III
Al tenerla enfrente comprueba que, efectivamente, es una mujer muy atractiva. Su cabello es oscuro, sus ojos son verdes y grandes, sus rasgos extremadamente finos y su voz sensual.
—Me llamo Paula —se presenta—, y antes que nada quiero agradecerle que me haya recibido a esta hora.
—No tiene nada que agradecer.
Breve silencio.
—Disculpe si me cuesta empezar, pero no sé muy bien cómo hacerlo.
Pablo está acostumbrado a escuchar aquella frase e intenta ayudarla.
—Me dijo Helena, mi asistente, que el asunto reviste una cierta urgencia para usted. ¿Por qué no me cuenta de qué se trata?
Ella lo mira e inspira profundamente, una y otra vez. Por fin, como si hubiera juntado fuerzas de algún lado comienza a hablar.
—Supongo que habrá leído los diarios de las últimas semanas.
—Supone mal —dice Pablo casi disculpándose—. Acabo de regresar de un viaje y estoy algo desinformado. De todos modos, si debo serle franco, no leo mucho los diarios.
—Entiendo.
—Pero ¿qué tienen que ver las noticias con lo que a usted le pasa?
Paula abre nerviosa el cierre de su cartera y busca algo. No parece encontrarlo. La cierra sin hacer ningún comentario y lo mira directo a los ojos.
—Hace unas semanas encontraron el cuerpo de mi padre en un pequeño descampado. Es un lugar donde suele haber una laguna, al costado de la ruta, pero la sequía de los últimos meses dejó el cadáver al descubierto.
Silencio.
—Se llamaba Roberto Vanussi, y era un empresario importante.
Paula no baja la mirada ni hace gesto alguno.
—Comprendo.
—No, no creo que comprenda. Seguramente usted piensa que impactada por la noticia vine a verlo en busca de apoyo.
—¿Y no es así?
—No. Espero no desilusionarlo.
—Relájese, si eso la preocupa. No me desilusionó. En esta profesión uno se acostumbra a que las cosas no siempre son lo que parecen. Pero dígame entonces para qué vino a verme.
—Porque necesito pedirle un favor. En realidad —se corrige—, quiero ofrecerle un trabajo.
A esta altura de la conversación Pablo está desconcertado.
—No entiendo de lo que me habla. Explíquese, por favor.
—Quiero que haga algo para ayudar al asesino de mi padre.
Se hace un largo silencio. Pablo busca reponerse del impacto que esas palabras le causaron.
—A ver si entiendo. ¿Usted me está pidiendo que ayude a la persona que mató a su padre?
—Así es.
—¿Y puedo saber por qué?
La respuesta de Paula lo sacude aún más.
—Porque es mi hermano.