Capítulo
20
Ariadna intentó disfrutar la tarde a pesar de todo, pensaba en Sharon y en el desgarrador dolor que como madre sentía pero también entendía que a la distancia no se podía hacer nada más. Antes de salir hacia el Arco le envió un mensaje de condolencias a su móvil que suponía no lo iba a ver de inmediato, a decir verdad era una trágica situación que difícilmente iba a tener a la mujer con cabeza y lucidez, como madre no podía pensar en nada más sólo hundirse en el dolor y en la desesperación que tenía. Cuando la delegación llegó a Notre Dame dispusieron un momento para rezar por ella y elevar una plegaria por el alma de la chica, pidiendo justicia para que el asesino fuera aprendido y encarcelado con una pena máxima.
En la noche habían dispuesto una cena en grupo en uno de los salones del hotel pero Ariadna no quiso asistir, los nervios, la preocupación y la ansiedad le habían intensificado el dolor que sólo le había bajado un poco durante el paseo, se disculpó con Frank y le pidió que la disculpara con todos los demás, no tenía ánimos para nada y deseaba intentar descansar.
Se encerró y después de una ducha se vistió de manera sport y pidió servicio a la habitación, deseaba merendar algo liviano antes de dormir y mientras esperaba se conectó con su portátil y procedió a ver el email de Jackie, en efecto ahí le daba la mala noticia sin saber a ciencia cierta las causas de la muerte de la chica. Ariadna suspiró con pesar y le contestó, necesitaba saber qué había pasado, cuándo y cómo había sido, Jackie no estaba en línea así que apagando la máquina, se metió a la cama para ver un poco la televisión mientras esperaba su merienda. Cuando terminó de comer y salía del baño de lavarse los dientes, el sonido de mensaje en su móvil sonó, se apresuró a verlo y era Frank:
“Espero que estés más tranquila, hiciste falta en la cena pero entendieron, te aviso que la salida hacia Versalles es a las nueve por lo que todos nos reuniremos para desayunar a las 07:30 a.m. pasaré por tu habitación a las siete, buenas noches, descansa.”
Ariadna negó con la cabeza y exhaló, prefirió hacerse la desentendida y se metió a la cama, al estar con su móvil miró que Aurora ya le había contestado y ella aprovechó para responderle también, su hermana ya sabía lo de la chica por las noticias y se enviaron mensajes con respecto al tema por un momento, también miró un mensaje de Steve que igualmente contestó y al ver el mensaje de Flavio con respecto a la película, también le contestó, al despedirse de ellos apagó el televisor y las lámparas y tomándose otra pastilla para el dolor, se acurrucó entre las sábanas e intentó descansar.
Su despertador programado la levantó a las 05:30 a.m. pero en su pereza de no querer despertar del todo cerró los ojos de nuevo para despertarse quince minutos después, hizo un moño en su cabello, me metió a la ducha y luego de salir se maquilló de manera natural, resaltando la intensidad de sus ojos azules enfocándose en ellos con sombras duraznos y grises, el delineador y una buena capa de rímel acentuó su mirada, un poco de rubor durazno también y un poco de brillo con sabor y olor a chocolate terminó de retocarla, vistió con un jean blanco y una blusa de botones manga corta color beige con cinturón café de seda que amarró con forma de lazo, se calzó con unas botas cafés de terciopelo tacón medio y mientras cepillaba su cabello, preparaba su portátil para ver la respuesta de Jackie que en efecto ya estaba allí:
De: Jacqueline Garber
Para: Ariadna Warren
Asunto: Re. Una tragedia
Fecha: Junio 16 2013 19:47 p.m.
Hola Ari me alegra que al menos tú estés mejor, todavía no hay noticias claras al respecto así que voy a decirte lo que salió en las noticias. Al parecer la chica había ido a Malibú con unas amigas, obvio con el permiso de Sharon pero a su regreso se desviaron hacia Long Beach en donde estuvo toda esta semana que pasó, (cosa que Sharon no sabía) los pormenores del suceso aún se desconocen, el dictamen forense aún no es el definitivo, sólo parece que fue estrangulada, asfixiada algo así por las marcas en su cuello y en ese estado al parecer viva todavía fue lanzada al mar, es horrible, aún no se confirma pero se le encontró residuos de una sustancia en la sangre, algún tipo de droga y hasta el momento las amigas con las que andaba no han dicho nada a pesar de haber sido interrogadas, lo único que dicen es que ella conoció a un hombre desde inicio de semana y se encaprichó con él al punto que las ignoraba a ellas por estar con él, ya sabes cómo son las niñas que todavía no cumplen los veinte y al parecer ésta era bastante caprichosa y le gustaba salirse siempre con la suya. Es todo lo que sé hasta el momento, el museo obvio decretó un acuerdo de duelo sin suspensión de labores, pero Sharon aún está en Long Beach, debe hacerse cargo de los trámites y regresar con el cuerpo de la chica cuando medicina forense la entregue, por los momentos el museo ya tiene preparada la funeraria para llevarla directamente allá, en eso estuvimos por la tarde, cuando sepa algo más te lo haré saber. Por lo demás disfruta tu estadía, no hay nada más que hacer, abrazos amiga, cuídate.
Jacqueline Garber
Asistente del Dpto. de escultura, pintura y conservación.
Museum of History and Art.
Ontario, California
Ariadna se quedó rígida al leer el mensaje, era horrible lo que su amiga le decía, se sentía en shock, tanto así que se desconectó y apagó su máquina, no pudo contestar. Terminó de arreglarse y al momento tocaron la puerta, abrió y era Frank que llegaba a buscarla.
—Buenos días Ariadna, ¿Dormiste bien? —preguntó al verla evitando ser tan obvio por el atuendo de la chica, la veía guapísima.
—Buenos días, intenté descansar, creo que no es nada sencillo después de lo que pasó, ¿Sabes algo más? —se dirigió a buscar su bolso.
—Aún nada concreto —entró a la habitación disimuladamente intentando mostrarse respetuoso—. No he hablado directamente con Sharon y es lógico, al parecer la chica todavía está en medicina forense de Long Beach y hasta que hagan todos los trámites la van a entregar, lo único que sé es que el museo ya tiene preparada la funeraria para cuando Sharon vuelva con su cuerpo a Ontario.
Ariadna constató que Frank le decía la verdad, el haber visto el email de su amiga primero lo confirmaba, tomó su bolso y salieron.
—Es horrible —dijo colocándose sus lentes oscuros mientras caminaban al ascensor—. Como madre es un golpe muy duro para ella, admiro su valor para hacerse cargo de todo.
—Al parecer un hermano de ella la acompaña, además aunque esté divorciada del padre de la chica es obvio que él ya lo sabe y seguramente está en Long Beach también.
—¿Qué ordena el museo en cuanto a nosotros?
—Hasta ahora nadie me ha comunicado nada, ni por llamada ni por email y mientras no tengamos una orden específica no podemos movernos, debemos continuar con nuestra labor.
Ariadna suspiró y asentó sin remedio, no había otra opción más que esperar, bajaron para reunirse con los demás y desayunar en paz antes de partir hacia Versalles.
Después del desayuno el autobús especial ya los esperaba y estaba listo para partir, cuando todos ya estaban instalados en sus asientos, cuatro personas más subieron al mismo, dos mujeres que pasaban los cuarenta y dos hombres uno más mayor que otro se presentaron con la delegación, serían sus guías y traductores y los encargados en darles el tour por el palacio de Versalles. Uno de ellos era un hombre muy guapo y joven, alto, de intensa mirada azul, piel canela y cabello negro, Ariadna lo miró muy detenidamente, vestía de jeans azul marino y camisa blanca de rayas finas azul marino también, de cuello, mangas dobladas a sus codos y los primeros dos botones superiores abiertos mostrando parte de su pecho, se le parecía con alguien que había visto y su mente comenzó a hacer piruetas, mientras los demás guías hablaban durante el trayecto y mostraban cada lugar a su paso el chico también se había enfocado en ella y la miraba con insistencia sin disimular, por un momento Ariadna se ruborizó y prefirió ver por la ventana, por alguna razón no podía resistir esa mirada coqueta. Frank estaba a su lado y seriamente ponía atención a lo que los demás decían pero también ya había notado la mirada del hombre sobre Ariadna.
Al llegar a Versalles procedieron a comenzar con el tour pidiendo a todo el grupo que por favor no se separaran y se mantuvieran lo más juntos posible, a pesar de tener a Frank a su lado Ariadna sentía la cercanía del francés que no dejaba de verla y esa insistente mirada la sentía con ardor en la piel.
—La vanidad irrefrenable de un rey llevó a Francia a la bancarrota pero le legó al mundo uno de los monumentos más espectaculares del mundo, el rey fue Luis XIV y Versalles fue su gran palacio —comenzó a decir una de las guías en francés mientras la otra le traducía.
A medida que caminaban y se adentraban Ariadna se sentía fascinada, sus estudios sobre la historia de Francia volvían a su cabeza y se sentía parte de todo eso, una vez escuchó sobre “Los espectros de Versalles” y la aventura vivida allí por dos damas inglesas por lo que por un momento se estremeció, pero luego sonrió pícaramente esperando encontrar algún “apuesto fantasma” de la corte de Luis XV para que al menos así su “susto” valiera la pena. Durante el recorrido por el interior Ariadna intentaba poner toda la atención de su parte, observaba con detenimiento cada detalle de la arquitectura y la decoración, estaba fascinada por las pinturas, la “Galería de los Espejos” era una maravilla, difícilmente podía mantener la boca cerrada ante tanto esplendor, deseó por un momento ser María Antonieta y tener a Francia a sus pies como reina pero al recordar a Luis XVI la desanimó un poco y prefirió enfocarse en el conde Fersen que tampoco le parecía guapo pero para la época y a la par de Luis era todo un galán, intentó concentrarse en lo que la guía decía, no quería dar rienda suelta a la imaginación que tenía porque era completamente desbocada y no quería volver a pasar la experiencia del jardín de su casa y menos entre tantas personas y peor, teniendo al insistente francés como testigo. El salón de los espejos, la cámara de la reina, la capilla real, todo le parecía fascinante y más cuando salieron a los jardines, miró el precioso día soleado y agradeció a Dios por la oportunidad de poder contemplar el esplendor que la rodeaba y estar bajo el cielo de Francia. En los recorridos exteriores los hombres fueron los encargados y entonces tuvo una mejor excusa para poner atención y mejor aún, tuvo una mejor excusa para acercarse y hacer las preguntas que quisiera.
—¿Qué tan cierta es la historia sobre los espectros de Versalles? —inquirió curiosa a lo que todos, incluyendo Frank la miraron con atención.
El hombre joven la miró y sonrió seductoramente a la vez que le traducía la pregunta en francés a su compañero.
El guía por supuesto frunció el ceño e hizo un gesto negativo con la cabeza, dijo unas palabras en francés que el chico se apresuró a traducir.
—Como en todo lugar histórico las apariciones son normales y parte del encanto, en ese aspecto Versalles no es la excepción pero afortunadamente no es un hotel así que no pasaremos la noche aquí —dijo el chico muy sonriente, ese gesto al hablar y su acento francés le encantaba a Ariadna, todos los demás sonrieron.
—Entonces si lo reconocen —insistió Ariadna—. Saben que los alrededores del grand y petit Trianon cuentan historias espeluznantes sobre algunos personajes de la corte de Luis XV y Luis XVI, incluyendo el famoso fantasma de la misma reina y sobre un extraño individuo que aparece en el kiosko cercano al palacete.
—Mademoiselle, en todo Versalles incluso en el mismo París hay apariciones fantasmales en cada esquina, muchas almas en pena víctimas de la revolución vagan por allí, le sugiero no entrar en detalles sobre cuestiones sobrenaturales o le aseguro que no podrá dormir y supongo que como buena turista duerme sola —le dijo el chico con un encantador cinismo que hizo que Ariadna abriera la boca sorprendida.
—Pues… —la chica balbuceó.
—Ariadna por favor —le dijo Frank sujetándole la mano, el chico lo miró y frunció el ceño, dejó de sonreír—. Si quieres experiencias fantasmales te sugiero que vayas a Londres y te aseguro que tendrás tantas aventuras como para escribir un libro, pero ahora ya no sigas con eso por favor, estás desviando del tema a los guías.
Ariadna lo miró con la boca abierta también, era curiosa y deseaba saciar sus dudas, se soltó de él y volvió la vista al chico, él la miraba seriamente, el azul de sus ojos se había oscurecido y eso la asustó. No molestó más y los guías siguieron con el recorrido.
Antes de regresar a París tuvieron un momento para dispersarse dentro del perímetro establecido y conocer a su manera el lugar, los supervisores de New York, Los Ángeles, Chicago, Boston y Miami le pidieron a Frank acompañarlos un momento ya que tenían unos asuntos que discutir por lo que tuvo que alejarse de Ariadna y dejarla sola.
La chica caminó un poco por uno de los senderos para respirar el aire puro, la suave brisa de verano acariciaba su cara, ver las hojas moverse y los rayos del sol infiltrarse por las ramas era una sensación agradable, observar el paisaje a su alrededor la animaba a hacer un boceto a carbón para luego darle color en un lienzo, sentía deseos de pintar, estaba en ella, le encantaba hacerlo y trataría de retener en su mente aquel paisaje de los jardines del petit Trianon para luego darle vida a través de una pintura.
—¿Te ha gustado el recorrido? —la voz con acento seductor del hombre la sacó de sus pensamientos, era el guía que había seguido con su mirada todos sus movimientos. Ariadna intentó verlo seriamente recordando su encantador cinismo.
—Es precioso, nunca me imaginé que la experiencia personal fuera completamente diferente a un documental de televisión.
El hombre la miró fijamente y sonrió, Ariadna se estremeció por un momento.
—Mucho gusto —le extendió la mano—. Me llamo Jean Pierre Fournier.
Ariadna casi se derrite con ese acento al pronunciar el idioma, aceptó la mano para no parecer descortés.
—Enchantée —le dijo en su idioma para no parecer ignorante—. Mi nombre es Ariadna Warren.
Él sonrió aún más y sujetando su mano, la besó como un caballero francés, a ella le gustó el gesto.
—Estoy a tus órdenes Ariadna. —Su mirada coqueta no le era indiferente a la chica—. Puedo mostrarte todo lo que desees si gustas, soy muy buen guía.
Como siempre Ariadna se fue por otro lado, eso de “mostrarte todo” lo tomó de otra manera y sonrió sin darse cuenta.
—Lo agradezco, voy a tomarlo en cuenta aunque no sé si deba.
—Prometo ser todo un caballero si eso te gusta. —Su sensual acento de voz delataba sus intenciones.
—Tu cara me es conocida, te pareces a alguien pero no puedo recordar a quien.
El hombre seguía sonriendo sin dejar de mirarla y eso la intimidaba un poco.
—Todo el mundo me lo dice, eso me hace un poco famoso en París pero ya que eres americana podría sacarte de la duda.
—¿De verdad? Dime entonces.
—Que te parece si te lo digo esta noche.
—¿Cómo?
—Te invito a una de mis discotecas favoritas, prometo cuidarte y decírtelo.
—¿Una discoteca abierta un lunes? —Ariadna preguntó con incredulidad—. Eso no lo había escuchado, lo siento pero no te conozco, mis padres me enseñaron a no salir con desconocidos.
El hombre sonrió más y se carcajeó un poco, Ariadna frunció el ceño si quería burlarse iba a ponerlo en su lugar.
—Tienes razón discúlpame pero te aseguro que uno de mis lugares favoritos si está abierto los lunes por la noche, además sólo quería ser amable y mostrarte las luces de la ciudad ya que ayer por la tarde te sentiste mal y luego no quisiste cenar, sólo quería ser hospitalario y hacerte sentir bien.
—¿Dices que ayer? ¿Estabas en el Louvre?
—Sí.
“¿Y cómo es que no lo vi?” —pensó la chica.
—Lo siento no me fijé, no…
—Tranquila, es natural no te preocupes.
—Tu cara la hubiera recordado, no se puede olvidar.
—Oh vaya, gracias por el halago.
—Es verdad.
—Bueno supongo que debido a lo que pasó con tu jefa ya no tuviste cabeza para nada, yo llegué al museo poco después del almuerzo, apenas y escuché algo sobre eso, lo demás lo supe cuando tu acompañante lo comentaba en la cena en el hotel.
Ariadna bajó la cabeza, a decir verdad poco recordaba del paseo.
—Te mirabas preciosa en la catedral —continuó Jean Pierre—. La luz de los vitrales te adornaba, parecías ser la elegida de nuestra señora, tu seriedad y concentración al rezar sumado a la tristeza te hacía ver como una figura sobrenatural, se proyectó un brillo en tu piel que… por alguna razón me atrajo a ti, solo que quise respetar y no acercarme.
Ariadna se había quedado muda, lo dicho por el chico le había gustado, parecía haber un encanto que por un momento los envolvió a ambos aunque eso de “la elegida de nuestra señora” lo vio en chino, de chica inocente y virginal no tenía un pelo y menos tener una mente pura y casta, sabía que en cada pisada que daba dejaba una huella con olor a azufre, intentó no morirse de la risa con eso pero justo en ese momento un serio Frank apareció sacándolos de su ensueño y bajándolos de su nube.
—¿Monsieur Jean Pierre? —preguntó seriamente.
—Oui.
—Sus compañeros preguntan por usted.
El hombre sonrió resignado y mirando a Ariadna le extendió la mano de nuevo para despedirse, la besó y sin decir nada más se alejó, sabía que el acompañante de la chica no era nada de ella así que mientras ella estuviera en París y él estuviera cerca al servicio de la delegación, no iba a desistir e iba a aprovechar cada oportunidad para acercarse a ella, le había gustado y quería mostrarle el genuino encanto francés.