12

Permítaseme descender de las alturas de la confianza depositada por Harlot en mí a la información, de carácter inferior, de cómo pasaba mi jornada de trabajo. Había terminado el adiestramiento con grandes esperanzas en lo que a mi futuro inmediato concernía; en la f había pasado noches enteras discutiendo acerca de cuál sería el mejor destino; si las ventajas de Viena, Singapur, Buenos Aires, Ankara, Moscú, Teherán, Tokyo, Manila, Praga, Budapest, Nairobi o Berlín habían sido ponderadas por sus cualidades como el mejor lugar para que un joven agente comenzara su carrera. Como la mayoría de los de mi clase, fui enviado a Washington, D.C.

Después vino una segunda desilusión. No fui seleccionado para ninguna de las secciones extranjeras, que constituían el preludio acostumbrado para conseguir un destino fuera del país. Un asistente de la sección de Irán en Washington podía suponer que estaba aprendiendo lo básico para marchar a Teherán. Lo mismo sucedía con la sección del Congo, la japonesa, la polaca y la chilena. Los reclutas de la Granja pensaban que, si había que empezar en Washington, el mejor empleo era como asistente en una sección extranjera.

Yo no era un joven político ambicioso, pero había heredado de mi madre el suficiente sentido social para saber que había sido invitado a la fiesta equivocada. Terminé en el Nido de las Serpientes, conocido también como la Caldera y/o la Carbonera. Cuando se trata de un trabajo poco gratificante, los sinónimos proliferan. En una habitación enorme cuyas luces fluorescentes en un techo relativamente bajo no cesaban de zumbar, con la ínfima ventilación provista por unos pocos y modestos acondicionadores de aire situados en los ventanucos de una pared lejana, nos chocábamos y evitábamos en pasillos demasiado estrechos para el tráfico humano que soportaban. Hacía calor, demasiado calor para octubre. A ambos lados había anticuados armarios de madera de dos metros de altura, con estantes y ficheros.

Junto a nuestra puerta estaba el Departamento de Documentos, una habitación grande llena de pilas de papeles aún sin archivar. Las pilas llegaban hasta el techo. Se suponía que había que anotar en una ficha los nombres que se encontraban en cada panfleto, informe de puesto, informe de agentes, referencia periodística, de revista, diario de viaje o libro, junto con un resumen de la información contenida. Después de eso, la ficha podía ser archivada y el documento almacenado de manera más permanente. En teoría, la finalidad de todo ese trabajo era reunir toda la información disponible acerca de una persona en la cual la Compañía pudiese estar interesada. De este modo se podía formar un perfil efectivo de cualquier persona.

Sin embargo, era un caos. Los documentos se acumulaban más rápidamente de lo que podíamos clasificarlos. Pronto la división del Hemisferio Occidental estaba atrasada seis meses y en el Departamento de Documentos había una montaña de papeles pertenecientes a ella; la Rusia soviética estaba atrasada cuatro meses; China (debido a la dificultad de los ideogramas), un año y medio. En el caso de Alemania Occidental, a la cual estaba asignado yo, el retraso era sólo de tres meses. Sin embargo, eso bastaba, para causar una gran tensión. Me pasaba la mayor parte del tiempo recorriendo pasillos o metiendo los dedos en un fichero. En ocasiones se producía un verdadero pánico. Una mañana, por ejemplo, el jefe de base de Berlín Occidental envió un cable requiriendo una información de vital importancia acerca de un tal VQ/JABALISALVAJE. Como llegaban cantidades enormes de pedidos de este tipo, y la rotación de personal en mi nivel inferior era considerable, asignaban estas tareas por orden de llegada: uno cogía el cable de encima de la pila en la sección de Ingreso de Averiguaciones.

A continuación, uno se abría camino entre el tráfico, haciendo lo posible por no chocar de nariz con el cuerpo que bloqueaba el paso en el pasillo. El olor a sudor era ubicuo, como si se viviera en un verano constante. Los acondicionadores de aire tenían pulmones pequeños, y cada uno de los empleados (¿éramos algo mejor que empleados de oficina, a pesar de nuestro adiestramiento?) cargaba con su propia ansiedad. No bastaba encontrar a JABALISALVAJE para el jefe de base en Berlín. Había que hacerlo rápidamente. El cable era frenético:

NECESITAMOS TODO EL MATERIAL RECIENTE SOBRE VQ/JABALISALVAJE. URGENTE. GIBLAR.

Sí, el jefe de base había firmado el cable personalmente.

Tenía que esperar en la Oficina de Integración de Registros, en el otro extremo del pasillo, para tener acceso a Fichero Puente-Archivo PRQ-Parte I/Parte II/, que en el mejor de los casos podía estar al día y decirme quién podía ser este VQ/JABALISALVAJE. Esa mañana, VQ/JABALISALVAJE se traducía como Wolfgang-de-Alemania-Occidental, apellido desconocido, última dirección Wasserpiegelstrasse, 158, Hamburgo. Al menos, era un comienzo. De regreso en el Nido de Serpientes, podía continuar la búsqueda en los dos ficheros, cada uno de medio metro de largo, con algo así como mil ochocientas tarjetas correspondientes a otros tantos Wolfgang lo suficientemente desconsiderados como para no proporcionar su apellido. Los Wolfgang que eran tan corteses como para ofrecernos la inicial de sus apellidos, un Wolfgang F. o un Wolfgang G., ocupaban otros tres ficheros. Los Wolfgang con apellido completo ocupaban diez ficheros. ¡No sabía que tantos hombres llamados Wolfgang nos resultaran interesantes en Alemania Occidental!

Después descubrí que no eran tan interesantes. Mi Wolfgang de Hamburgo tenía una tarjeta en el Nido de Serpientes por una vez en que había sido arrestado en 1952 por tirar un ladrillo durante una manifestación callejera en Bonn. Pero tenía nada menos que quince tarjetas iguales, una de cada diario de Alemania Occidental que publicó la misma historia. El material valioso sobre mi Wolfgang podía hallarse en alguna parte del Departamento de Documentos en el otro extremo de ese cobertizo interminable, aún sin clasificar. Yo ya estaba bastante irritable. Durante la hora de almuerzo envié un cable a la oficina del jefe de base, Berlín Oeste.

IMPOSIBLE SATISFACER PEDIDO SOBRE INFORMES RECIENTES REFERIDOS A VQ/JABALISALVAJE. ENVIAR DIRECCIÓN CORRECTA. KU/GUARDARROPA.

Era el primer cable que enviaba. Y la primera vez que usaba mi propio criptónimo.

Al final del día me llegó una respuesta.

CABLE 51-(SERIE RB 100 A). A KU/GUARDARROPA: INFORMACIÓN MÁS RECIENTE, REPITO Y SUBRAYO, INFORMACIÓN MÁS RECIENTE SOBRE VQ/JABALISALVAJE ES ESENCIAL, REPITO, ESENCIAL, RATA DE ARCHIVO. ¿ES USTED UN INEPTO? USE LA MEJOR DIRECCIÓN QUE ENCUENTRE. VQ/GIBLAR.

El jefe de base de Berlín era famoso por su poca paciencia. Sin embargo, yo no tenía ni idea de dónde buscar. Si no respondía el cable, era posible que recibiera una Notificación de Reprobación. Me sentía lleno de furia hacia Harlot. ¿Por qué me habían dejado en el Nido de Serpientes? Otros de mi grupo estaban asignados a algunas de las mejores secciones de Washington. Rosen estaba en Servicios Técnicos, una sección superconfidencial. ¿Sería por su actuación la noche del interrogatorio? Peor aún, según me enteré por Rosen, Dix Butler estaba operando en Berlín Oeste.

Justo cuando mi ánimo parecía condenarme a cavilar tristemente el resto de la noche (¿dónde está Wolfgang? ¿qué puedo hacer mañana?), recibí una llamada telefónica de mi padre. Me comunicó que dirigía algo importante y secreto en Tokyo, y que regresaba a Washington después de visitar los puestos de Manila, Singapur, Rangún y Yakarta.

—Comamos juntos —dijo—. Celebraremos que hayas salido ya de la Granja. Montague vendrá también.

—Espléndido —dije.

Habría preferido ver a mi padre a solas.

—Sí —dijo—, esta noche observa a Hugh. Sabe que tengo información acerca de muchas cosas que pasan en el Lejano Oriente. Se morirá por enterarse. Ocúltale algo a Hugh y verás cómo se pone.

Bien, tuvimos una deliciosa comida en Sans Souci, y hubo una buena cantidad de maniobras entre Cal y Harlot. Yo apenas si podía seguir la conversación sobre temas del oficio referidos a Sumatra y SEATO, y los rigores para obtener un poco de información en Singapur sin que el soberano se enfadase.

—¿Cómo piensas acercar los pies de Sukarno al fuego? —preguntó Harlot.

Mi padre se inclinó hacia adelante, rozó mi codo con el suyo y respondió:

—Eso es algo que no vamos a discutir, Hugh.

—Por supuesto que no. Prestarás oídos a algún tonto que está allí cubriendo todas las bases y que no tiene ni idea de cómo proceder, pero no te arriesgarás conmigo.

—No puedo, Hugh.

—Ya veo adonde quieres llegar. Puedo olfatearlo. Intentarás fotografiar a Sukarno en uno de sus circos.

—Sin tirarle piedras —dijo mi padre—. Ya le están tirando bastantes.

—Malgastas tu tiempo. Es una locura. Nunca conseguirás atrapar a los budistas con el sexo. Lo colocan en alguna parte entre comer y evacuar. Parte de la comedia de lo que entra y lo que sale. Necesitarás algo más que fotografías para meter a Sukarno en el saco.

—La única alternativa son los coroneles —dijo mi padre — . No creo que sean invitados honestos.

La charla continuó en estos términos. Naturalmente, yo no podía estar seguro de qué hablaban, pero me parecía muy interesante. Antes de que pasasen demasiados años, también yo, quizás, estaría en condiciones de tener conversaciones como aquélla.

Por supuesto, no disfrutaba plenamente de la velada. Me horrorizaba pensar que al día siguiente debería continuar con la búsqueda de Wolfgang. Sentía acidez de estómago. Luego de un brevísimo reconocimiento, Harlot y Cal no se interesaron en mis seis meses de adiestramiento ni en mi graduación, ni me permitieron hablar de mi situación actual. Después de tres martinis me dediqué a engullir la comida y a acompañarla con un borgoña cuya naturaleza me pareció más compleja que la mía. Si agregamos las copas de Honnessey y el intento de fumar un Churchill con aire triunfal, lo que yo esperaba que fuese una gran fiesta de celebración (con una posible explicación de por qué me habían abandonado en el Bunker) se convirtió en una larga marcha de fortaleza gastrointestinal. Perdí interés en Sukarno y en cómo le acercarían los pies al fuego.

Debajo de todo aquello, podía sentir el viejo resentimiento que mi padre siempre despertaba en mí. Me lamentaba de que no tuviera deseos de verme a solas. Yo era un accesorio para su trabajo, su placer o sus obligaciones. Pero a pesar de mi incomodidad física, que pesaba sobre mí como una nube de tormenta, experimenté esa inevitable oleada de amor hacia mi padre cuando, por fin, dijo:

—Bien, estoy ansioso por oír cosas acerca de ti, muchacho.

—No hay mucho que contar.

—Está en el Nido de Serpientes —dijo Harlot.

Por la pausa que hizo mi padre, advertí que no se esperaba aquello.

—Bien, pues es un lugar espantoso.

—No. Es aconsejable.

—¿Tú lo pusiste allí?

—No lo impedí.

—¿Por qué? ¿Lo hizo tan mal en la Granja?

—No. Terminó entre los diez primeros.

—Bien.

—Bien no, adecuado.

Todo esto, por supuesto, se decía delante de mí.

—Entonces, ¿por qué está en Archivos?

—Porque es un depósito de reserva, y tengo planeado enviarlo a Berlín. En este momento, está en un lugar interesante.

—Sé todo respecto de Berlín. Estoy de acuerdo. Pero ¿por qué no está trabajando en la sección de Alemania Occidental?

—Porque puede resultar fatal para su futuro. Cuatro muchachos que prometían han entrado y salido de esa sección en los últimos tres meses. Harvey los destroza antes de que tengan tiempo de aprender.

Mi padre asintió. Dio una chupada a su cigarro. Bebió un sorbo de su coñac. Se tomó todo este tiempo para decir que, en efecto, él era un especialista en el Lejano Oriente y no estaba demasiado enterado de lo que ocurría más cerca de casa.

—Quiero que le escribas una carta a Harvey elogiando a tu hijo —dijo Hugh —. Dile qué buen muchacho es. Harvey te respeta, Cal.

Se refería a Bill Harvey, el jefe de base de Berlín Oeste, el mismo que me había llamado rata de archivo. ¿Por qué quería Harlot que trabajase con él? A pesar de la lección que me había impartido en su casa, yo no estaba libre de sospechas.

No pude guardar las malas noticias por más tiempo. Les conté acerca del cable de Harvey.

—Ya no soy precisamente anónimo —les dije—. Él sabe que hay un tipo llamado KU/GUARPARROPA que no le proporcionó lo que él quería sobre VQ/JABALISALVAJE.

Se echaron a reír. Por la manera en que lo hicieron, a la vez, bien podrían haber sido hermanos.

—Bien —dijo Cal—, quizá KU/GUARDARROPA debería desaparecer.

—Exactamente —dijo Harlot—. Brindemos por el nuevo hombre. ¿Alguna preferencia para el bautismo?

—¿KU/RENDEZVOUS? —propuse.

—Demasiado llamativo. Hay que buscar los grises. Empecemos con KU/CUERDAS.

No me gustaba CUERDAS, como tampoco me gustaba GUARDARROPA, pero descubrí que no daba igual. Me explicaron que, así como el dinero era más limpio en un Banco nuevo, cada cambio de criptónimo alejaba a uno de la escena de un fiasco. Mi nuevo criptónimo pronto sería cambiado de KU/CUERDAS a DN/FRAGMENTO, y después de eso, a SM/CEBOLLA. Última parada: KU/ESCALERA. Harlot enumeraba cada nombre haciendo chasquear la lengua en señal de aprobación, mientras mi padre emitía risitas sofocadas. Juntos estaban cocinando un nuevo plato.

—No sé cómo funciona —protesté.

—No tienes por qué preocuparte. Una vez que termine con esto, las probabilidades de que lo descubran serán de diez mil a una —dijo Harlot.

Aun así me parecía que todo cuanto necesitaría el señor William Harvey, jefe de base de Berlín Oeste, para enterarse de quién era KU/GUARDARROPA sería pedir a la sección de Alemania Occidental en Washington que le dieran mi nombre verdadero a la mayor brevedad.

No, me aseguró mi padre, no podía suceder de esa manera.

—¿Por qué?

—Porque —dijo Harlot— estamos tratando con burócratas.

—¿Harvey? —pregunté.

—Él no. Las personas entre Harvey y tú. No encontrarán ninguna razón para violar sus reglas de procedimientos. Si se le pide a la sección de Alemania Occidental que suministre la identidad de KU/GUARDARROPA al jefe de base en Berlín Oeste, primero deben solicitar permiso al Archivo-Puente, quien, a su vez, responderá que KU/GUARDARROPA tiene la nueva denominación de KU/SOGAS. Bien, eso significará una demora para la sección de Alemania Occidental. Cualquier alteración de criptónimo implica que deben pasar setenta y dos horas antes de que pueda producirse la traducción. Incidentalmente, esta regla protectora es muy buena. Se presume que el cambio tuvo lugar por una razón valedera. En este punto, la sección de Alemania Occidental decide esperar los tres días estipulados. Después de todo, se trata de algo menor. No hacen más que complacer a Harvey. Que está en Berlín, y la sección de Alemania Occidental trabaja para la estación de Alemania Occidental en Bonn.

—¿No tiene la base de Berlín Occidental prioridad sobre la estación de Bonn? —pregunté a mi padre.

—Eso no lo sé. Bonn tiene la división de la Rusia soviética. —Frunció el entrecejo—. Por supuesto que, en el balance, Berlín puede ser más importante. Sólo que no estamos hablando de verdadera influencia o poder. Estamos tratando con la burocracia, y eso es algo totalmente distinto.

—Así es —dijo Harlot—. Si Bill Harvey insiste en que su petición se procese de inmediato, cosa que es altamente improbable, porque para mañana ya estará enfadado con algún otro, la sección de Alemania Occidental no podrá satisfacerlo directamente. Tendrán que apelar a un estamento superior, el Control de Archivo-Puente. Y allí toparán con un DETÉNGASE. Lo habré puesto yo. DETÉNGASE dirá: «Espere las setenta y dos horas». Si no quieren hacerlo, tendrán que llevar el requerimiento aún más arriba, al Control Superior de Archivo-Puente. Que es una comisión. Sólo se reúne en caso de emergencia. Y ocurre que yo formo parte de esa comisión. No se acude al Control Superior de Archivo-Puente a menos que se pueda probar que la necesidad de la averiguación es urgente y extrema. —Dio una chupada a su Churchill con total placidez—. Obviamente, estás seguro por setenta y dos horas. Entretanto, cambiaremos tu criptónimo de KU/SOGAS a DN/FRAGMENTO. Eso significa que la sección de Alemania Occidental, lejos de descubrir quién es KU/GUARDARROPA, tendrá que recomenzar el procedimiento para conocer la identidad de DN/FRAGMENTO. No estarán cerca de nada, ¿lo ves?

—DN —dijo mi padre— es el diagrama de Corea del Sur.

—Sí —dijo Harlot—. KU/SOGAS se ha ido a Corea del Sur y se ha convertido en DN/FRAGMENTO. Al menos en el papel. Por supuesto, un criptónimo del exterior tiene una demora de dos semanas en Archivo-Puente. Para entonces, podemos predecir que Harvey habrá dejado de interesarse. Aun así, por una simple cuestión de orgullo, creo que estas cuestiones deben llevarse a cabo de la manera correcta. Si por cualquier razón Harvey persiste en su obsesión de descubrir quién eres, lo que siempre es una posibilidad, y espera las dos semanas, te prometo que, al final de ese intervalo, habrás sido trasladado a Londres como SM/CEBOLLA. Siempre en el papel, claro. Una quincena después, querido muchacho, te habremos trasladado de Londres a los Estados Unidos sin haberte movido de aquí. Estarás trabajando como KU/ES CALERA. Para entonces, borrado completamente para Harvey. Verá que hay una firma ocupada en el asunto. Eso le indicará que cese en su empeño. Se está metiendo con algo importante. Ningún empleado de archivos común y corriente tiene tres criptónimos en un mes, incluyendo traslados imaginarios a Corea del Sur y a Londres con señales de DETÉNGASE provenientes del Control de Archivo-Puente. De modo que ésta es nuestra manera de decirle a Bill Harvey que deje de fastidiar. Hay cañones del otro lado.

Me pareció suficientemente claro. Estaría a salvo. Pero ¿por qué tomarse tantas molestias?

Mi padre debe de haber sido muy buen progenitor, pues me leyó el pensamiento.

—Lo hacemos porque te estimamos —dijo.

—Y porque disfrutamos haciéndolo —agregó Harlot. Volcó la ceniza del cigarro en un plato limpio con sumo cuidado—. También habrá que erradicar a KU/GUARDARROPA de tu 201. Entonces ya no habrá ninguna prueba.

—Les agradezco todo lo que hacen por mí —dije—, pero después de todo no he cometido ningún crimen. No es mi culpa si el Departamento de Documentos está sepultado bajo una acumulación de papeles.

—Bien— dijo Harlot—, si valoras la contribución futura que quieres hacer, debes obedecer la primera regla de este lugar, que es la de protegerse mientras se es joven. Si algún pez gordo requiere información, suminístrasela.

—¿Cómo? ¿Cavando un túnel a través de trescientos metros cúbicos de documentos sin clasificar?

—Wolfgang era un estudiante que formaba parte de una pandilla callejera, y se movía mucho. Pudiste inventar un informe según el cual se movió bastante más de lo que lo hizo. Enviar a Wolfgang a Frankfurt, o a Essen.

—Quizá —dijo mi padre— Rick aún podría hacerlo.

—No —dijo Harlot—. Demasiado tarde. Ahora no funcionaría. Se prestará mucha atención a la información falsa. Pero el punto que debe reconocer mi ahijado es que al principio Harvey no requería una averiguación seria.

—¿Cómo se puede estar seguro de ello? —pregunté.

—Si el jefe de base en Berlín Oeste no conoce la terrible condición en que se encuentra el Nido de Serpientes, es un incompetente. Y el rey William Harvey no lo es. Dado el caos general, sabía que no habría nada reciente acerca de VQ/JABALISALVAJE. Yo diría que envió el cable, con su firma, para fastidiar a algunos de sus hombres en Berlín. Quizás hayan perdido contacto con Wolfgang. Es una bofetada para ellos que nuestro sistema de archivos tenga que hacer el trabajo cuando ellos actúan en el lugar de los hechos. Si hubieras suministrado datos ficticios acerca de los viajes de Wolfgang, Harvey los habría usado para activar a sus jefes y agentes. «¿Lo veis —les diría—, Wolfgang ha vuelto a Frankfurt.» «Imposible —responderían ellos—. En Frankfurt todo el mundo lo reconocería.» «Muy bien —diría Harvey—, ocupaos de localizarlo.»

—¿Y si era urgente hallar a Wolfgang? —pregunté con cierto descaro sin poder evitarlo—. ¿Si estaba a punto de pasar secretos nucleares a los rusos?

—Eso no importa —dijo Harlot—. A esas alturas ya lo habríamos perdido, y el mundo habría volado en pedazos porque el Departamento de Documentos es una masa informe.

Mi padre miró largamente a Hugh Montague e intercambiaron algo que no pude detectar. Harlot suspiró.

—De hecho —dijo—, hay un secreto importante en Berlín Oeste, y tal vez tenga que revelártelo antes de tu traslado. Si no sabes de qué se trata, podrías interponerte en el camino de Harvey. —Volvió a suspirar—. Es muy posible que Wolfgang no tenga nada que ver con este secreto, o de lo contrario nos enteraremos muy pronto.

—¿Cómo?

Hugh aspiró otro poco de ese aire juicioso y viciado tan común de los pasillos de una corte o de un cigarro.

—Mañana te sacaremos del Nido de Serpientes —dijo— y te enviaremos a un curso intensivo de alemán.

Ésa fue toda la respuesta que se me dio.

El fantasma de Harlot
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