Capítulo

38

johnny_automatic_tulip

 

Durante la cena Ariadna intentó concentrarse en su trabajo y en practicar el idioma, necesitaba divagarse de lo sucedido y olvidar por un momento al artista y todo lo que él implicaba. A la hora de dormir, le envió mensajes a los móviles de sus hermanas y al de Jackie ya que no había señal de internet en el hotel así que no podía revisar sus pendientes, con todo lo que había pasado desde Rouen estaba desconectada y extrañaba no saber nada al menos de su amiga, necesitaba saber cómo estaba Sharon y cómo estaba la situación del museo en Ontario, cuando Jackie le contestó y le comentó cómo había estado el funeral y el entierro de la chica su corazón se encogió, fue doloroso y más para Sharon, había sido una experiencia triste que tenía un poco decaída a Jackie y Ariadna no pudo evitar sentirse mal, imaginar algo así con su pequeña Diana hacía que un nudo se le instalara en la garganta, evitando las lágrimas. Jackie aprovechó también para preguntarle a Ariadna sobre lo que fue la gala en Lyon, para desgracia de la chica las noticias internacionales en la televisión pasaron parte de lo que fue ese evento y ahora hay murmuraciones en cuanto a ella y su jefe a los que reconocieron muy juntos, Ariadna recordó que había caminado del brazo de Frank y era obvio que el asunto iba a darse para malas interpretaciones, resopló cuando su amiga le comentaba y ahora debía buscar la manera de arreglar eso, otro dolor de cabeza en el cual ocuparse.

Luego de cortar la comunicación y pensando en todo eso se metió a la cama para descansar, no sin antes estudiar detalladamente la habitación, le parecía magnífica, ese aire medieval la tenía extasiada, el dosel sobre ella la hacía suspirar y el candelabro de cristal la hacía soñar, todos los muebles eran de un impecable gusto y no se cansaba de admirarlos, acariciaba la seda de las almohadas y sentía su cuerpo descansar sobre nubes y con esa sensación sin pensar en nada más, Morfeo la sedujo y se quedó dormida.

Por la mañana la chica aprovechó ver y contestar los mensajes de sus hermanas y luego bajó junto con Frank para desayunar con los demás. La rutina de ese día fue muy agradable para toda la delegación, por la mañana hicieron un recorrido como buenos turistas por los lugares que Frank había mencionado y justamente en la “Galleria dell'Accademia” Ariadna por fin pudo conocer al David de Miguel Ángel, se quedó por largo rato observándolo,    físicamente era perfecto y estando tan cerca, la escultura de mármol le pareció enorme salvo por algo en lo que Miguel Ángel no hizo justicia según la chica; el miembro de la escultura. Ariadna lo miraba y volvía a mirar con el ceño fruncido igual que la estatua “Es una broma ¿verdad?” —se preguntaba evitando hacer pucheros, ese había sido el único aspecto que la había decepcionado.

Mordiéndose los labios y a escondidas sacó su móvil y le tomó una foto, luego le envió la misma a Jackie con el siguiente mensaje:

“Jackie, ¿crees que David necesite ayuda?”

Lo envió y se sonrió pícaramente al momento la respuesta:

“¿Te refieres a volver a esculpirlo dándole la hombría que se merece o en su defecto colocarle una hoja de parra?”

Ariadna sonrió y contestó:

“Creo que sería mejor lo primero ¿no crees? Merece tener un mejor tamaño, parece tener el pajarito de un querubín y no de un hombre”

La chica siguió sonriendo y envió el mensaje, al momento la respuesta:

“Ari recuerda la controversia que gira en torno a él, se dice que aparentemente no está circuncidado lo cual es una contradicción si se trata del David bíblico, pero por tratarse del renacimiento lo han justificado ya que la visión en esa época era más para la estética y no para la religión.”

Ariadna levantó una ceja evitando torcer la boca.

“Tiene lógica pero por estética le hubiera dado mejor atributo, igual creo que necesitó algún estímulo”

La chica sonrió de nuevo y envió el mensaje antes de reunirse con los demás del grupo.

“Ariadna Warren, eres única” su amiga le contestó resignada.

Durante el almuerzo en el “Giardino di Boboli” Ariadna no contaba con la presencia del pintor que engalanaba el mismo al ser invitado de honor ya que, además de artista era también —para colmo de la chica— hijo predilecto de Florencia. Frank pudo notar en ella su incomodidad y deseaba saber a ciencia cierta qué era lo que había pasado entre ellos esa noche en Lyon. A pesar de estar a una distancia prudencial, el pintor no podía evitar mirarla de manera furtiva, su mirada azul se clavaba en ella y la chica podía sentir claramente como ese ardor le traspasaba la piel, intentaba ignorarlo pero de reojo también lo veía, a pesar de todo le parecía guapísimo y por un momento deseaba ver al actor en él pero sabía que era imposible, ¿A qué se debía ese exagerado parecido? Ni idea y después de conocerlo poco le importaba a Ariadna averiguarlo, la chica quería el encanto inglés, no el egocentrismo italiano que se quiso burlar de ella.

Entre los actos, las palabras de los involucrados y la exquisitez culinaria italiana el móvil le sonó a la chica, era un mensaje y sin reparar de quien era lo leyó:

“Mírame”

La chica frunció el ceño y miró el número, era el mismo de la llamada del día anterior, exhaló e intentando mantener la calma contestó:

“No”

En sus adentros se reía aunque sabía que seguramente le iba a durar poco el gusto. Al momento otro mensaje:

“Veo que te has propuesto provocarme”

Disimuladamente Ariadna tensó los labios y contestó:

“Y usted veo que se ha propuesto fastidiarme”

Lo envió y trató de concentrarse en las palabras del orador pero al momento la respuesta:

“Está en deuda conmigo señorita Warren, ¿Lo olvida?

Ariadna resopló y Frank lo notó.

—¿Pasa algo? —le preguntó seriamente.

—No nada.

Frank no le creyó pero dejaría que ella le dijera las cosas, no quería entrometerse en su intimidad aunque la curiosidad hiciera mella en él, aún había algo que le ocultaba a Ariadna y no podía arriesgarse a que se enterara, tenía miedo que Jackie le hiciera algún comentario y que su viaje de “luna de miel” que aún no comenzaba se fuera al caño.

Ariadna contestó el mensaje:

“¿Quiere que haga el cheque a nombre suyo?”

Lo envió y de reojo notó la expresión del hombre al leer su mensaje, las cejas levantadas y sus labios medio curvos en una sonrisa que interrumpió por una línea recta y tensa le asustó por un momento, pero a la vez ese perfecto mentón que se tensó por alguna razón le había gustado. Al momento la respuesta:

“No es de esa manera que quiero que me pague”

El hombre lo envió y con una expresión de reto seriamente la miró, intentó reír cuando miró la expresión de la chica pero se mantuvo serio cuando ella lo miró, Ariadna deseaba traspasarlo con los ojos, deseaba volver a darle otra bofetada, seguía en la necedad de ofenderla y eso no se lo iba a perdonar:

“Pero a usted le gusta pagar así ¿o no?”

Lo envió sabiendo que se iba a molestar sacando sus conclusiones, ella lo notó cuando él miró el mensaje, el ceño fruncido y la mandíbula tensa le decían que estaba molesto y sin pensarlo le envió otro:

“No voy a pagarle de la manera en la que usted quiere, por favor ya no me ofenda más”

Apagó su móvil y prefirió ignorarlo lo que restaba de la velada.

Al terminar el almuerzo la delegación se retiró a su hotel, algunos antes de salir pasaron a saludar al pintor y a tomarse una que otra fotografía con él para luego presumirla, pero Ariadna se mantuvo a distancia y prefirió estar lejos de él, le demostraba con eso que para ella era una persona más que seguramente no merecía la pena ni siquiera el saludo y esa actitud para él no era más que un reto, Ariadna comenzaba a ser un capricho para él, tenía algunas dudas con respecto a ella y deseaba conocerla, no sólo le fascinaba su labor sino todo lo que ella implicaba aunque le produjera dolor de cabeza e insomnio.

Por la tarde volaron hacia Milán ya que tenían una cena de presentación en la pinacoteca de Brera en donde los esperaban, así que tenían el tiempo justo para llegar al hotel, instalarse y prepararse para el evento y esas carreras comenzaban a cansar a Ariadna, comenzaba a sentirse muy agotada y con un extraño malestar que quiso ignorar.

En el interior del “Palazzo Brera” se llevaría a cabo el evento el cual estaba hermosamente decorado para la ocasión, no era una gala como la de Lyon pero si una fiesta muy formal en donde la delegación norteamericana se presentaría y compartirían el gusto por el arte con los colegas italianos. Como siempre mesas con fina vajilla y mantelería, luces tenues de los candelabros y un escenario para las presentaciones estaba dispuesto, esta vez Frank tomaría la totalidad del micrófono en la representación de Ontario ya que Ariadna no se sentía bien de la garganta y prefería no hablar, el clima era cálido pero por alguna razón la chica comenzaba a sentir frío y esa sensación no le gustó, lo que menos quería era enfermarse, sólo faltaba una parada más y necesitaba tener las fuerzas para cumplir su labor. Entre las presentaciones de todos y el compartir los lazos fraternos por el gusto al arte la noche le fue eterna a la chica, intentó mantenerse lo más lúcida posible pero no pudo concluir el evento, ni siquiera comió bien y no fue capaz de esperar el postre, se reclinó un momento en su silla cerrando los ojos y tratando de respirar, comenzaba a sentir el dolor en su cuerpo también.

—Ariadna ¿te pasa algo? —le preguntó Frank al notarla.

—No, no lo sé, no me siento bien —contestó con un hilo de voz.

El hombre se asustó al verla y no dudó en tocarla, estaba caliente, la chica comenzaba a mostrar señales de fiebre.

—Ariadna tienes fiebre, ¿te duele algo?

—La garganta, la cabeza y el cuerpo —contestó.

—Bebe un poco de agua. —El hombre le ayudo llevándole una copa de agua fría a los labios, Ariadna bebió un poco pero luego lo rechazó.

—Está amarga —dijo haciendo pucheros y llevándose las manos a la boca evitó vomitarla.

—¿Le sucede algo a Ariadna Frank? —le preguntó Charles al verlos.

—No se siente bien, tiene un poco de fiebre y dice que le duele el cuerpo.

—Eso no está bien, será mejor llevarla al hotel y buscar un médico para que la vea.

—¿Ariadna quieres irte al hotel?

—Sí.

—Está bien, vamos.

Cuando el hombre se puso de pie y le ayudó a ella a hacer lo mismo, Ariadna no pudo con el peso de su cuerpo y se desvaneció en los brazos de Frank llamando la atención de los presentes, la chica se había desmayado.

Pasó la noche en una clínica de la ciudad.

Afortunadamente se había logrado tratar a tiempo la faringitis severa que le comenzaba y la dolorosa inyección que le suministraron —y de la que ella no tuvo conocimiento— le ayudó a sudar la fiebre. Despertó hasta las diez de la mañana del siguiente día sintiendo como si hubiera dormido una semana, aún le dolía la garganta y el cuerpo y se sentía desorientada pero al menos la fiebre no había regresado.

—¿Frank? —preguntó al ver al hombre sentado a su lado besando su mano.

—Gracias a Dios que despiertas.

—¿Qué me pasó?

—Anoche te sentiste mal en el museo, tenías fiebre y te desmayaste.

—¿Dónde estoy?

—En una clínica, afortunadamente el medicamento a tiempo te ayudó, estuviste un poco mal toda la noche pero al menos la fiebre salió y no ha regresado, ¿Cómo te sientes?

—Me sigue doliendo la garganta y el cuerpo.

—Buongiorno bella ragazza —saludó uno de los médicos que la había asistido y que entraba a la habitación—. ¿Come stai?

Ariadna intentó enfocar su vista en el hombre que para colmo era un médico joven y bastaste guapo.

—Frank ¿estás seguro que no estoy en el cielo? —preguntó tontamente haciendo que el hombre frunciera el ceño sin entender la pregunta y que el médico, se limitara a sonreír al verla con buen sentido del humor.

—No está en el cielo signorina —le contestó el doctor—. Sino en una clínica de Milán y veo que ya se siente mejor.

—No estoy en el cielo pero usted viste de blanco, ¿No es un ángel?

El médico sonrió con ganas.

—No, simplemente soy un mortal como los demás, pero agradezco lo de “ángel”

—¡Dios! Si así fueran todos los médicos daría gusto estar y pasar la noche en un hospital —la chica intentó sonreírle al doctor quien le correspondió la sonrisa, pero Frank tensó la mandíbula.

—Y si así fueran todas las pacientes de preciosas y halagadoras, uno como galeno haría con más gusto su labor —le dijo sin dejar de mirarla—. Es una grata manera de agradecer.

—Mi scusi dottore —le dijo Frank al doctor cortando el encanto entre él su Ariadna—. Mi asistente y yo debemos salir esta tarde rumbo a Roma, ¿Cree que puede viajar?

—Todo dependerá de cómo se sienta la paciente —contestó acercándose a ella y tocando su frente—. Al parecer la crisis de su estado ya fue controlada y esperemos que las fiebres no regresen.

—¿Qué tengo?

—El inicio de una faringitis severa —le dijo Frank—. Pero la atención a tiempo ayudó.

—Con la inyección suministrada ha sido suficiente —dijo el doctor—. Al parecer sólo presenta un cuadro de debilidad debido a la misma fiebre, tal vez un poco de infección, nada que unos cuantos medicamentos orales no solucionen.

—¿Entonces podemos viajar? —insistió Frank.

—Si pasado el medio día la señorita no presenta más fiebre, firmaré el alta.

En ese momento entró una enfermera con el desayuno para ella.

—Quisiera ir al baño —dijo la chica.

—La enfermera le ayudará —le dijo el doctor.

Al verse con la típica bata de hospital la chica volvió a cubrirse apenada, no recordaba nada de la noche anterior. El médico sonrió.

—No se preocupe soy médico y estoy acostumbrado, además fui yo el que la inyectó en el muslo.

Ariadna abrió los ojos intentando arreglarse el cabello, más apenada no podía estar. La enfermera le ayudó a bajar de la cama y a cubrirse un poco, a pesar de todo la chica se sentía un poco débil pero al menos más viva que la noche anterior y sintió que el descanso le había ayudado mucho.

Después de asearse un poco regresó a la cama y se dispuso a desayunar, al menos tenía hambre y ese era un buen síntoma.

—Le agradezco mucho su ayuda doctor… —la chica quería  saber a quién debía agradecerle su pronta intervención.

—Adessi, me llamo Paolo Adessi.

“Que tonta” —pensó la chica al beber un poco de jugo—. “En el pecho tiene la placa con su nombre”

—Grazie mille dottore —le dijo la chica.

—Un piacere.

—Ariadna aquí tienes tus cosas —le dijo Frank—. Aquí está tu bolso y en el sillón tu ropa, iré a cancelar todo de una vez y a llamar a Charles que me pidió comunicarme con él en cuanto despertaras.

—¿Pasaste toda la noche aquí? —le preguntó la chica al notar su cansancio.

—Sí.

—Si gusta vaya a la cafetería a comer algo —le sugirió el médico—. Es necesario que usted también reponga las fuerzas.

El hombre asentó resignado, por lo menos necesitaba un café bien fuerte.

—Veré como está todo —le dijo Frank a Ariadna—. Sólo espero que evoluciones satisfactoriamente para poder salir a Roma como está planeado.

La chica asentó también mientras se preparaba para comer, el médico también la dejó por un momento ya que tenía otros pacientes que atender así que quedándose con la compañía de la enfermera, la chica reposó el resto de la mañana quedándose en observación para luego decidir si podían viajar o no.