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Años después, una chica que iba al colegio de Paula la veía a menudo paseando con Klara. Hasta hacía poco, aquella chica había vivido en una granja, pero ahora casi todos los días laborables veía a Klara recorrer con Paula todo el camino al colegio y despedirla con un beso. Nada parecido le había sucedido nunca a la chica campesina. Su madre siempre estaba demasiado atareada. Le daba igual a la chica que Paula se retrasara en clase y que la hubieran dejado atrás: la envidiaba a pesar de todo. Pensaba que el amor de una madre debía de ser dulce como la miel.
En realidad, hemos venido también a disfrutarlo.