Capítulo

4

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Con la opinión de Jackie, Ariadna no encontró una solución y su presión aumentaba al ver a cada rato la hora y saber que Lucas llegaría por ella, difícilmente se concentró en su trabajo y se disculpó con sus compañeras por no poder quedarse y ayudarlas a avanzar con lo que tenían pendientes para la siguiente semana. A los 12:30 p.m. exactamente llegaba Lucas a buscarla, al saberlo exhaló, no se sentía bien, estaba confundida, estaba tensa, miraba y miraba el mensaje que le había mandado a su móvil diciéndole que ya estaba esperándola, resignada se preparó para salir.

—Tranquila Ari, vas a superar esto y lo vas a saber afrontar —le decía su amiga.

—No estoy segura, no sé qué hacer —esperaba que su monitor se apagara y preparaba su bolso—. Mira… ahora por ejemplo, él me dijo firmemente que vendría por mí y lo hizo, no me permitió quedarme ¿Crees que va a aceptar lo del viaje? Lo conozco, no lo hará, va a molestarse y no sé cómo vaya a reaccionar, la verdad tengo miedo.

—Mira, por los momentos relájate y trata de disfrutar la tarde, no le digas nada todavía, espera a ver cómo está su semblante, trata de complacerlo, ya luego encontrarás la manera de decírselo.

—Ay Jacqueline Garber, que bueno que tú todo lo ves bien.

—Oye, sólo intento animarte —la chica se levantó de su escritorio para despedirse de su amiga—. Te recuerdo que la que le haya siempre el lado bueno a las cosas eres tú, ¿recuerdas aquella escultura remedo del David que nos pareció un poco grotesca?

—Uy si, ni me lo recuerdes —sonrió pícaramente.

—¿A ver? ¿Y quien encontró la solución?

—Pues yo —se ruborizó.

—El pobre no tenía muy buen atributo, cosa que desanimaría a cualquiera ¿Y qué hiciste?

—Moldear una hoja de parra y clavársela —comenzaba a reírse.

—Obvio que le debió haber dolido, hasta los chicos se retorcieron al ver lo que hiciste y creo que por eso te temen un poquito.

—Recuerdo que dijeron que lo iban a enviar al vaticano, ya que posiblemente allá la aceptarían.

—Pues no tengo idea a donde fue a parar adolorido, pero lo que digo es que salvaste al grupo y la exposición fue un éxito, nadie notó lo que le pasó a sus testículos y menos a su diminuto pene, así que creyeron que la escultura había sido creada de esa manera, incluso pensaron que era algún personaje bíblico y por eso surgió la idea de llevarlo a Roma, lo que a nosotros nos pareció grotesco tú le hallaste solución, realmente lo convertiste en una obra de arte, donde sea que esté debe de sentirse agradecido por el inmenso favor que se le hizo a la comunidad femenina, al menos no será objeto de burlas.

“Roma” —pensó Ariadna suspirando.

—No te preocupes, te perdonará que lo hayas tocado, que hayas jugado con sus pelotas y que le hayas literalmente clavado la inocente hojita en sus testículos.

Ambas chicas se miraron y se rieron a carcajadas, Ariadna la abrazó de nuevo.

—Gracias por animarme.

—De nada, así como pudiste solucionar algo tan pequeño y a la vez tan importante que casi nos desata una diarrea —la chica hizo una pausa para no carcajearse—. Así mismo hallarás la solución a tu problema.

—Lo haré, sé que lo haré.

—Así se habla, muy bien, ¿Nos hablamos en la noche?

—Ok, yo te llamo, por ahora voy al baño a retocarme un poco.

—Ponte más guapa para que Lucas sucumba sin problemas a tus encantos.

Ariadna sonrió y asintió, salió de su oficina para ir a arreglarse lo más rápido posible, cuando terminó se encontró con él pero como ella tenía su Toyota Rav4 negro esperándola, manejaría a su casa para ir a dejarlo y luego saldrían juntos en el auto de él para cumplir su compromiso familiar.

Lucas había optado por su Nissan Pathfinder 2010 color gris para ese día, primero tomaron la interestatal 10 y luego la 15, la autopista estaba despejada y la tarde radiante, un dúo perfecto para disfrutar el viaje excepto por el sentir de Ariadna y la seriedad de Lucas.

—Debemos encontrar una solución —dijo él rompiendo el hielo—. No me gusta tener este tipo de problemas.

Ariadna prefería ver el paisaje y no darle la cara, aún no estaban casados y comenzaba a sentir asfixia, eso ya no le hacía gracia.

—Ariadna ¿me escuchaste? —insistió mirándola a través de sus lentes oscuros.

—Si te oí —contestó secamente, aún no encontraba la manera de hablar.

—El lunes por la mañana debo viajar a Long Beach pasando por Santa Ana, regresaré entre miércoles y jueves.

Ariadna frunció el ceño y lo miró, él si podía darse todo el gusto viajando pero a ella no se lo permitía.

“¿Debería ponerme en el mismo plan?” —pensó la chica molestándose más.

—Nena yo sé que no te gusta que viaje tanto, pero son asuntos familiares, mi padre está viendo la posibilidad de expandirse por esos rumbos, la agencia de San Bernardino y de Pasadena van viento en popa, además ahora quiere incursionar con lo de la energía solar.

Ariadna volvió la vista al frente y prefirió ver la carretera haciendo pucheros.

—Nena, todo es por el bienestar —insistía—. Quiero tenerte como una reina, ya te lo había dicho.

—La ambición rompe el saco —se limitó a decir.

—¿Disculpa?

—¿Por qué la gente entre más tiene más quiere? ¿Qué nunca se conforman? ¿La banca no es suficiente? ¿Bienes y raíces no son suficientes?

—Ariadna no me gusta tu comentario.

—Olvídalo —la chica suspiró.

—La verdad no te entiendo, lo hago porque quiero darte la vida a la que estás acostumbrada, quiero complacerte, agradarte y no negarte nada.

—Me niegas mi derecho a ser independiente, quieres que deje mi trabajo, quieres que haga a un lado mi pasión, no puedes pedirme eso.

—Nena —acarició su mejilla—. Te quiero sólo para mí, no quiero compartirte con nadie, suficiente molestia me produce el que menciones a tu actorcito perfecto.

—No lo metas que nada tiene que ver, lo que digo es que tú si quieres que yo te comparta y me acostumbre a eso.

—Ariadna soy hombre, mi deber como tal es incrementar mis bienes para darle la mejor de las comodidades a mi futura esposa, es mi deber ver por ti y porque no te falte nada.

—Admiro tu forma de pensar pero…

—Sh… ya por favor nena, ya no quiero hablar de esto.

La tensión por el camino era muy evidente, Ariadna obedeció y no volvió a hablar y Lucas se limitó a manejar sin quitar los ojos de la carretera. Ni siquiera le había permitido cambiarse de ropa e ir más presentable al almuerzo, Ariadna ya no sabía cómo interpretar la manera de ser de Lucas al que comenzaba a desconocer, exhaló y volvió la cara hacia su ventana. Lucas por su parte intentaba ignorar las cosas pero no podía, a su manera quería a su novia de lo contrario no hubiera accedido a casarse y amarrarse dejando su soltería y lo que implicaba, pero era muy posesivo, caprichoso y egoísta, quería toda la atención de Ariadna sólo para él y ser el centro de su vida, de reojo la miró y al notar el atuendo de su trabajo falda-blusa-chaqueta comenzó a tener otros pensamientos  que cambiaron el rumbo de su sentir y lo dominaron por un momento. Sólo la piel y la figura de la chica era sinónimo de deseo, la pasión parecía llevarla tatuada en la piel, sutilmente quitó la mano de la palanca de cambios y la llevó a la pierna de la chica, rozó su piel con la punta de sus dedos y notó el estremecimiento de la misma, se saboreó, ella intentaba ignorarlo y no quería dejarse llevar.

—No juegues Lucas no estoy de humor.

—Sé que no actué bien desde la mañana y te pido disculpas —subía lentamente por en medio de la pierna, Ariadna necesitaba controlarse—. No quiero verte así, lo siento.

—¡Lucas basta! —Sujetó su mano—. No quiero.

—Sí lo quieres nena, no lo niegues, te gusta, te gusta como lo hago —siguió subiendo hasta meter su mano en el sexo de la chica, Ariadna cerró las piernas en un reflejo.

—Lucas contrólate, estás manejando.

—¿Y eso qué? —Se orilló a su derecha y redujo la velocidad—. Quiero hacerlo y sé que quieres que lo haga también.

Acarició la piel de la pierna con su mano aprisionada, hizo círculos en el monte Venus de la chica, Ariadna sentía que su cuerpo comenzaba a entrar en calor.

—Vamos nena —insistió—. Déjame hacerlo, quiero hacerlo.

Ariadna se sintió hipnotizada y que su voluntad se iba al diablo, afortunadamente hacía unos días había pasado su período.

—Abre las piernas nena, déjame tocarte, cierra los ojos y no pienses en nada más que no sea el placer que te doy, déjate llevar, lo deseas.

La voz de Lucas la había atontado y sin quererlo comenzó a ceder lentamente abriendo las piernas, él metió la mano con gusto y comenzó a acariciarla, Ariadna cerró los ojos y reclinó su cabeza en su asiento, como él lo dijo se dejó llevar. Lucas la estimulaba, le daba el placer que ella quería al tocarla, se deleitó imaginando su panty y su erección ya comenzaba a estorbar en su pantalón, adoraba rozar la intimidad de su chica y al sentir ese calor que lo incitaba hizo a un lado el panty y la acarició libremente, Ariadna comenzaba a retorcerse en su asiento al sentir los dedos de Lucas jugar con sus labios íntimos y en su clítoris, comenzó a gemir inconscientemente y a morderse el labio, abrió más las piernas, ya estaba lubricada.

—Deliciosa como siempre —redujo más la velocidad, quería concentrarse sólo en ella.

La acarició plenamente sintiendo el efecto en ella incitándolo a meter un dedo, la sensación retorcía a Ariadna la que levantó la pierna derecha colocándola en el tablero, el polarizado del auto ayudaba a que nadie ajeno pudiera ver lo que ocurría con ellos. Lucas entendió la invitación y lo metió más hasta el fondo, Ariadna arqueaba su cuerpo para encontrar más placer, luego metió otro y la chica comenzó a gemir con fuerza, la erección de Lucas amenazaba también con explotar.

—Lucas, sí, así… —gemía en su delirio.

A él no le bastó y saliendo de la carretera se estacionó y apagó motores, ágilmente se quitó el cinturón, reclinó en su totalidad el asiento de su novia y la asaltó con desesperación sometiéndola debajo de él, ese dominio de macho era lo que a la chica le gustaba a la hora del sexo, la devoró con ansiedad a la vez que seguía tocándola libremente cuando le subió la falda a su cintura, Ariadna abrió en su totalidad las piernas para facilitarle el trabajo a su novio, quien volvió a jugar en su vagina.

—Deliciosa, no me cansaré de decírtelo —jadeaba sin control—. Me tienes loco nena, haces de mí lo que quieres.

Corrió el asiento hacia atrás y se inclinó buscando meter su cara entre sus piernas.

—Quiero beberte nena, tengo sed de tus fluidos, quiero que mi lengua te penetre.

La chica asintió hipnotizada, acarició la cabeza de su novio en señal de aceptación y éste haciendo a un lado el panty comenzó a saborearla, su lengua degustaba con placer todo de ella y Ariadna gemía sin poder controlarse a la vez que colocaba sus piernas en los hombros de él.

—Sí Lucas —jadeaba—. Hazlo así, más, más…

Gustoso obedecía, aprisionaba el clítoris en su boca y Ariadna se retorcía más, se quitó el cinturón del asiento que también le estorbaba, ya no iba a aguantar su orgasmo por mucho tiempo.

—Adoro tu botoncito nena —susurraba él con ardiente aliento entre sus piernas a la vez que buscaba en un compartimiento del tablero algo que ya le urgía, un preservativo al que con gusto rasgó, desabrochó su pantalón, se sacó su miembro erecto y lo colocó, ágilmente quitó el panty de la chica y acariciando sus piernas y muslos muy excitado se acercó lentamente—. Adoro sentirte así sólo para mí, adoro tu excitación que me enloquece, adoro tu elixir que me embriaga y me tiene a tus pies y adoro lo dispuesta que eres a la hora del sexo, soy tu dueño nena, eres sólo mía.

Se colocó encima de ella de nuevo y sin más preámbulos la penetró, ese delicioso vaivén y la fuerza de la penetración dominada por completo a Ariadna.

—Más, más… —se limitaba ella a pedir

—Así nena, grita, gime, dame tu placer —la liberó de un pecho y lo succionó, su lengua jugaba con el pezón, Ariadna ya no podía y deseaba explotar.

—Sí, sí, así…

—¿Más?

—Más, más, fuerte, más fuerte…

Ariadna se ahogaba en su voz y Lucas la besó con fuerza ahogando también su clímax, ella se liberó para poder respirar, tensó su cuerpo debajo de él, explotó en un orgasmo que la sacudió con fuerza haciendo que Lucas se excitara al límite al verla y sentirla así, se sujetó fuertemente del respaldar del asiento y un último embiste con fuerza lo liberó, lo hizo llegar a él también y en gruñidos gimió su nombre, jadeaba buscando aliento derrumbándose en su pecho.