16

¡Marilyn Monroe asesinada! Pensé que todos tenemos derecho a sostener una tesis disparatada. De cualquier modo, no tenía ganas de escribirle a mi padre acerca de Mangosta. Durante meses le había estado enviando cartas a Kittredge, cuya primera línea representaba una variante de «Sé que últimamente no he dicho demasiado acerca del progreso de la operación, pero no hay mucho que informar».

Luego, aumentaba nuestras actividades en la medida en que me era posible.

Casi todas las noches, una o más de nuestras embarcaciones en Miami o los cayos, partía subrepticiamente a su cita en la costa cubana; en ocasiones, hasta veinte lanchas neumáticas se arriesgaban a hacer ese viaje de ida y vuelta. Harvey, expandiendo el concepto que tenía mi padre sobre los buques nodriza, adquirió varios yates con capacidad para transportar lanchas de buen tamaño para las acciones de desembarco. Contábamos incluso con dos patrulleras de la Armada, la Rex y la Leda, que cumplían la función de buques insignia. Cada vez que los veía en un muelle o un puerto deportivo, notaba que habían cambiado de color. La cubierta, antes de un verde pavo real, y el casco, pintado de aguamarina, ahora eran una combinación de rosa oscuro y blanco. Harvey estaba decidido a que los barcos de nuestra flota parecieran embarcaciones de paseo y no barcos de guerra; la artillería —cañones navales de 40 mm, ametralladoras calibre 50 y fusiles sin retroceso calibre 57— se guardaba bajo cubierta. Ambos buques insignia llevaban a estribor una grúa desmontable que, cuando estaba armada, podía bajar y subir nuestras lanchas neumáticas con motores fueraborda de ciento veinte caballos de potencia para las breves y rápidas incursiones en la costa. Harvey registró estas lanchas en Nicaragua, e hizo que figurasen como propiedad de corporaciones de papel relacionadas con compañías navieras cuyo dueño era Somoza. Mangosta Oceánica, una compañía con sede en uno de los escritorios de Zenith, pagaba los gastos de mantenimiento de las embarcaciones. Los salarios de la tripulación cubana provenían de una fábrica de conservas de Key West. Yo buscaba información para satisfacer la pasión de Kittredge por los detalles, pero las cartas que debía escribirle empezaban a gravitar en mi sistema nervioso. No hacía más que pensar en el desastre que supondría el que Harlot descubriese nuestra correspondencia. Sería horrendo, a menos que provocase el divorcio, en cuyo caso yo podría casarme con ella, pero ¿qué sucedería si otro agente se enteraba? En ese caso, Kittredge y yo podíamos seguir con nuestra correspondencia desde celdas de máxima seguridad. Si bien el riesgo mismo debe de haberle atraído, yo soportaba estas cartas como otra carga sobre el alma de Harry Hubbard, y me esforzaba por decirle cada vez más. Pues siempre había más.

Para mantener el control, Harvey había organizado cada nueva red en un racimo separado de células, y como le gustaba mantener cada célula aislada, acabamos teniendo puestos de espionaje que a menudo no desempeñaban más que una función. Por ejemplo, contábamos con un grupo de cuatro contables en el Ministerio de Hacienda de La Habana cuyas labores eran elegantes: habían logrado malversar suficientes fondos del gobierno para financiar una buena parte de nuestra operación en Cuba. Imaginaba a Castro ante su escritorio, buscando un papel especial entre una montaña de expedientes, sin encontrar jamás el documento que necesitaba porque uno de sus secretarios personales ya nos lo había pasado a nosotros. Cuba se erguía en mis sueños como un montón de estiércol. Me preguntaba cómo podía funcionar ese país; luego pensaba que en su caos residía su poder. Cuba vivía en medio de un desorden tal que nuestra contribución sólo formaba parte del montón. Era la única respuesta a cómo era posible que funcionara el DGI cuando nuestra Inteligencia se veía impotente para controlar a la mayoría de los cubanos de JM/OLA. En ocasiones, nuestros exiliados, al regresar a Miami después de una incursión exitosa, convocaban a una conferencia de Prensa, no autorizada, para jactarse de sus hazañas, y coronaban el acto con un desfile por la calle Ocho, en La Pequeña Habana. Harvey, furioso, los expulsaba sin pagarles, pero al cabo de un mes o dos se veía obligado a tomarlos de nuevo. Tratábamos de impedir que los cubanos de JM/OLA se relacionaran con los exiliados menos disciplinados. Aun así, muchas veces perdíamos a nuestros mejores hombres. Después de todo, desalentábamos la publicidad, en tanto que ellos la ansiaban. La buena publicidad, me decían, equivalía a «plátanos maduros», que en su argot significa algo así como «chochos calientes».

Me habría gustado escribirle a Kittredge acerca de Roselli, que estuvo muy activo durante la primavera y el verano, aunque no hacía más que embarcarse en empresas que quedaban en la nada. Las píldoras que le dimos llegaron a su contacto final, pero no fueron más allá. «Las condiciones son inapropiadas», se nos decía. Yo podía comprender el temor honesto de un camarero que tenía que vivir noche tras noche con la ansiedad de que Fidel pudiera, o no, llegar al restaurante a medianoche. Indudablemente, estos agentes terminaron desprendiéndose de las píldoras. ANCHOA, también conocido como CAVIAR, no iba a ninguna parte.

Algunas veces le escribía acerca de la guerra continua entre Lansdale y Harvey, pero eso terminaba siendo predecible. Harvey sólo tenía epítetos para Lansdale: «Genio juvenil típicamente americano», «cabeza de cacahuete», «Li'l Abner», eran los más corrientes. Lansdale, por su parte, también se quejaba.

—Es imposible —me decía— hacer que algo funcione con Bill Harvey. Si pido una estimación completa de algún proyecto serio, puedo considerarme afortunado si recibo un memorándum de una frase. Si le digo que quiero más, me responde: «General, no tengo la intención de transmitirle a usted cada uno de los detalles de esta operación». En una oportunidad, extendí los brazos encima del escritorio, miré a Harvey a los ojos y a punto estuve de estrangularlo con mis propias manos, y bien sabes que no soy un hombre violento. «Bill Harvey, entienda esto bien —le dije—; yo no soy el enemigo.» No sirvió de nada. De nada en absoluto. ¿Quieres saber cuál fue su reacción? Levantó una de sus rollizas piernas, se hizo a un lado y ventoseó delante de mí.

—¿Ventoseó? —lo interrumpí, como si se tratara de algo que necesitaba confirmación.

—Sí. Se tiró un pedo. Llenó el despacho de un olor atroz. Ningún villano shakesperiano podría haberme dado una muestra más clara de odio. ¡Qué persona horrible es Bill Harvey! Sacó el cuchillo que lleva atado al tobillo y empezó a limpiarse las uñas. Es intolerable.

A medida que Lansdale hablaba, yo asentía de tanto en tanto, para indicarle que estaba prestando atención. No dije nada. No sabía qué decir sin traicionar a Harvey, o a mí mismo, o sin parecer que simulaba comprenderlo. También me di cuenta, por último, que no esperaba que dijese nada. Si había comenzado mi trabajo como enlace creyendo que sería un principio de conexión, de pronto comprendí que no era más que un punto y coma instalado para mantener a los elementos en una especie de relación extendida, bien separados.

El fantasma de Harlot
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
Section0001.xhtml
Section0002.xhtml
Section0003.xhtml
Section0004.xhtml
Section0005.xhtml
Section0006.xhtml
Section0007.xhtml
Section0008.xhtml
Section0009.xhtml
Section0010.xhtml
Section0011.xhtml
Section0012.xhtml
Section0013.xhtml
Section0014.xhtml
Section0015.xhtml
Section0016.xhtml
Section0017.xhtml
Section0018.xhtml
Section0019.xhtml
Section0020.xhtml
Section0021.xhtml
Section0022.xhtml
Section0023.xhtml
Section0024.xhtml
Section0025.xhtml
Section0026.xhtml
Section0027.xhtml
Section0028.xhtml
Section0029.xhtml
Section0030.xhtml
Section0031.xhtml
Section0032.xhtml
Section0033.xhtml
Section0034.xhtml
Section0035.xhtml
Section0036.xhtml
Section0037.xhtml
Section0038.xhtml
Section0039.xhtml
Section0040.xhtml
Section0041.xhtml
Section0042.xhtml
Section0043.xhtml
Section0044.xhtml
Section0045.xhtml
Section0046.xhtml
Section0047.xhtml
Section0048.xhtml
Section0049.xhtml
Section0050.xhtml
Section0051.xhtml
Section0052.xhtml
Section0053.xhtml
Section0054.xhtml
Section0055.xhtml
Section0056.xhtml
Section0057.xhtml
Section0058.xhtml
Section0059.xhtml
Section0060.xhtml
Section0061.xhtml
Section0062.xhtml
Section0063.xhtml
Section0064.xhtml
Section0065.xhtml
Section0066.xhtml
Section0067.xhtml
Section0068.xhtml
Section0069.xhtml
Section0070.xhtml
Section0071.xhtml
Section0072.xhtml
Section0073.xhtml
Section0074.xhtml
Section0075.xhtml
Section0076.xhtml
Section0077.xhtml
Section0078.xhtml
Section0079.xhtml
Section0080.xhtml
Section0081.xhtml
Section0082.xhtml
Section0083.xhtml
Section0084.xhtml
Section0085.xhtml
Section0086.xhtml
Section0087.xhtml
Section0088.xhtml
Section0089.xhtml
Section0090.xhtml
Section0091.xhtml
Section0092.xhtml
Section0093.xhtml
Section0094.xhtml
Section0095.xhtml
Section0096.xhtml
Section0097.xhtml
Section0098.xhtml
Section0099.xhtml
Section0100.xhtml
Section0101.xhtml
Section0102.xhtml
Section0103.xhtml
Section0104.xhtml
Section0105.xhtml
Section0106.xhtml
Section0107.xhtml
Section0108.xhtml
Section0109.xhtml
Section0110.xhtml
Section0111.xhtml
Section0112.xhtml
Section0113.xhtml
Section0114.xhtml
Section0115.xhtml
Section0116.xhtml
Section0117.xhtml
Section0118.xhtml
Section0119.xhtml
Section0120.xhtml
Section0121.xhtml
Section0122.xhtml
Section0123.xhtml
Section0124.xhtml
Section0125.xhtml
Section0126.xhtml
Section0127.xhtml
Section0128.xhtml
Section0129.xhtml
Section0130.xhtml
Section0131.xhtml
Section0132.xhtml
Section0133.xhtml
Section0134.xhtml
Section0135.xhtml
Section0136.xhtml
Section0137.xhtml
Section0138.xhtml
Section0139.xhtml
Section0140.xhtml
Section0141.xhtml
Section0142.xhtml
Section0143.xhtml
Section0144.xhtml
Section0145.xhtml
Section0146.xhtml
Section0147.xhtml
Section0148.xhtml
Section0149.xhtml
Section0150.xhtml
Section0151.xhtml
Section0152.xhtml
Section0153.xhtml
Section0154.xhtml
Section0155.xhtml
Section0156.xhtml
Section0157.xhtml
Section0158.xhtml
Section0159.xhtml
Section0160.xhtml
Section0161.xhtml
Section0162.xhtml
Section0163.xhtml
Section0164.xhtml
Section0165.xhtml
Section0166.xhtml
Section0167.xhtml
Section0168.xhtml
Section0169.xhtml
Section0170.xhtml
Section0171.xhtml
Section0172.xhtml
Section0173.xhtml
Section0174.xhtml
Section0175.xhtml
Section0176.xhtml
Section0177.xhtml
Section0178.xhtml
Section0179.xhtml
Section0180.xhtml
Section0181.xhtml
Section0182.xhtml
Section0183.xhtml