IV
Aticus se removió en el sillón.
—¿Quieres estarte quieto? —preguntó, exigente y nervioso—. ¿Cómo voy a saber, si no, qué demonios es esta porquería?
—No me la toques; me duele y me habla...
Vilmagem le lanzó una dura mirada de incredulidad y reproche.
—¡Deja de repetir esa tontería!
—No lo es... Esta cosa ha llegado de un planeta llamado Almuniak.
—¡Está bien! —Alargó el brazo para acercar más la luz de la lámpara—. Aticus, creo que debes acompañarme a una clínica... Esto es muy extraño... Allí hay especialistas y otros instrumentos de observación...
—¡No es extraño!... Te he explicado más de diez veces que se trata de...
—Bueno, bueno... Levántate... En la clínica te observaremos entre varios, y sea lo que sea daremos con ello... Sabremos qué clase de razón es la tuya.