40
El cielo era azul y en lo alto había unas pocas nubes blanquecinas que huían empujadas por la brisa. Tras la penumbra y la opresión del interior de la cárcel, los ojos de Caxton tardaron un rato a adaptarse a aquel raudal de luz.
Caxton trepó hasta lo alto del tejado y se agarró al borde de la claraboya para no resbalar. La enfermería tenía un empinado tejado de pizarra, tan empinado que Caxton no se atrevía a ponerse de pie.
Ayudó a Gert a salir por la claraboya y la agarró por la parte trasera del mono para evitar que cayera. Entonces recuperó la cuerda y se la ató a la cintura, por debajo del mono; nunca se sabe cuándo puedes volver a necesitar una cuerda. Acto seguido estiró el cuello para echar un vistazo al centro de mando, que se alzaba en lo alto de la torre central de la cárcel como un ovni encima de un pedestal. Tenía todas las paredes de cristal y el tejado cubierto de focos reflectores, nidos de ametralladora y antenas. A través de las ventanas se entreveía el interior. A Caxton le pareció que no había nadie.
—Hemos tenido suerte —dijo Caxton—. No mires hacia abajo.
Gert tenía la vista fija en el borde del tejado. Si resbalaba, le esperaba un largo trayecto hasta llegar al suelo. Probablemente una caída de siete metros no la mataría, pero era probable que se rompiera una pierna o un brazo. Caxton no podía permitirse que ninguna de las dos cayera.
—No hay nadie en el centro de control ahora mismo. Como corté la electricidad no nos han podido vigilar a través de las cámaras de seguridad —le explicó a Gert, que en ningún momento se había interesado por saber por qué Caxton había decidido inutilizar la central eléctrica; simplemente había asumido que su compañera de celda sabía lo que se hacía—. No tienen ni idea de dónde estamos. Además, parece que sin la electricidad necesaria para utilizar las máquinas de ahí arriba, han creído que no valía la pena dejar a nadie en la torre, vigilando simplemente a través de las ventanas. Si lo hubieran hecho, estaríamos jodidas.
—Pues yo creo que lo estamos, y bastante —dijo Gert.
Su voz sonó como si tuviera problemas para respirar y Caxton se preguntó si su compañera de celda tendría miedo a las alturas. Si así era, la siguiente parte de su plan iba a resultar difícil. Sin embargo, la mejor forma de conseguir que alguien tenga miedo a las alturas es hacerlo subir a un tejado y, una vez allí, preguntarle si tiene miedo de caerse, de modo que Caxton optó por no decir nada al respecto.
—Tenemos que llegar hasta allí —dijo Caxton, señalando la torre central con la cabeza— y encontrar la forma de entrar. Si actuamos juntas será sencillo.
—¿Vas a enseñarme a volar? —preguntó Gert.
—No, vamos a ir andando. Una persona sola no podría, pero dos sí. Pero para ello tienes que hacer exactamente lo que te voy a decir, ¿de acuerdo?
—Vale —dijo Gert, que miró fijamente a Caxton. Tenía algo raro en los ojos—. Claro que sí, voy a hacer lo que tú digas y así no me voy a morir. Me gusta esa parte del plan, la parte donde no me muero. —Gert echó otro vistazo al borde del tejado—. ¿Podemos hacerlo ahora? ¿Ahora mismo?
—Desde luego —dijo Caxton—. No te olvides de respirar.
Gert asintió con la cabeza y respiró profundamente varias veces. Aquello pareció calmarla un poco.
—Como ya has visto, el tejado es demasiado empinado para caminar por él —dijo Caxton—. Pero si nos colocamos una a cada lado, podemos hacer mutuamente de contrapeso. Tú pasarás al otro lado y yo me quedaré en éste. Nos daremos la mano, nos agarraremos con todas nuestras fuerzas, y así no se va a caer ninguna de las dos. Porque como te sueltes…
—No voy a soltarme —le aseguró Gert.
—Vale. También es importante que caminemos a la misma velocidad. Bueno, vamos allá.
Caxton le tendió una mano y Gert se la agarró. Con cuidado de no hacer un contrapeso excesivo, Caxton se puso lentamente de pie mientras Gert hacía lo propio. Se agarraban de la mano con tanta fuerza que ésta pronto empezó a dolerle, pero Caxton ignoró el dolor.
—Primero el pie izquierdo.
Pert dio un paso con extrema precaución, arrastrando los dedos por encima de una teja de pizarra. Caxton también movió el pie.
—Ahora el derecho… Izquierdo.
—¡Espera! Vale —dijo Gert, que dio su primer paso por el tejado. Entonces miró a Caxton y se echó a reír. De hecho, se rió de forma un tanto excesiva—. Ya lo tengo. Ahora izquierda. Ahora derecha, y otra vez izquierda.
—No tan rápido, Gert —dijo Caxton—. No puedo seguirte.
—¡Pero si es facilísimo! —exclamó Gert con otra carcajada—. Izquierda y…
Caxton perdió pie. Las tejas de pizarra eran viejas y estaban gastadas por el agua. Una se había roto, y a Caxton le había resbalado el pie derecho. Intentó recuperar el equilibrio y saltó a la pata coja mientras Gert la arrastraba hacia delante.
—¡Derecha! ¡Izquierda! ¡Derecha, izquierda, derecha! ¡Yujuuuu! ¡Izquierda!
—¡Gert! —exclamó Caxton, que volvió a resbalar. Le costaba una barbaridad agarrarse al tejado. Si resbalaba con los dos pies a la vez se iban a caer las dos—. Gert, para un segundo. ¡Gert!
Pero Gert avanzaba prácticamente a la carrera, levantando las rodillas. Le estaba aplastando la mano a Caxton y su apretón resultaba cada vez más y más doloroso.
—¡Izquierda, derecha, derecha! ¡Jajaja, te he engañado! —dijo Gert, sin dejar de tirar de Caxton. Ésta empezó a gritar…
Y de pronto se detuvo: habían llegado al final del tejado. Frente a ellas había un desnivel de metro y medio hasta llegar a un tejado de cemento que cubría una de las pasarelas que conducía a la torre central. Gert le soltó la mano a Caxton y saltó como si nada.
Durante un segundo eterno, Caxton intentó desesperadamente agarrarse a las tejas de pizarra con los pies y las manos. Las tejas crujieron y se agrietaron bajo la presión de sus dedos. Sus uñas se clavaron donde pudieron, pero aun así estaba cayendo, notaba cómo iba resbalando, cómo perdía la batalla y…
Gert la agarró por un brazo y una pierna, y la dejó encima del tejado plano de la pasarela.
—A esto lo llamo yo trabajo en equipo —dijo Gert.
Caxton se frotó el brazo, que se había arañado. Tenía la mano entumecida donde Gert la había estado agarrando y los pies enrojecidos y despellejados. Pero estaba viva.
—Vamos —dijo.
Ante ellas, en la pared de la torre central, se abría una ventana a través de la cual veían una sala vacía. La ventana no tenía barrotes, pero el panel era más grueso de lo habitual y no brillaba como el cristal. Caxton dio un golpecito con los nudillos y escuchó el sonido que hacía.
—Es cristal blindado. No conseguiremos romperlo en la vida —le dijo a Gert.
—¿Cómo?
Caxton se quedó mirando a su compañera de celda. Gert tenía la cara enrojecida y el sudor le perlaba la frente y la barbilla. Tenía las pupilas exageradamente dilatadas.
—¿Qué? No, ni hablar. Joder, no he venido hasta aquí para…
Pero en lugar de terminar la frase, Gert arremetió con el hombro contra la ventana, una y otra vez.
—¡Gert, ya basta! —exclamó Caxton.
La muchacha paró inmediatamente. Entonces se sentó en el hormigón y empezó a morderse las uñas.
—Tú te has tomado algo —dijo Caxton.
—¿Qué?
Caxton cogió a Gert por la barbilla empapada de sudor y se la levantó para obligarla a que la mirara a los ojos.
—Cuando has entrado en la enfermería, te has tomado algo aprovechando que no miraba. ¿Qué te has tomado?
—No sé de qué me hablas —respondió Gert, arrastrando las palabras.
Caxton soltó un gruñido de frustración. No sabía si era mejor obligar a Gert a vomitar o dejar que se le pasara por sí misma. Sin saber qué estimulante había tomado Gert era imposible responder a esa pregunta.
Caxton decidió que ya se preocuparía de eso más tarde. De momento se limitó a estudiar la ventana: estaba montada en el marco, perfectamente encajado al muro de ladrillo de la torre. No había nada a qué agarrarse, nada que pudiera romper o forzar. La ventana tenía dos paneles, uno de las cuales podía deslizarse encima del otro para abrirla y… y… no tenía el seguro puesto.
Caxton puso las dos palmas de las manos encima del panel de la ventana y la empujó. Éste se deslizó por un riel y se abrió casi sin esfuerzo.
Caxton entró en la torre central y bajó sin problemas al suelo de la sala. Gert la siguió un segundo más tarde.