VIII

El ser descubrió al Bibi, oculto tras una abertura circular, mirándole con ojos de espanto. Pensó que era pieza segura de cobrar. Alzó muy despacio la bola amarilla que sujetaba en una mano y apuntó con ella al mismo tiempo que pensaba en los del ojo rojo: a lo mejor los había juzgado mal, tal vez volverían a buscarle para volverlo junto a sus mujeres y a sus hijos...