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El esfuerzo consciente de mirar a Roselli como si fuera algo que se pudiese borrar de la pared me había dejado tan cansado como un modelo que se ha mantenido en la misma posición durante demasiado tiempo. Harvey, que podía sentirse igualmente cansado, no habló en el viaje de regreso, sino que se limitó a servirse un martini. Una vez que hubo descendido de su Cadillac, dijo: —Cuando le hagas el informe a Su Señoría, dile que le pida a Helms que dé el visto bueno a Trafficante. Ésta es una albóndiga podrida y no quiero comérmela yo solo.

Envié una descripción de seis páginas a LÍNEA/VAMPIRO-DESVÍO ESPECIAL con todo lo sucedido, pero mientras escribía a Harlot, empecé a pensar si sería correcto informar también a Kittredge.

Decidí no hacerlo. Parte del material era demasiado privilegiado. Pero debía decirle algo, de modo que le envié la siguiente ficción:

27 de abril de 1962

Querida Kittredge:

Se está preparando la línea de acción más extraordinaria que puedas imaginarte, y ahora me doy cuenta de por qué Harvey no me quería como su ayudante, y también por qué Hugh pensaba que yo era la persona adecuada. Sin embargo, no debes indicarle a Su Alteza, ni insinuarle siquiera, que tú lo sabes, pues estamos ante una buena operación: el secuestro de Fidel Castro. Si todo sale bien, lo meteremos en un avión, lo llevaremos a Nicaragua, ileso, y dejaremos que Somoza, que ama la publicidad, se haga cargo de él. Se repite lo de la bahía de los Cochinos, en el sentido de que nosotros nos mantendremos al margen, sólo que esta vez puede funcionar. Los nicaragüenses someterán a Castro a un juicio. Se redactarán leyes especiales para la ocasión y se declarará que es una grave felonía que un estadista latinoamericano haya introducido el comunismo soviético en este hemisferio. Lo más importante de esta treta prodigiosamente teatral, es que Castro parecerá un subalterno y no un mártir. Lógicamente, Cuba se verá sumida en el caos.

Los peligros son obvios. Nuestro mayor temor es que Castro pueda morir en la operación, motivo por el cual ahora Harvey ha iniciado una búsqueda de talentos para reclutar sólo al personal latino más especializado. Esto también me permite darme cuenta de por qué lo entusiasmaba tan poco el que yo lo acompañase. Es obvio que estoy fuera de mi elemento. Por otra parte, dado que se juega el todo por el todo, Hugh debe de haber necesitado a alguien en quien confiar, alguien capaz de informarle con exactitud lo que hace Harvey.

Te daré más detalles a medida que continúen nuestras reuniones con varios grupos de exiliados extremistas. Mi próxima carta, presumiblemente, será más larga. De ahora en adelante, refiérete a la operación como CAVIAR.

Fiel a los hechos,

tu

HERRICK

La mendacidad no me molestaba. En verdad, estaba contento con mi ingenio. En caso de que Castro fuese asesinado, podía atribuírselo a un secuestro fallido; si la operación fracasaba, pues bien, sencillamente había sido demasiado difícil.

Ese mismo día llegó una carta de Kittredge, que se cruzó con la mía. Ofrezco un extracto de ella.

... No te sientas desalentado si últimamente mis cartas te han resultado demasiado grandilocuentes. Si me muestro tan ansiosa por saber lo que estás haciendo, no se debe a que sea víctima de una ambición fáustica que me obligue comprender a la Agencia y me haga guiar a los hermanos K a través de toda clase de peligros. No, mi motivo es esencialmente modesto. En verdad, Harry, necesito saber mucho más acerca de todo, por si alguna vez logro escribir sobre Alfa y Omega en las distintas esferas de la vida. Salgo, naturalmente, y conozco personas, pero sé muy poco acerca de la manera en que funcionan los mecanismos en el gran mundo exterior.

Me sentí apenado al leer este pasaje. Kittredge quería saber cómo funcionaban los mecanismos y yo estaba inventando una maquinaria surrealista para ella. A mi mente acudió la línea de un libro cuyo título no pude recordar: «Porque precisamente cuando nos acercamos más el uno al otro nos rechazamos con una mentira, y seguimos adelante a trompicones, tratando de comprendernos en base a las percepciones erróneas del pasado».

De pronto me sentí agitado. Tuve que recordarme que ella también podía jugar conmigo, y algunos de sus juegos no eran particularmente atractivos. Le contesté con la siguiente nota:

28 de abril de 1962

Kittredge:

Han pasado meses. ¿Qué querías decirme de Modene? Los amores a medias mueren mejor cuando se los entierra del todo.

30 de abril de 1962

Queridísimo Harry:

Te debo diez mil disculpas. No he tenido tiempo de escribirte la carta que el tema se merece. Como tengo veinte páginas de transcripciones que tú no has visto, me siento tentada de enviártelas en un paquete, pero sé que te debo un resumen y trataré de dártelo. Concédeme un poco de tiempo.

Entretanto, mantenme informada con respecto a CAVIAR. No puedo creer tu última carta. No es extraño que el gordo sea una leyenda. ¡Y Hugh! La sociedad tiene suerte de que no haya optado por ser un archicriminal.

1 de mayo de 1962

Escribo esto con mucha prisa, Kittredge.

Hace tres días volé a Washington, recogí algunos elementos de TSS que se usarán para CAVIAR, y regresé el mismo día. A la mañana siguiente, Harvey y yo nos reunimos con un representante italoamericano de los nicaragüenses en el bar del aeropuerto de Miami. Este italiano, que se hace llamar Johnny Ralston, vestía un traje de seda, hecho a medida, que brillaba tanto como su pelo, sus zapatos de piel de caimán y su reloj de oro. Harvey llevaba su acostumbrada camisa blanca y traje negro con manchas de sudor en las axilas, causadas por la pistolera. Tenía la camisa medio salida de los pantalones debido a la otra pistola que carga a la cintura. Yo me sentía un impostor. (Tenía puesta una camisa floreada.) Harvey tomó sus martinis dobles, Ralston pidió Stolichnaya con hielo, y las cuatro cápsulas que yo había llevado le fueron entregadas.

Después de las copas salimos al aparcamiento del aeropuerto, donde Harvey señaló a Ralston un camión. Yo había estado atareado desde las seis de la mañana alquilando ese camión y ayudando a cargar fusiles checos, ametralladoras de Alemania del Este y varios explosivos, detonadores, radiotransmisores y un precioso radar para barco de nuestro depósito en JM/OLA, todo por valor de cinco mil dólares. Harvey se limitó a entregarle las llaves del camión a Ralston, una vez hecho lo cual, nos fuimos. Nuevamente pude comprobar que uno suda incluso en las transferencias más limpias.

Esa misma tarde surgió un terrible problema. Bobby Kennedy nos visitó durante un par de horas para recorrer JM/OLA, y Harvey le mostró los salones de Zenith. Como te imaginarás, ninguno de los dos disfruta con la compañía del otro. En el Centro de Mensajes, Kennedy se alejó y empezó a leer los códigos de algunos cables. Uno de ellos le llamó particularmente la atención; sin duda, se trataba de una información a la que podría referirse en la siguiente reunión del Grupo Especial, Aumentado, de modo que arrancó el cable y se dirigió a la puerta.

Harvey corrió tras él y olvidando todo protocolo empezó a gritarle: «¡Un momento! ¿Dónde va usted con ese papel?». Kennedy se detuvo como si le hubieran pegado un tiro. Harvey vio la oportunidad de desquitarse por algunas de esas tempestuosas reuniones en el GEA. «Fiscal General —bramó—, ¿tiene idea de cuántos indicadores de mensajes y códigos operativos están escritos en ese papel? No puedo dejarlo salir de este lugar con él.» Sin más, se apoderó del papel con una mano y le abrió los dedos a Bobby con la otra. No me imagino qué repercusiones pueda tener este suceso.

Tuyo

H.

4 de mayo de 1962

Queridísimo H.:

Hace poco más de un mes, Hugh y yo fuimos invitados a comer a la Casa Blanca. Antes de irnos, Jack me llevó aparte diez minutos y me dijo que ese día había tenido un almuerzo extraordinario con J. Edgar Hoover. Ignoro el motivo por el cual me eligió como confidente. ¿Será porque me considera una mujer virtuosa? En ese caso, tú y yo sabemos el error que cometió al creerlo así. No sé guardar secretos. Me moría por decírselo a Hugh, pero no lo hice. Ahora me doy cuenta de que a quien quería contárselo era a ti. El secreto me quema como un fuego impío. Presiento que Hoover le habló a Jack de Sammy G. y Modene. Las transcripciones que aún no has visto sugieren que la visita del Buda tuvo un propósito bien definido.

Como muy bien sabes, Modene, a pesar del golpe que recibió el verano pasado cuando Jack sugirió que podía haberse ido de la lengua, estuvo encantada al ser invitada otra vez a la Casa Blanca a fines de agosto; por cierto, se sentía muy feliz al describírselo a Willie. Según Modene, Jack le dijo que la amaba. No sé si creerlo. Polly Galen Smith me dijo confidencialmente que una de las virtudes de Jack es que nunca mezcla el sexo con el amor. Le dijo a Polly que la mujer debe darse cuenta desde el principio si se trata o no de una cuestión de amor. Sin embargo, Jack parece estar muy entusiasmado con Modene, de una manera irracional, quizá porque ella satisface una faceta virtualmente perdida de él. Quizá se trate del tipo despreocupado de Omega que habría preferido ser un marinero de Newport, adicto al sol y al mar, en vez de verse condenado a obedecer al Alfa presidencial, y estar siempre trabajando.

Un par de sábados después del veranillo de San Martín, a Jack empieza a molestarle otra vez la espalda. Sin duda, el punto culminante de su pasión ya ha quedado atrás. Según Modene le dijo a Willie, «ahora quiere que sea yo quien hace el amor».

—Bien, según tú, está muy cansado —replicó Willie.

—Quizá —dijo Modene— le guste demasiado estar cansado.

Ésta es la observación más desagradable que Modene ha emitido hasta ahora sobre el tema, pero a finales de noviembre dijo:

—Me espanta la idea de recibir una llamada de la Casa Blanca. Amo a Jack, pero no disfruto cuando lo veo en ese lugar.

Harry, sé de qué está hablando. Pese a su atracción patriótica, la Casa Blanca tiene la atmósfera grave de un tribunal. Creo que la vieja mansión ha sido testigo de demasiados compromisos y ha soportado los lugares comunes de demasiados políticos poderosos. Si exagero estos aspectos negativos, es porque Polly Galen Smith, cuyas citas también tienen lugar ahí, me ha dicho que la Casa Blanca podría estar afectando a Jack. ¡Asegura que le quita el apetito!

Mientras tanto, Modene ha seguido viendo a Giancana, aunque de manera irregular. No es un hombre seguro. Por ejemplo, en octubre pasado, exactamente dos meses después de que empezaran a acostarse, Sam transfirió sus atenciones nuevamente a Phyllis McGuire, y recorrió Europa con la cantante durante un mes. Es probable que tanto el Sr. G. como Modene necesiten dos amantes, ¿o tal vez estaba furioso con ella porque seguía frecuentando a Jack? De todos modos, según me enteré, su relación no había sido totalmente consumada. En ese momento la evidencia me pareció clara, pero no leí la transcripción fundamental de la conversación con Willie del 16 de agosto con suficiente atención.

MODENE: Bien, por fin le dije sí a Sam.

WILLIE: No puedo creer que estuviera dispuesto a esperar todos estos meses.

MODENE: Más de un año. Y todos los días hubo seis docenas de rosas amarillas.

WILLIE: ¿Nunca te cansaste de recibir todas esas rosas?

MODENE: Nunca me parecen suficientes.

WILLIE: Muy bien. ¿Cómo te ha ido con Sam?

MODENE: Nunca tengo bastante.

WILLIE: ¿Me estás diciendo la verdad?

MODENE: Fue virtualmente completo.

WILLIE: ¿Qué quiere decir virtualmente completo?

MODENE: Imagínatelo.

Como digo, no me di cuenta de que no estaba calificando el acto sino describiéndolo. Después de esa única indicación, Modene no se refirió a sus relaciones con Sammy durante un tiempo, aunque Willie siempre le pedía que le contase más. Lo que sigue corresponde a principios de noviembre de 1961:

WILLIE: ¿Para qué te pidió que te casaras con él si pensaba desaparecer con esa cantante?

MODENE: Se puso de muy mal humor cuando le dije que, en orden de prioridades, mi lealtad es hacia Jack.

WILLIE: Pero dijiste que Sam es mejor que Jack.

MODENE: Es más demostrativo. Sam comparte sus cosas. Todo lo hace con entusiasmo. Es como si una estuviese comiendo comida italiana del mismo plato que él.

WILLIE: Y Jack es calle de dirección única.

MODENE: Sí, pero yo soy la mujer en esa calle. Sam lo sabe. Sabe que con Jack comparto algo que nunca compartiré con él.

WILLIE: ¿Y qué es eso?

MODENE: Lo final.

Te evitaré las tres páginas que siguen hasta que nos enteramos de que «lo final» es, carnalmente hablando, lo primero. Modene aún no ha permitido que Sam la penetre. Tres páginas más adelante:

WILLIE: No puedo creerlo.

MODENE: Hacemos todo, excepto eso.

WILLIE: ¿Cómo puede ser tan bueno, entonces?

MODENE: Es sensual. Hay momentos en que pienso que de esa manera el sexo puede ser más íntimo.

WILLIE: Eres demasiado sofisticada para mí.

Cuando Sam regresa de Europa, él y Modene pasan muy buenos ratos en Chicago. En los bares la tratan como a una reina. En la cama, sigue siendo «todo, excepto eso». No la juzgaré. Hace años, recuerdo haberte sorprendido al confesarte que Hugh y yo habíamos encontrado la «solución italiana». Pero la cuestión es que me fastidió no haber comprendido a Modene.

Es más tarde de lo esperado. Mañana te contaré la segunda y definitiva seducción de la dama. Ten paciencia.

Te amo

KITTREDGE

El fantasma de Harlot
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