IX
Amuk no esperó más. Apretó el gatillo de la ballesta y los dos dardos escaparon como centellas hacia su objetivo. El monstruo chilló horriblemente y se contorsionó cuando los proyectiles se le incrustaron en la verde cabezota, y al fin quedó muerto con una gran expresión de perplejidad. Todos los niños dejaron su escondite y huyeron, con Amuk al frente, en busca de sus padres.