Los tragasables también sufren
El 13 de enero de 2012, Arianna Huffington, fundadora del Huffington Post, la ya célebre página web estadounidense de información y blogs, salió en «portada» de su propio medio. Su hazaña fue haber sacado una hoja de la garganta del tragasables Dan Meyer, poseedor de varios récords en esta disciplina milenaria. Pero Arianna Huffington debía de ignorar que Dan Meyer es, junto con el radiólogo británico Brian Witcombe, coautor de un estudio publicado en diciembre de 2006 en el muy serio British Medical Journal. El artículo en cuestión, que les valió en 2007 un Ig Nobel, suprema recompensa de la ciencia improbable, está consagrado a los pequeños problemas de salud que sufren los tragasables (que, técnicamente hablando, suelen ser espadas).
¡Cuidado! Solo estamos hablando de los verdaderos especialistas reconocidos por la oficialísima Asociación Internacional de Tragasables (SSAI, según el acrónimo inglés). Los que tragan mondadientes e imperdibles no fueron considerados en este estudio, en el cual se precisa, efectivamente, que «se han excluido los casos en los que la herida se ha producido al tragar objetos distintos a espadas, como cristales, tubos fluorescentes, fusiles de arpón o perforadoras neumáticas». No es tragasables quien quiere. Para obtener el título oficial de Auténtico Tragador de Armas Blancas —y la homologación de la SSAI—, los candidatos deben proporcionar pruebas de sus gargantas profundas. Es decir, vídeos en los que utilicen verdaderas espadas de acero, no retráctiles, cuya hoja mida un mínimo de 38 centímetros de largo por 1,3 de ancho.
Con el fin de reunir datos para su estudio, Brian Witcombe y Dan Meyer escribieron a ciento diez miembros de la SSAI para preguntarles detalles de su práctica (a qué edad y cómo habían aprendido ese arte, cuál había sido su consumo de hojas durante los tres últimos meses…) y, de ellos, unos cuarenta aceptaron abrir la boca y el expediente médico. Así, ciertos glotones reconocieron haber tragado varias espadas al mismo tiempo (¡hasta dieciséis!), otros haber ingurgitado trescientas durante el trimestre anterior a la encuesta y, por último, uno reconoció incluso haberse zampado una hoja de 79 centímetros de largo…
Semejante bulimia de tizonas no puede menos que dejar rastro, aunque algunos se llenen el estómago de comida o bebida para saturarlo y ponerlo en una posición más vertical, lo que facilita la inserción de las armas más largas hasta llegar a ese órgano. Durante el descenso a los infiernos gástricos, la espada, en su vaina esofágica, pasa rozando el corazón, la aorta y los pulmones, pero los autores del artículo del British Medical Journal no consiguieron encontrar ni rastro de accidentes mortales recientes. En cambio, entre el abanico de tragasables interrogados, algunos admitieron haber sufrido a veces dolor en el pecho o haberse retirado del gaznate una espada ensangrentada. Los casos más graves han sido perforaciones de la faringe y del esófago, pero el estudio relativiza esos accidentes explicando que, de vez en cuando, los médicos que practican una endoscopia fallan, con consecuencias a veces mortales. Dicho esto, el síntoma más frecuente entre los miembros de la Asociación Internacional de Tragasables es un dolor de garganta que les molesta al tragar la comida. ¿Deberíamos aconsejarles que no se coman los tenedores y los cuchillos al mismo tiempo?