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Guilty Jen echó un vistazo por una de las ventanillas de la sala de interrogatorios.

—Ya no falta mucho. Dentro de una hora, más o menos, se pondrá el sol. Y entonces nos largamos de aquí, ¿de acuerdo, chicas?

—Joder, sí —dijo Queenie.

Las demás parecían compartir su sentimiento.

Clara se volvió a mirar de nuevo a Marty, el ex guardia de la prisión, pero una vez más éste se negó a devolverle la mirada. En cualquier caso, Clara era consciente de que había conseguido algo más de tiempo. Había logrado convencer a Jen de que la entregara directamente a Malvern y eso le iba a permitir conservar la vida unas horas más.

Pero a medida que pasaba el tiempo, parecía evidente que no iba a servir de nada. Fetlock debía estar ya apostado fuera de la cárcel. Había tenido medio día para reunir a los grupos del SWAT y colocarse en posición. Aun así, no había tenido ninguna noticia de él a través de la BlackBerry y ni ella ni ninguna de las otras chicas habían oído que la policía estuviera rodeando ruidosamente la prisión. ¿Qué podía estar reteniéndolo?

A lo mejor había sido estúpida al confiar en su jefe. Sabía lo mucho que le costaba pasar a la acción. Hasta entonces había creído que actuaba así porque era prudente, aunque también sabía lo que Clara pensaba de las personas que eran excesivamente cautos al enfrentarse a los vampiros: ellos lograban sobrevivir a la noche, ciertamente, pero otros morían en su lugar.

Fetlock no había tenido reparos en tomarse su tiempo mientras Malvern andaba suelta, matando gente cada noche. Había optado por darle tiempo y esperar a que cometiera un error, un paso en falso. Sin embargo, a la hora de la verdad eso había permitido a la vampira preparar su plan a conciencia y pensar en todos los detalles necesarios para tomar la prisión. Y, ahora, ¿cuántas vidas más estaba dispuesto a sacrificar antes de decidir que había llegado el momento para atacar? Fetlock tenía que estar ahí fuera; sabía lo que estaba sucediendo pero quería asegurarse de que también él lo tenía todo pensado antes de tomar una decisión.

Clara era muy consciente de que su vida habría acabado en el preciso instante en el que el sol se pusiera tras el horizonte. Hacía ya un buen rato que había perdido la esperanza de que Laura fuera a rescatarla. A lo mejor… sí, a lo mejor aún albergaba una brizna de esperanza, aunque cada vez le parecía más vaga.

La BlackBerry volvió a sonar y Clara levantó los ojos. A lo mejor era Fetlock, que llamaba para avisar de que estaba ya de camino…

—¿Sí? —dijo Jen, que pulsó el botón que conectaba el altavoz.

—Hola, Jen. Aquí tu vecina y amiga, la directora de nuevo. Sólo llamaba para ver qué tal os van las cosas.

—Ya te he dicho que no vamos a negociar contigo, zorra. Quiero hablar con la hija de puta que está al mando y no tengo ningún inconveniente en esperar a que despierte.

La directora se rió.

—Sí, eso ya me ha quedado claro antes. Sólo quería ponerte al corriente de las últimas noticias. Sé que tú y Laura Caxton sois viejas amigas y he pensado que te interesaría saber que acabo de toparme con ella.

A Clara se le aceleró el corazón, pero hizo un esfuerzo por no mirar el teléfono con ojos como platos, ni revelar su entusiasmo.

—Vaya, veo que no te ha matado —respondió Guilty Jen—. Ya sabía yo que era una débil…

—Habría podido hacerlo, pero yo soy más lista de lo que tú crees. En todo caso, cuando la he dejado se dirigía hacia el hub. Sabes lo que es el hub, ¿verdad, Jen? Es fácilmente accesible desde cualquier punto de la prisión. Estés donde estés escondida, no tardarías más que unos segundos en llegar. Ah, por cierto: todas las puertas entre tú y el hub están abiertas. Aunque no sé por qué te lo digo, ya que no tienes ningún motivo para ir hasta allí…

—Eso es —respondió Jen—. ¿En serio crees que vas a convencerme tan fácilmente? No pienso ir hasta allí para que puedas tendernos una emboscada y recuperar a tu rehén. ¿Me tomas por imbécil? Además, dentro de una hora Caxton estará muerta. En cuanto la vampira despierte, le chupará la sangre.

—¿Estás segura de eso, Jen? No conoces a la señorita Malvern, ¿verdad? Pues yo sí. En realidad he pasado bastante tiempo con ella y por eso sé que le gusta darles un giro irónico a las situaciones. No tiene ninguna intención de matar a Caxton. Lo que quiere es convencerla de que se convierta en vampira.

—Y una mierda.

La directora guardó silencio durante un momento.

—Si no quieres creerme, allá tú. Pero déjame que te recuerde algo. La primera vez que te encontraste con Caxton, cuando la atacaste en la cocina, no mató a ninguno de los miembros de tu banda. No quería tener que cargar con un asesinato. Y, aun así, a pesar de medir sus golpes, logró hacer papilla a todas tus chicas.

—Puedes estar segura de que si tus cerdos hubieran tardado un poco más en llegar, la habría…

—Es posible que le hubieras ganado, ya lo sé. Eres una chica muy dura, no lo dudo. Pero en cuanto se convierta en una vampira, Laura será diez veces más fuerte de lo que puedas imaginarte. Y no tendrá ningún reparo en cargarse a una basura despreciable como tú y las tuyas. Sólo quería compartir esta idea contigo.

Todos los ojos de la sala estaban fijos en el teléfono. Poco a poco, a medida que los cerebros de las presentes fueron procesando la información, los ojos fueron volviéndose hacia Guilty Jen.

Clara sabía lo que la psicópata estaba pensando, no habría resultado más obvio aunque lo hubiera llevado escrito en la frente. Laura Caxton la había hecho quedar como una inútil. Le había faltado al respeto de forma imperdonable. Y según el particular código ético por el que se regía Jen, eso significaba que Laura Caxton debía morir. Habría sido preferible que muriera a manos suyas, desde luego, pero habría bastado con que Malvern la destrozara de la forma más dolorosa imaginable.

Sin embargo, si Malvern tenía otros planes para ella, si pretendía volverla más fuerte, más peligrosa y casi invulnerable…

En el mejor de los casos, Guilty Jen no iba a tener posibilidad de vengarse. En el peor, iba a tener a una chupasangres despiadada pisándole los talones durante el resto de su vida, que tampoco iba a ser muy larga.

—Deja de mirarme, Featherwood —dijo Jen, que se mordió el labio.

—Perdona, Jen —tartamudeó Featherwood, apartando la mirada.

—No me gusta que me miren así.

Featherwood sacudió la cabeza. Clara no estaba muy segura, pero tenía la sensación de que la chica de la cara quemada tenía miedo.

—No te estoy mirando, te juro que no te estoy…

Guilty Jen le propinó tal golpe que salió volando a través de la sala. La cabeza de Featherwood rebotó contra la pared y la muchacha cayó al suelo hecha un ovillo, pero Guilty Jen ya se le había echado encima y empezó a pegarle puñetazos en el estómago.

Queenie y Maricona la cogieron por los hombros e intentaron apartarla. Durante un rato Guilty Jen intentó quitárselas de encima mientras seguía apaleando a la muchacha, pero finalmente terminó por dejarse dominar.

Featherwood se incorporó lentamente. Le sangraba la nariz y parecía incapaz de recobrar el aliento.

—¿Tienes algo que decir? —le preguntó Guilty Jen, pero la chica clavó los ojos en el suelo y ni siquiera levantó la cabeza.

Con un esfuerzo evidente, Featherwood logró reunir la fuerza necesaria para decir:

—Lo siento, Jen. No debería haberte mirado de esa forma. Lo… lo siento.

—No pasa nada —respondió Guilty Jen—. Que no se repita.

—Está bien que mantengas a tus chicas a raya —dijo la directora, y Clara dio un respingo al oír su voz; no era consciente de que la BlackBerry seguía conectada—. Pero si pretendes acabar con Caxton vas a necesitarlas a todas.

—Cierra la boca, zorra —dijo Jen, que cogió el aparato—. ¿No te he dicho ya que no pienso hablar contigo?

—Vale, como tú quieras. Ahora tengo que irme, Jen. Que tengas suerte.

La directora colgó. Guilty Jen soltó un gruñido y se guardó la BlackBerry en el bolsillo.

—He tomado una decisión —dijo—. No tiene nada que ver con lo que quiere esa vieja chocha, sino con lo que quiero yo. Y lo que quiero es…

Un estruendo la interrumpió. Era el sonido de un disparo y había sonado bastante cerca.

—¿Qué coño ha sido eso? —preguntó Marty.

Guilty Jen se abalanzó contra él y el hombre apartó la mirada. Pero la líder de la banda no lo golpeó. Seguramente lo único que quería era verlo estremecerse.

—No importa lo que haya dicho —dijo Guilty Jen, mirando a su alrededor. Sus ojos se detuvieron en Marty y en Clara—. Bueno —añadió—, recoged las cosas. Nos vamos.