
emplearía todas sus armas para intentar seducirlo y atraerlo más a ella, quería probar si él podía resistirse.
“Cabello, postura, sonrisa, tacones, actitud…” —repasaba mentalmente lo anotado en su libreta, a la vez que disimulaba sutilmente mostrarse ajena a la presencia del pintor que era entrevistado por los reporteros al evento. Ariadna se dedicaba a guardar su portátil fingiendo ser ajena a la ardiente mirada que el hombre de reojo le dedicaba, intentaba concentrarse en la entrevista pero la chica lo distraía aunque quisiera evitarlo. Cuando terminó lo miró alejarse junto con su séquito de guardaespaldas y suspiró, sólo se habían visto pero no habían cruzado palabras, por alguna razón parecía que el hombre quería mantener distancia y Ariadna sintió que el encanto de perseguirla ya se le había acabado, frunció el ceño, esperaba algo más pero no se dio y se decepcionó, se preparaba para salir con su grupo para almorzar todos juntos y luego volver a la carga para el evento de la tarde en donde se presentarían en los museos del vaticano. La chica se había vestido con un conjunto de falda café oscura, blusa ceñida negra y chaqueta color café claro, se había dejado su cabello suelto y optado por unas sandalias altas negras a juego, al momento de hacer su presentación lo hizo de la manera en la que siempre lo hacía pero mostrándose con más entusiasmo al saber que el pintor la observaba, lo provocaba, estaba segura que había logrado un efecto en él pero al parecer había sido más fuerte y no se dejó seducir, Ariadna se sintió un tanto frustrada y no sabía qué había hecho mal, volvía a repasar en su mente lo anotado en su libreta y llegó al punto de no entender a los hombres, parecía que todo se había reducido a una simple comida y con eso el pintor se daba por satisfecho ya, se sintió algo insignificante para él y no era para menos, ella no era nada más que una simple asistente y él, un hombre muy importante que nunca andaba solo como un ciudadano común, sabía que las diferencias sociales creaban una barrera y debía entender cuál era el lugar que ella ocupaba, aunque le doliera en sus adentros.
“Fue interesante mientras duró” —pensó frunciendo el ceño y haciendo un puchero mientras esperaba salir con los demás—. “Seguramente él tiene cosas más importantes que hacer que perder su valioso tiempo conmigo”
La chica se arrepentía hasta de haber tenido un orgasmo con él la noche anterior.
Luego del almuerzo se dirigieron al vaticano, Ariadna sabía que no estaba “correctamente vestida” para el recinto pero le valía y más al notar a algunos miembros de la guardia suiza que la hicieron morderse los labios.
“Por Dios, que guapos están” —pensaba evitando abrir la boca y rogando porque no le sintieran el olor a azufre que ella posiblemente desprendía al estar como pecaminosa en suelo sagrado—. “Caramba pero sin son unos auténticos muñecos” —insistía sin dejar de admirarlos haciendo que sutilmente les tomara unas cuantas imágenes que compartiría con sus hermanas.
—Tutto en Italia è molto bene —pensó en voz alta.
—¿Perdón? —Frank que estaba a su lado cuando bajaron del autobús la escuchó.
—Nada —la chica reaccionó rápidamente, el hombre exhaló.
Se dirigieron al interior del lugar, fueron recibidos por su director y una pequeña comitiva.
Los museos vaticanos son un conjunto de galerías y estancias que muestra la extensa colección de la iglesia católica tanto en pinturas como en esculturas, se compone de varios edificios, temáticos, pontificios, galerías, monumentos y jardines, para la delegación americana la experiencia fue como estar en otro mundo, es tan grande el lugar que para poder conocerlo detalladamente al menos necesitaban todo el siguiente día.
Una pequeña área de la capilla Sixtina después de hacerles conocer algunas obras que la decoraban, estaba destinada para la presentación de la delegación.
Eran las cinco de la tarde cuando terminaron y Ariadna se sentía exhausta, sentía los pies molidos después de haber recorrido parte del recinto y sólo deseaba llegar al hotel, meterse a la ducha y luego a la cama. Cada vez estaba más cerca su despedida del viejo mundo y aunque se sentía feliz por regresar y ver a sus hermanas, en parte también tenía melancolía por volver de nuevo a su rutina y a todo lo que implicaba.
Saliendo al exterior de los museos y justo cuando debían abordar el autobús que los llevaría al hotel, Logan le apareció por sorpresa asustándola.
—¿Me acompaña por favor signorina Warren?
La chica lo miró asustada y Frank comenzaba a fastidiarse.
—Lo siento pero mi asistente y yo nos vamos al hotel, estamos cansados —dijo Frank seriamente.
—Con todo respeto señor, es la señorita la única que puede decidir —le dijo el guarda espalda de una manera cortés.
Frank abrió los ojos desconcertado.
—Miré señor… —le dijo Frank manteniendo la poca paciencia que tenía—. El hecho de que su jefe sea una persona importante y adinerada no le da el derecho de mandar y disponer sobre el tiempo o la disposición de los demás, así que dígale que…
—Frank ya basta —le dijo Ariadna delatando que aún estaba molesta con él—. El señor Di Gennaro es un amigo y como dices es muy importante, voy a verlo, luego regresaré al hotel.
Frank la miró con la boca abierta sin poder creerlo, lo estaba haciendo a un lado como hombre y pasando sobre su autoridad como jefe, exhaló y tensó la mandíbula, Ariadna no dijo nada más y acompañando a Logan se fue. Frank ya estaba harto de los desplantes de la chica y sintió que ya era hora de cobrárselas todas.
Esta vez, era una limosina Mercedes Benz la que esperaba por la chica para llevarla a la residencia del pintor en las afueras de la ciudad, en el fondo se sentía temerosa y no sabía hasta donde iba a resistir las atenciones y la importancia que el hombre le daba.
A medida que daban vueltas por la ciudad la chica se sentía más confundida y más, cuando de repente ya no estaban en la ciudad sino en las afueras, no tenía idea de hacia donde la llevaban. Después de un momento el auto se detuvo frente a un gran portón, el muro de piedra cubierto por hiedra la intimidó un poco, estaba por penetrar a una fortaleza medieval y temía descubrir lo que había en su interior, el auto avanzó de nuevo y después de unos minutos se detuvo frente a una enorme y lujosa residencia de piedra rodeada por magníficos jardines. Logan le abrió la puerta y la chica con reservas bajó, ni siquiera tenía el valor para observar la residencia, sabía que era impresionante y debía al menos disimular un poco su ignorancia.
—Por aquí signorina —le dijo Logan mostrándole el camino al interior.
La chica obedeció sin decir nada sólo asintiendo tontamente, se sentía embobada, hasta el aire que respiraba sentía diferente y debido al miedo comenzaba a sentir su cuerpo pesado, todavía no tenía claro la magnitud del terreno que pisaba y su miedo se debía a nunca poder estar a la altura del mismo.
Fue llevada a una habitación especial con una iluminación perfecta a pesar del atardecer.
—Puede ponerse cómoda —le dijo Logan al colocar sobre un sofá el bolso-estuche de la portátil de la chica—. El signore espera que los bocadillos servidos sean de su completo agrado.
—¿Dónde está él? —preguntó la chica curiosa.
—Enseguida se reunirá con usted.
—Perdón ¿Esta casa es de él? —insistió.
—Así es, es una de las tantas propiedades de la familia Di Gennaro.
—¿Y él vive solo? Me refiero a que si no hay más familiares ya que no veo a nadie más, ni siquiera servidumbre.
—Por ahora el signore está solo aquí. —El hombre le sirvió un poco de vino para atenderla.
La chica exhaló intentando controlar la ansiedad que la invadía, estando “solos” era momento propicio para muchas cosas.
Logan salió de la habitación y la chica se quitó la chaqueta para estar más cómoda, la puso encima del bolso de su portátil, bebió un poco acercándose a la mesa dispuesta y no pudo evitar saborearse; deliciosas galletas saladas con diferentes tipos de cremas, aceitunas, quesos, ensaladas de vegetales y frutas, Prosciutto con formas de rosas, pequeños triángulos de emparedados, vinagretas de oliva, ajo y perejil, frutos secos y deliciosas uvas hacían que la chica no parara de saborearse y sin dudarlo, decidió probar un poco.
—Hmmm… voy a comenzar a enamorarme de las delicias italianas —se dijo probando una galleta con queso crema.
Se saboreó de manera exquisita, cogió otra y la probó con la salsa pesto, no paraba de gemir y saborearse, todo le parecía delicioso y al menos a esos gustos podría acostumbrarse. Luego inspeccionó el lugar y escuchó la música que sonaba, el “verano” de Vivaldi le recordaba donde y con quien estaba, el gusto exquisito la hizo suspirar, notó las pinturas que decoraban el salón, eran renacentistas y algunas mostraban los paisajes de la Toscana, un maravilloso verde en sus viñedos y cipreses italianos que decoraban los senderos la hacían suspirar en éxtasis, eran tan reales que podían palparse y respirar ese aire puro de las colinas, la chica estaba fascinada con las pinturas, en una esquina habían lienzos de varios tamaños y estuches conteniendo pinturas y pinceles se acercó a ellos y pudo notar que en uno de los lienzos estaba un boceto de una figura femenina sentada de medio lado en una especie de trono con una pierna flexionada y la otra estirada resaltando la figura de la mujer, el contorno de las piernas, la forma de las caderas, cintura y pechos así como de la forma de los brazos extendidos a cada lado de la misma silla llamaron su atención, era sólo un boceto a carboncillo que apenas y comenzaba a tener forma pero aquello le intrigó a la chica y se preguntaba a quien su Adonis había dibujado. Decidió no enfocarse en eso un momento y mirando por un enorme ventanal de vidrio observaba el precioso jardín que daba a la habitación, se notaba un área privada a la que seguramente sólo el pintor tenía acceso, notó que en una de las columnas griegas de mármol había un hermoso ramo de flores amarillas que a su vez tenían pinceladas rojas-fucsia-violeta, una mezcla de colores que llamó su atención así como el amarillo de la flor que se mezclaba con unos tintes de verde y naranja, en sí la flor le había encantado a la chica, era un arreglo precioso, no tenía claro qué clase de flor era pero parecían tulipanes abiertos que de largo podían parecer pinceles llenos de colores, se acercó a olerlas y cerrando sus ojos suspiró, el aroma delicado y sutil de la flor le había encantado. Al abrir los ojos notó una tarjeta y haciendo caso a su curiosidad la leyó:
“¿Podrán estas flores hablar por mí? ¿Podrás asociar sus maravillosos colores al arcoíris que de repente significas para mí? ¿Podremos compartir el mismo gusto por el arte y también algo más? Espero que las respuestas a estas preguntas sean positivas, todo depende de ti, eso me haría muy feliz.”
Á. Di Gennaro.
Ariadna no podía cerrar la boca y sin quererlo se llevó una mano a sus labios pero en ese momento sacudió la cabeza y reaccionó.
—¿Esto será para mí? —preguntó tontamente en voz alta.
—Pues no veo a nadie más en la habitación —le contestó una voz que la hizo brincar y salpicar su blusa de vino, él estaba apoyado en el umbral de la puerta y la miraba muy sonriente.
Ariadna sentía el suelo sacudirse y sus piernas como gelatina, estaba condenadamente sexy para ella, con el pelo mojado, con una camisa tipo cubayera de color blanco y tela muy fina cuyos botones abiertos a cierta parte de su pecho le dejaban ver parte del mismo, el jean de azul pálido que usaba tenía unas partes rotas que le mostraban una idea de cómo serían sus piernas y para completar estaba descalzo, la piel nácar que el hombre mostraba hicieron tragar en seco a la chica la que disimuladamente se bebió el resto del vino que tenía en su copa, la imagen del hombre le había provocado mucha sed, la habitación comenzaba a impregnarse de su fragancia y ella, a perder los sentidos sólo con verlo.
—Lo siento no quise asustarte —le dijo él acercándose a ella, Ariadna sentía el corazón en su garganta, no podía ocultar su nerviosismo.
—No, no me asustó, es sólo que… estaba distraída —le dijo a modo de defenderse.
—Me alegra que lo aclares —le dijo cogiendo una servilleta para intentar limpiar la mancha en la blusa de la chica, ella dio un brinco hacia atrás. Él la miró desconcertado.
—Lo siento —le dijo la chica sujetándole la servilleta y limpiándose ella misma—. Gracias por el gesto pero yo puedo sola.
El hombre sonrió y suspiró, Ariadna prefería hacerlo ella misma, la cercanía de Ángelo la ponía muy nerviosa y el dejar que él le limpiara la mancha no podía permitirlo, era muy cerca de sus pechos y no tenía idea de cómo controlarse si lo que más deseaba era que la tocara.
—No entiendo señor Di Gennaro —insistió la chica reponiéndose y haciendo de cuenta que no había pasado nada.
—Ariadna ¿en qué quedamos? —la miró fijamente a la vez que sonreía.
—Oh sí, lo siento —la chica se ruborizó un poco—. Intentaré acostumbrarme, es sólo que… me es un poco difícil.
—¿Podrías acostumbrarte?
—Pondré todo de mi parte —sonrió—. ¿Para qué me invitó… me invitaste a tu casa?
—Pues es lo más privado que conozco —sonrió al servirse un poco de vino a la vez que se comía una uva—. Sólo aquí estaremos a gusto, a ti te intimida mi seguridad y yo deseo mostrarte que sólo soy un tipo normal, además tu discurso en la galería me dejó mudo, realmente tienes una sensibilidad sorprendente y ese es un privilegio del que anhelo conocer más, Stephanía tenía razón, eres muy elocuente y eso me gusta.
—¿Y por eso estás hasta descalzo? —levantó una ceja al ver la perfección de sus pies.
—Quise mostrarme como soy —sonrió al verla—. Quiero que veas que soy sencillo, que me gusta vestir lo más cómodo posible y… me encanta caminar descalzo cuando estoy en mi casa, me gustan los emparedados —se comió un pequeño triángulo y gimió, Ariadna no pudo evitar abrir la boca al notarlo—. Y también de vez en cuando me tomo una soda, ¿Te apetece una pizza? Si gustas puedo mandar a traer una, me gusta mucho meterme a la cama teniendo una pizza al lado y ver una buena película.
La chica sonrió, el pintor se mostraba tal y como era y eso le agradaba.
—No es necesario la pizza, gracias. —La chica sonrió y se ruborizó al verlo—. Así como también te agradezco tu gentileza al… mostrarte como una persona normal.
—Como te dije no quiero que te sientas intimidada, sino en confianza.
—Bueno pues…. me alegro de haber conocido esta faceta del señor Di Gennaro y ahora si me disculpas debo irme.
La chica se acercó a su bolso y chaqueta pero él la detuvo haciendo que chocaran y quedaran lo más cerca posible cuerpo a cuerpo.
—Ariadna dime Ángelo. —Sin querer la chica estaba entre sus brazos y ese acercamiento le bloqueaba la mente, a pesar de estar él descalzo y ella en sus tacones aún así no lo alcanzaba, era excitantemente alto—. Me gustaría conocerte mejor.
Ariadna lo miró fijamente pero al recordar su actitud de la mañana no dudó en preguntar:
—Yo… no entiendo que es lo que deseas de mí, ¿creí que me habías dejado claro en la mañana la distancia entre nosotros?
—Lo siento, sé que sacaste tus propias conclusiones y estabas en tu justo derecho pero la prensa no perdona y no quiero que te hieran a su manera, hoy pueden decir que eres mi nueva conquista y mañana decir que simplemente fuiste un juguete para mí, no quiero exponerte a eso, sólo busco tu bienestar, no quiero que comentarios malintencionados te hieran y te muestren el hombre que no soy.
La chica no dejaba de verlo idiotizada y sintió que el alma le volvía al cuerpo, él se preocupaba por ella y ese halago le hacía sentir bien.
—Gracias, la verdad no estoy acostumbrada a lidiar ni con la prensa ni con fotógrafos —bajó la cabeza un tanto apenada—. No sé cómo manejar eso y me da miedo, soy una mujer normal y entre más privada sea mi vida mejor.
—Y eso en parte me duele aunque no lo quiera reconocer, me duele que no… quieras compartir el mundo que me rodea.
La chica alzó las cejas y abrió la boca, ¿Compartir el mundo que le rodea? ¿Acaso era una especie de declaración? No sabía qué pensar y tragó en seco.
—No es fácil y menos para alguien como yo.
—Pero te gusto —el hombre sonrió alzando una ceja—. Creo que si te esfuerzas un poquito… podrías acostumbrarte sin problemas —bebió un poco de vino sin dejar de mirarla.
—¿Gustarme? ¿Esforzarme? ¿Acostumbrarme? —lo miró frunciendo el ceño, sorprendida y sintiendo altivez en él, Ángelo sonrió asentando.
—Son sólo sugerencias que te pueden ayudar —contestó tranquilamente comiéndose otra uva.
Ariadna no sabía qué sentir, no quería sacar la conclusión de que deseaba burlarse de ella después de decirle lo de la prensa, no entendía el carácter del hombre y comenzó a fastidiarse.
—¿Y eso qué? —quiso molestarlo—. Creo que el que “supuestamente me guste” como lo piensa no es suficiente, es como si me gustara mi bolso o mis zapatos o cualquier otra cosa.
Ángelo la miró cambiando su semblante, no quería chocar con ella, quería domarla y constatar que lo que él decía era la verdad.
—Eres lo que yo quiero —le dijo él sacando una cinta de uno de los cojines del sofá—. Y ahora voy a constatar si quieres estar conmigo o no —le mostró la cinta tensándola.
Ariadna sintió una amenaza en sus palabras y se asustó, tragó en seco de nuevo delatando su miedo.