Muertos en la carretera de las elecciones

A menos que hayamos pasado los últimos años en coma, en una isla desierta o en un simulador de misión espacial en el planeta Marte, es difícil ignorar que 2012 fue un año de elecciones presidenciales en Rusia, en Francia y en Estados Unidos, por citar solo algunos países. Mientras los franceses se disponían a acudir a las urnas, el domingo 22 de abril de 2012, para elegir a aquél o aquélla que iba a convertirse en inquilino del Palacio del Elíseo durante los siguientes cinco años, el deber de la ciencia improbable (y de quien se ha convertido en su cronista) era advertirles: al igual que cumplir con el deber electoral es un saludable ejercicio para la democracia, quienes lo cumplen se juegan la vida. Desde luego, no es cuestión de inscribir votar mata en cada papeleta pero, según un estudio publicado en 2008 por el Journal of the American Medical Association (JAMA), la Huesuda aprovecha cada elección presidencial para cobrarse una tasa suplementaria entre los vivos.

Los dos autores del artículo, Donald Redelmeier (de la Universidad de Toronto, Canadá) y Robert Tibshirani (de la Universidad de Stanford, en California), partieron de la siguiente constatación: «Los resultados de las elecciones presidenciales estadounidenses tienen graves consecuencias en la salud pública, por su influencia en la política de sanidad, en la economía, y por medio de diversas decisiones políticas. No tenemos conocimiento de estudios que examinen si, durante el escrutinio, el propio proceso electoral tiene un efecto directo en la salud pública. Emitimos la hipótesis de que la movilización del aproximadamente 50 o 55% de la población, acompañada por la dependencia de los estadounidenses del automóvil, podría conducir a un aumento de fatales accidentes de circulación durante las elecciones presidenciales en Estados Unidos».

Y los dos investigadores recuperaron todos los datos referentes a las muertes en carretera durante los ocho escrutinios presidenciales que se celebraron de 1976 (elección de Jimmy Cárter, partido Demócrata) a 2004 (reelección de George W. Bush, partido Republicano). Puesto que la elección siempre tiene lugar un martes, compararon el número de muertos de aquellos días con los martes anteriores a las votaciones y los martes posteriores. Solo se tomaron en consideración los accidentes mortales acaecidos durante las horas de apertura de los colegios electorales, es decir, de las 8 h de la mañana a las 19:5911. El resultado fue irrebatible: cada día de elecciones se mataron en la carretera, por término medio, 158 personas en el territorio estadounidense, es decir, trece cada hora, mientras que los martes «normales» solo se produjeron 134 víctimas, es decir, once cada hora. El muerto tipo es un hombre joven de los estados del sur.

Para explicar esta supermortalidad, constante durante decenios, los autores apuntaron varios factores: una circulación más densa que de costumbre, el desconocimiento de la carretera que lleva al colegio electoral, el estrés debido a la mayor presencia de fuerzas policiales en las calles, los errores de personas poco acostumbradas a coger el volante o, sencillamente, la distracción del conductor aquel día importante. Dos versiones: «Bueno, entre Sarkozy y Poutou —que es como decir en España entre Rajoy y Llamazares—, ¿quién es mejor?». ¡Patapam! O tal vez: «¡Cariño, no puedes hacerme esto! Te juro que si votas a ese candidato, yo meteré en la urna la papeleta de…». ¡Catacroc!

El firmante de estas líneas se niega a ser considerado responsable del índice de abstención que pueda producirse en las próximas elecciones.