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A las cinco de la mañana, todas las hogueras estaban ya apagadas. La gran mayoría de las internas habían regresado a sus celdas, a regañadientes, pero más o menos felices en cuanto los federales habían empezado a repartir comida y café. Aún había un puñado de desaparecidas y el grupo de racistas blancas seguía parapetado en la cafetería, planteando exigencias, aunque cada vez discutían más entre ellas y estaban más atrapadas. Los negociadores del SWAT le aseguraron a Fetlock que eran capaces de resolver la situación de forma pacífica.

Desde lo alto del muro, Clara observó la prisión, a la cual, afortunadamente, le faltaba ya poco para recuperar la normalidad. Había habido muchas muertes y mucho sufrimiento, pero por suerte todo había terminado.

Más o menos.

Eran las cinco en punto, constató Clara después de echar otro vistazo a su reloj. Las veintitrés horas de plazo habían llegado a su fin. Faltaba aún una hora para el amanecer. Se suponía que a aquella hora debía ya estar muerta. Clara se estremeció al pensarlo.

Fetlock y Glauer subieron por las escaleras jadeando y resollando. Clara los había llamado y les había dicho que había algo que tenían que ver, aunque no estaba segura de cómo debía presentárselo. En su condición de experta en análisis forense, había tenido que encargarse de echarle un vistazo a todos los cadáveres, incluido el de Malvern. Fetlock no parecía estar muy seguro de lo que esperaba encontrar, pero un análisis final de los cadáveres formaba parte de la investigación, y él era un hombre que lo hacía todo según las normas.

—Ha estado aquí —les dijo Clara a los dos hombres, que la miraban con expectación—. Laura, o sea, Caxton ha estado aquí.

Una cuerda improvisada colgaba por la parte externa de la pared, atada por un extremo a una de las ventanas de la torre de guardia. En realidad, la cuerda estaba formada por una retahíla de correas de contención unidas entre sí y era lo bastante larga como para llegar de sobra hasta el suelo.

—La mayoría de las unidades policiales se encontraban en el interior de los muros de la prisión y las que seguían fuera estaban demasiado ocupadas persiguiendo a las fugitivas. Caxton debe de haberse escondido en el bosque tras descender por el muro en este punto. Ha tenido por lo menos dos horas para escapar.

—La encontraré —dijo Fetlock—. En eso, por lo menos, los marshals somos eficientes.

Glauer miró fijamente a su jefe, pero no dijo nada. ¿Qué iba a decirle? Laura era una fugitiva de la justicia. Si hubiera regresado a su celda y se hubiera limitado a esperar a la llegada de la policía, a lo mejor podrían haberse olvidado de todo. Entonces podría haber terminado de cumplir su condena tranquilamente, mientras esperaba a que la dejaran salir. Pero ahora era un problema, iban a tener que perseguirla, arrestarla y juzgarla de nuevo. Y le caería otra sentencia. Fetlock nunca iba a dejar que se saliera con la suya. No era de ésos.

—Pero ¿por qué ha huido? —preguntó Glauer, confuso—. No lo entiendo. ¡Pero si todo había terminado! Los vampiros han muerto. ¿Por qué se ha metido en este lío?

Clara sabía que Glauer había sido el encargado de acabar con Forbin. El grupo del SWAT que dirigía había encontrado a dos personas enredadas en una alambrada. Aunque inicialmente parecía que ambas intentaban liberarse, Glauer había tenido el aplomo suficiente para constatar que una de las dos personas estaba muerta y que la otra era en realidad una vampira, a la que se había cargado sin mayores contemplaciones. A veces uno tenía suerte.

Clara carraspeó.

—En realidad yo quería mostrarles otra cosa. El cadáver de la vampira está en esa torre de ahí.

Los llevó hasta la torre y, durante el trayecto, estuvo calibrando sus siguientes palabras.

—Me gustaría hacerle una autopsia exhaustiva a la directora.

—¿Por qué? —preguntó Fetlock—. Ya ha realizado una identificación positiva basada en su aspecto y su uniforme. A mí me parece que el caso está cerrado. ¿Es usted consciente de las ganas que tengo de cerrar de una vez este caso, agente especial Hsu?

—Sí, señor. Y le aseguro que ni el agente especial Glauer ni yo misma tenemos menos ganas que usted. Sin embargo, el cuerpo de la directora era casi irreconocible. Su rostro y sus manos han sufrido quemaduras de cuarto grado, por lo que ha sido imposible identificarla a partir de las huellas dactilares o incluso los registros dentales. Me gustaría comprobar si es posible llevar a cabo un análisis de ADN.

—Como quiera —respondió Fetlock—. Yo no veo qué necesidad tiene, pero si a usted la hace feliz… Aunque, ¿puede decirme por qué cree que ese cuerpo no corresponde a Augusta Bellows?

—Creo que Malvern nos ha estado engañando desde el principio —dijo Clara—. Creo que nunca tuvo intención de ocupar la prisión durante mucho tiempo y que tampoco esperaba que sus nuevas vampiras sobrevivieran. Creo que cuando vino aquí buscaba algo más que sangre fácil y reclutar nuevos efectivos.

—Bueno, evidentemente vino aquí por Caxton —dijo Fetlock—. Quería vengarse de ella, pero le ha salido el tiro por la culata.

—Es posible, señor, pero quisiera asegurarme. Permítame que le muestre por qué.

Clara los llevó al interior de la torre. Los cadáveres seguían en su sitio. Más tarde llevaría a cabo un examen en profundidad, pero de momento quería esperar hasta poder regresar a la torre con una cámara y documentar la escena. Tenía que hacerlo antes de que el mensaje final de Laura quedara destruido.

El suelo estaba lleno de los restos del proyector destrozado: fragmentos de cristal y esquirlas de espejo. Laura había dispuesto las piezas para formar tres palabras. No disponía de ningún utensilio normal para escribir su mensaje, pero como buena prisionera se las había apañado con lo que tenía. El mensaje era muy breve y simplemente decía:

NO ES ELLA

Una flecha señalaba el cuerpo de la vampira.

—Oh, vamos —dijo Fetlock con gesto disgustado—. Le falta un ojo, lleva el mismo camisón. Es cierto, está mucho más… en forma que otras veces, pero eso es tan sólo porque ha tomado mucha sangre. Tiene que ser Malvern. ¡Tiene que serlo!

La última vez que Clara había visto a la directora, a ésta le faltaba también un ojo; el izquierdo, lo mismo que a Malvern. Era perfectamente posible que se hubiera suicidado antes de la puesta de sol y que los engendros la hubieran metido en un ataúd: nadie la había visto desde que había abandonado el despacho. Clara recordaba que Bellows había llamado a Guilty Jen y que, poco después, se había oído un disparo. No era descabellado pensar que se tratara de Bellows al quitarse la vida, el último paso necesario para que la maldición se consumara y se convirtiera en una vampira.

En cuanto a Malvern, era probable que hubiera abandonado la prisión mucho antes de que la policía hubiera acordonado el perímetro. De hecho, podía haberse largado incluso antes de la puesta de sol del día anterior, justo después de mandar el mensaje de las «23 horas». Clara se había preguntado por qué el mensaje era tan breve, pero ahora comprendía que no tenía por qué tener ningún un significado concreto. Así, por ejemplo, podía querer decir que 23 horas después de su emisión Malvern sería una vampira libre. Y que estaría lejos, muy lejos de la prisión.

Para ello, podía haber dejado que la directora ocupara su lugar, que actuara y hablara como ella y que llevara su viejo camisón. Las dos podrían haber tramado el plan con mucha antelación. Bellows deseaba convertirse en vampira a toda cosa. A cambio, Malvern le habría pedido que fingiera ser ella y que se encargara de matar a Caxton. Pero Bellows no habría sabido nada de la pistola cargada que sus engendros habían dejado en el lugar apropiado, la última traición del plan de Malvern.

Y había estado a punto de salirse con la suya.

Al fin y al cabo, si Laura Caxton, la cazadora de vampiros más famosa del mundo, afirmaba haber acabado con Justinia Malvern, ¿quién iba a dudar de su palabra? Fetlock cerraría el caso y la caza de Malvern se daría por terminada. Y eso era exactamente lo que deseaba la vampira: que la policía dejara de vigilar todos sus movimientos y de tenderle trampas. Así, Malvern podría ocultarse a urdir sus planes, a la espera del momento apropiado para volver a atacar. Tal vez después de que todos estuvieran muertos.

Era el plan perfecto.

Y, viendo la cara de Fetlock, Clara no estaba segura de que no hubiera dado resultado. El marshal la observaba con una mirada de escepticismo.

—¿De veras espera que me crea la palabra de Caxton, sin más, cuando todas las pruebas apuntan en otra dirección? En cuanto a mí, Malvern está muerta. Caso cerrado. Y si está muerta, eso quiere decir que los vampiros se han extinguido y que nosotros hemos ganado.

Por su cara, resultaba evidente que se negaba a aceptar cualquier otra posibilidad. En otras palabras, que Malvern había vuelto a ganar.

Laura ya sabía que ésa sería su reacción. Por eso había huido.

Porque aquello no había terminado.