VI

—Bisturí —pidió Vilmagem. Una mano enguantada se lo acercó. —Vamos —musitó, dándose ánimos.

Justo en el instante de ir a cortar, Aticus se incorporó como impulsado por un tremendo muelle, al mismo tiempo que de un manotazo desviaba el brazo del cirujano. Aticus parecía dormido, pero sus gritos y sus ademanes eran a la vez propios de un despierto.

—¡Anestesista! ¿Está usted imbécil? —Pero si yo...

Aticus volvió a quedar tendido. Al caer de plano con brusquedad su ojo adicional, el ántrax, la forma incógnita, saltó hacia delante contra la cara de Vilmagem, ocupando un puesto en su frente. Las enfermeras gritaron asustadas y los hombres retrocedieron. Un ruido de vidrios rotos atrajo la atención de todos hacia los tragaluces y miradores. El pánico se hizo mayor al ver ocho o más "ojos" atravesando los cristales como piedras lanzadas y que iniciaban una rauda persecución volando tras los ocupantes de la sala de cirugía. Uno a uno, en los pasillos, en el jardín, fueron atrapados por la frente, quedando convertidos en raros humanos de aspecto triocular.

—Hemos llegado —les gritaban unas desconocidas voces interiores.

—¡Socorro! ¡Socorro!...

Pero la demanda resultaba inútil, porque los "ojos cerebro" habían sido creados para buscar por sí mismos la base donde hacerse simbióticos. Llevaban demasiado tiempo vagando. Al fin, allí, el trabajo de la Gran Mente de Almuniak estaba ya completo. Ahora comenzaban ellos en favor de aquellas inteligencias miedosas y primitivas...