VII
Amuk cargó con dos grandes dardos venenosos la gran ballesta de su padre; entretanto sus horrorizados hermanos ni se atrevían a salir de debajo de las camas. Él tenía que protegerlos del espantoso monstruo de largas patas que se les venía encima emitiendo radiaciones agresivas. El monstruo era enorme como una montaña. Amuk no estaba plenamente convencido de que la horrible cosa pudiera ser derrotada con dos simples dardos tóxicos. No obstante, apuntó en cuanto la gran cabezota verde ocupó casi toda la ventana.