Cuando la vida solo pende de un bolígrafo

Está usted festejando la obtención de su título de medicina en un restaurante cuando, de pronto, en la mesa contigua, uno de los comensales se atraganta con un trozo de comida. El hombre ya no consigue respirar. Y antes incluso de que alguien suelte la pregunta ritual —«¿Hay algún médico en la sala?»—, todos sus amigos lo miran. Bueno, hay que hacer lo que hay que hacer… ¡Imposible extraer el cuerpo extraño! El hombre se desvanece y se pone azul. La única solución se llama cricotiroidotomía. Un acto de urgencia que consiste en hacer una incisión en la piel por debajo del bocado de Adán, perforar la membrana cricotiroidea e introducir un tubo en la tráquea para la ventilación. En un restaurante, no le faltarán cuchillos bien afilados para servir de escalpelo. ¿Pero qué va a utilizar como tubo? ¡Que MacGyver y Bob el constructor le ayuden!

Afortunadamente para usted —y sobre todo para el ser inanimado que yace a sus pies—, ha leído un estudio publicado en 2010 por el Emergency Medicine Journal. Para sus autores británicos, el objeto corriente de la vida cotidiana que más se parece al famoso tubo salvador de vidas es un simple bolígrafo. Aunque no uno cualquiera. No debe ser demasiado ancho —para que entre por el pequeño corte—, ni tampoco demasiado estrecho —de lo contrario, los intercambios gaseosos serían insuficientes—, debe ser bastante largo para que un extremo quede bien insertado en el paciente mientras el otro salga lo suficiente para permitirle a usted practicar el boca a tubo, y bastante rígido para que las paredes no se peguen. Por esta razón, principalmente, en su restaurante no debe intentar reanimar al moribundo con una pajita de cóctel.

Otro punto importante que subraya el estudio: es preciso que la «construcción» del tubo —es decir, desmontar el bolígrafo para utilizar el fuste— sea rápida. Aquellos que, en sus tiernos años escolares, hayan transformado un Bic en cerbatana de bolsillo llena de bolitas de papel mascado tendrán una ventaja decisiva sobre los demás. Algunos modelos de bolígrafo son mucho más complicados de desarmar: además del tapón y el depósito de tinta, hay que retirar también el muelle que permite que la punta se retraiga. Veinte personas probaron ocho clases de bolígrafos distintos. El récord de tiempo para desmontar el más sencillo fue de tres segundos. Con el más complicado tardaron hasta ciento setenta segundos. Los investigadores evaluaron también la resistencia al flujo de aire de cada modelo para llegar a la conclusión de que dos de los ocho bolígrafos analizados, un Bic y uno de la marca Barón, aguantaban la comparación con el material de los botiquines de urgencia.

El único problema del estudio es que a los investigadores no les fue posible probar sus bolígrafos in vivo por razones éticas que de buenas a primeras les parecerán incomprensibles… Otro artículo, publicado por la misma revista en mayo, intentó ir más allá, poniendo a médicos muy jóvenes y a algunos estudiantes en el escenario de la asfixia, en el restaurante, y proponiéndoles que practicaran la cricotiroidotomía con un bolígrafo a algunos muertos. Catorce cadáveres se prestaron al experimento, pero la operación solo tuvo éxito en ocho de ellos, con algunos incidentes desagradables, como un cartílago roto, músculos cortados o vasos sanguíneos afectados. Los autores llegaron a la conclusión de que la opción era posible, sin duda, aunque solo debía efectuarse in extremis… ¿Y a usted qué le parece?