Notas
[1] Norbert Elias, The Civilizing Process, Oxford, 1978; State Formation and Civilization, Oxford, 1982. (Del primero hay edición en español: El proceso de la civilización, FCE, 1988. [Ed.])<<
[2] Para una caracterización general de este enfoque véase Norbert Elias, What is Sociology?, Londres, 1978; véase también Johan Goudsblom, Sociology in the Balance, Oxford, 1977, y Peter Gleichmann, Johan Goudsblom y Hermann Korte (comps.), Human Figurations, Amsterdam, 1977.<<
[3] Salvo por una o dos notables excepciones. Por ejemplo, Philip Abrams dice de El proceso de la civilización que constituye «el intento reciente más importante por encuadrar lo social y lo individual dentro de un marco unificado de análisis sociológico». Véase su Historical Sociology, Shepton Mallet, 1982, pág. 231. Véase asimismo Zygmunt Bauman, «The Phenomenon of Norbert Elias», Sociology, 13 (1), enero de 1979, págs. 117-125. Para una reseña crítica del artículo de Bauman, véase Eric Dunning y Stephen Mennell, «“Figurational Sociology”: Some Critical Comments on Zygmunt Bauman’s “The Phenomenon of Norbert Elias”», Sociology, 14 (2), julio de 1979, págs. 497-501.<<
[4] Véase por ejemplo John W. Loy y Gerald S. Kenyon, Sport, Culture and Society, MacMillan, Londres, 1969, pág. 9.<<
[5] Como ejemplo de esta tendencia empírica, bastará en el presente contexto con enumerar los títulos de los artículos publicados en The International Review of Sport Sociology, 1 (17), 1982. Son: «Factors Affecting Active Participation in Sport by the Working Class»; «The Social Role of Sports Events in Poland and Hungary»; «Sport and Youth Culture»; «The Development of Play and Motoric Behaviour of Children Depending on the Existing Socio-Spatial Conditions in their Environment»; «Sports Activity During the Life of Citizens»; «Sports Clubs and Parents as Socializing Agents in Sport»; «The Flemish Community and its Sports Journalism»; «Demystifying Sport Superstition».<<
[6] Investigadores como Alan Ingham y, aunque discrepo en muchos aspectos de su enfoque, John Loy y Gerald Kenyon, destacan entre estas notables excepciones.<<
[7] Football hooliganism en el original inglés. [T. ]<<
[8] Véase, por ejemplo, John Clarke, «Football and Working Class Fans: Tradition and Change», en Roger Ingham (comp.), Football Hooliganism, Londres, 1978; lan Taylor, «“Football Mad”; a Speculative Sociology of Football Holiganism», en Eric Dunning (comp.), The Sociology of Sport a Selection of Readings, Londres, 1971, y «Soccer Consciousness and Soccer Hooliganism», en Stanley Cohen (comp.), Images of Deviance, Harmondsworth, 1971.<<
[9] El olvido del deporte quizá sea más común entre los sociólogos de la educación en Gran Bretaña que entre los de Estados Unidos, pues hay largos análisis del deporte en Willard Waller, The Sociology of Teaching Nueva York, 1932, y James S. Coleman, The Adolescent Society, Nueva York, 1961.<<
[10] Pierre Bourdieu, «Sport and Social Class», Social Science Information, vol. 17, núm. 6, 1978.<<
[11] Véase, por ejemplo, «American Sports: Play and Display», en Dunning, The Sociology of Sport.<<
[12] David Lockwood, «Race, Conflict and Plural Society», en Sami Zubaida (comp.), Race and Racialism, Londres, 1970, págs. 57-72.<<
[13] En el siglo XIX, en Gran Bretaña al menos, los conflictos originados por los intentos de persuadir a la clase obrera para que abandonara deportes y entretenimientos considerados «bárbaros» y adoptara diversiones más «racionales», constituyeron un problema social de no poca magnitud.<<
[14] Véase Émile Durkheim, The Elementary Forms of the Religious Life, Londres, 1976.<<
[15] Uno de tales intentos, el de Robert Coles en su «Football as a Surrogate Religion», en M. HilI (comp.), A Sociological Yearbook of Religion in Britain, núm, 3, 1975.<<
[16] Para un análisis del deporte y la división del trabajo, véase Bero Rigauer, Sport and Work, Nueva York, 1981.<<
[17] Para una discusión de este tema, véase Norbert Elias, «Problems of Involvement and Detachment», British Journal of Sociology, vol, 7, núm. 3, 1956, págs. 226-252. Véase también su What is Sociology?<<
[18] Algunas tentativas de romper este molde en algunos aspectos pueden hallarse en Christopher Rojek, «Emanciparon and Demoralisation: Contrasting Approaches in the Sociology of Leisure», Leisure Studies, vol. 2, núm. 1, 1983, págs. 83-96, y John D. Ferguson, «Emotions in Sport Sociology», International Review of Sport Sociology, 4 (16), 1981, págs. 15-25,<<
[19] Términos introducidos por Norbert Elias en What is Sociology?, págs. 122 y ss.<<
[20] También se ha señalado, desde luego, muchas veces que el deporte podría constituir un sucedáneo de la delincuencia.<<
[21] Soccer en el original ingles. [T. ]<<
[22] Laurence Kitchin, «The Contenders», Listener, 27 de octubre de 1966.<<
[23] Amateurism en el original. Por tratarse (al igual que amateur) de un galicismo, hemos preferido emplear las voces españolas «aficionado» y «aficionismo», ya usadas como sustitutos adecuados. (N. de T.)<<
[24] La idea de «el rodeo vía el distanciamiento» la propone Elias en «Problems of Involvement and Detachment».<<
[25] Nuestro autor falleció el 1 de agosto de 1990. (N. de T.)<<
[26] Véase Johan Goudsblom, «Responses to Norbert Elias’s Work in England, Germany, the Netherlands and France», en Gleichmann, Goudsblom y Korte, Human Figurations, págs. 37-97.<<
[27] Véase Use Seglow, «Work at a Research Programme», en Reichmann, Goudsblom y Korte, Human Figurations, págs. 16-21.<<
[28] Goudsblom, «Responses to Norbert Elias’s Work», pág. 79.<<
[29] En una lista más completa de tales dualismos se incluirían: «participación activa» / «distanciamiento» (prejuicio en los valores contra libertad de valores o neutralidad ética); «subjetividad» / «objetividad»; «nominalismo» / «realismo»; «inducción» / «deducción»; «análisis» / «síntesis» (atomismo contra holismo); «absolución» / «relativismo»; «naturaleza» / «sociedad»; «individuo» / «sociedad»; «cambio» / «estructura» (dinámica contra estática); «armonía» / «conflicto»; «consenso» / «fuerza»; «orden» / «desorden» (estructura contra caos).<<
[30] Véase, por ejemplo, Norbert Elias, «The Sciences Toward a Theory», en Richard Whitley (comp.), Social Processes of Scientific Development, Londres, 1974, págs. 21-42.<<
[31] Para una discusión del «deporte» como término en su significado general y en el sentido en que se aplica a las actividades específicas de las sociedades modernas véase el ensayo de Norbert Elias «The Genesis of Sport as a Sociological Problem», cap. III de este volumen.<<
[32] K. R. Popper, The Poverty of Historicism, Londres, 1957,<<
[33] Elias en Whitley, Social Processes of Scientific Development, pág. 23.<<
[34] Ibíd., pág. 40.<<
[35] Elias, Whas is Sociology?, pág. 112.<<
[36] Ibíd.<<
[37] Ibíd., pág. 13 y ss.<<
[38] Ibíd., pág. 15.<<
[39] Ibíd., págs. 125, 135.<<
[40] El término «dirigido al otro» /other-directed] se emplea aquí en un sentido general y no con el significado concreto que le atribuye David Riesman en The Lonely Crowd.<<
[41] Elias, What is Sociology?, págs. 74 y ss.<<
[42] Ibíd., págs. 74, 93.<<
[43] Las excepciones en este sentido son la obra de Immanuel Wallerstein y la «teoría de la dependencia» de André Gunder Frank y otros. Pero sus trabajos aún son de tendencia economicista.<<
[44] Elias, What is Sociology?, págs. 138-139.<<
[45] El concepto «cadenas de interdependencia» se refiere a los lazos que existen entre los seres humanos ligados mediante un sistema de diferenciación funcional. Tales lazos pueden existir tanto entre las sociedades como dentro de ellas. Es un concepto similar a los de «división del trabajo» y «diferenciación de papeles», utilizados con más frecuencia, pero este carece de las connotaciones economicistas del primero y del hincapié formalista del segundo. También se utiliza con un sentido no armónico y sin connotación de igualdad, es decir, las interdependencias tienden a conllevar un elemento de conflicto y presentan variaciones a lo largo de un continuo «simetría-asimetría». Finalmente, el término «cadenas» alude al carácter constrictivo de los lazos sociales.<<
[46] Véase Elias, What is Sociology?, págs. 63-64 y 99-100 para un análisis del concepto de democratización funcional.<<
[47] Para un análisis de los procesos sociales «ciegos» o «no planificados» véase ante todo Elias, El proceso de la civilización (FCE, 1988) y State Formation and Civilization.<<
[48] Véase Elias, What is Sociology?, págs. 156-157, para una explicación de este concepto. Para permanecer estrictamente fiel a las formulaciones de Elias he debido en esta discusión apoyarme hasta cierto punto en el original alemán. Véase Was ist Soziologie?; Munich, 1970, págs. 173-174.<<
[49] Elias, What is Sociology?, pág. 157.<<
[50] Was ist Soziologie?, pág. 173. La correspondiente discusión aparece en la pág. 156 de la versión inglesa.<<
[51] Este concepto fue presentado por Elias en su Engagement und Distanzierung Francfort, 1983, págs. 79 y ss. Con el título Involvement and Detachment está prevista la aparición de la traducción inglesa de esta obra para 1986.<<
[52] C. Wright Mills, The Sociological Imagination, Harmondsworth, 1970, págs. 60 y ss. [Ed. en español: La imaginación sociológica, FCE, 1961. ]<<
[53] Stephen Mennell y Eric Dunning me han ayudado a mejorar el manuscrito, Rudolf Knijff a sacarlo a la luz. A todos ellos les estoy muy agradecido.<<
[54] The Civilizing Process, Oxford, 1978. [El proceso de la civilización, FCE, 1988. ] Véase la No 1 del Prefacio.<<
[55] Norbert Elias, Über die Zeit, Francfort, 1984. [Ed. en español: Sobre el tiempo, FCE, 1989. ]<<
[56] Enclosures en el original inglés. El autor se refiere a la práctica de cercar los terrenos para delimitarlos bien unos de otros. Un Enclosure Act era desde antiguo una ley del Parlamento por la cual se autorizaba la privatización de tierras comunales entre los distintos comuneros de una localidad que tenían derecho a utilizarla, a cada uno de los cuales se le adjudicaba una parte en propiedad absoluta. [T. ]<<
[57] Sobre los problemas entre la falta de objetividad y el distanciamiento puede verse una discusión bastante más amplia en Norbert Elias, «Problems of Involvement and Detachment», British Journal of Sociology, vol. 7, núm, 3, 1956, págs. 226-252. Para una mayor profundización en el tema véase Norbert Elias, Engagement und Distanzierung, Francfort, 1983.<<
[58] Si utilizamos indiscriminadamente el término «parlamento» para referirnos por igual a las instituciones representativas de la Edad Media y a las de la época moderna, y excluimos el término «asambleas estatales» o nacionales, podemos perder de vista con facilidad el cambio innovador que supuso el Parlamento en el siglo XVIII.<<
[59] J, H. Plumb, England in the Eighteenth Century, Harmondsworth, 1950.<<
[60] Lamento recurrir al empleo de neologismos, pero seguramente también el término «industrialización» provocó un estremecimiento general cuando acababa de nacer. ¿Qué mejor manera hay si no de ayudar a comprender que el surgimiento del gobierno parlamentario y del deporte en el siglo XVIII fue un proceso gradual?<<
[61] Cfr. P. Corrigan y D. Sayer, The Great Arch, Oxford y Nueva York, 1985, págs. 88 y ss.<<
[62] Norbert Elias, The Court Society, Oxford, 1983. (Ed. en español: La sociedad cortesana, FCE, 1982).<<
[63] Véase Norbert Elias, What is Sociology?, Oxford, 1983.<<
[64] La escenificación imaginaria del deporte como competición que, en última instancia, es un juego y que como tal se relaciona con las competiciones y luchas reales y sin embargo distintas de las de la vida de la gente, ha hecho pensar a veces que el deporte es una imitación de las batallas que se libran en la vida real. No deja de tener importancia que, al igual que en el terreno del arte, se presente en este contexto el problema de la imitación.
La dimensión más antigua y quizá más famosa de la naturaleza imitativa del arte humano es la que se halla en la Poética de Aristóteles. Hay dudas sobre la autenticidad del texto que ha llegado hasta nosotros, el cual es, en cualquier caso, incompleto. Pero lo que tenemos basta para comprobar que fue Aristóteles el primero en estudiar qué es lo que se imita, en una tragedia por ejemplo. «La tragedia es una imitación no de los seres humanos sino de la acción y de la vida, de la felicidad y de la desgracia». (John Jones, On Aristotle and Greek Tragedy, Londres, 1962, pág. 30). Aunque el significado exacto de estas palabras no es del todo claro, parecen apuntar en una dirección que, a mi modo de ver, responde en parte al problema de la naturaleza mimética de las actividades recreativas humanas. En sus enseñanzas sobre algunas actividades recreativas de los atenienses, Aristóteles empleó y tal vez acuñó dos de los conceptos más útiles para la investigación en este difícil campo. Me refiero a los conceptos «mimesis» y «catarsis». No es posible conocer con certeza su significado original, pero tal vez sí sugerir lo que pueden significar hoy. Entenderíamos con más claridad lo que «mimesis» significa sí no lo redujéramos simplemente a utilizarlo como una acepción más culta de «imitación». Una Madonna de Rafael, un Retrato de Rembrandt o los Girasoles de Van Gogh no son sólo imitaciones del objeto real. Lo que puede decirse es que algunos elementos del objeto experimentado entran en la experiencia de la representación de ese objeto en un cuadro. Pero difícilmente puede llamarse a la experiencia del objeto pintado —aunque se parezca en algunos aspectos a la experiencia del objeto real— una imitación de la experiencia del objeto en la vida real. Al pintarlo, transponemos el objeto a un marco diferente. La experiencia del objeto, y particularmente el complejo de sentimientos a ella asociados, es trasladada, si pasamos de la contemplación del objeto real a la del mismo objeto representado en un cuadro, a un engranaje diferente. Los aspectos emocionales de la experiencia, sobre todo, sufren entonces una transformación altamente característica, una metabasis eis allo genos. El término «mimesis» puede servir como símbolo conceptual de esa transformación. Utilizado en ese sentido, puede llenar un vacío.
Algo muy parecido sucede si comparamos una confrontación física real entre personas con una competición deportiva. La naturaleza mimética de un enfrentamiento deportivo como una carrera de caballos, un combate de boxeo o un partido de fútbol, se debe a que ciertos aspectos de la experiencia emocional asociada con una lucha física real entran en la experiencia emocional que brinda la lucha «imitada» de un deporte. Pero en la experiencia deportiva, lo que sentimos durante una lucha física real es trasladado a un mecanismo de transmisión distinto. El deporte permite a la gente experimentar con plenitud la emoción de una lucha sin sus peligros y sus riesgos. El elemento miedo presente en la emoción, aunque no desaparece por completo, disminuye en gran medida, con lo cual se potencia enormemente el placer de la lucha. Por tanto, al hablar de los aspectos «miméticos» del deporte nos referimos al hecho de que este imita selectivamente las luchas que tienen lugar en la vida real. El modo en que está diseñado o estructurado el juego deportivo, y la habilidad de los deportistas permiten que aumente el goce de la batalla sin que nadie resulte lesionado o muerto.
De la misma manera, el concepto aristotélico de «catarsis» puede llenar un vacío en nuestro bagaje conceptual. Las competiciones deportivas permiten que los seres humanos venzan a otros en un combate físico sin dañarlos físicamente. La resolución de la tensión y del esfuerzo de la batalla en la victoria puede producir un efecto vigorizante y purificador. La persona puede sentir con gozo y sin mala conciencia la confirmación de la propia valia, un acrecimiento justificado de su autoestima en la seguridad de que fue una lucha limpia. En ese sentido, el deporte proporciona amor a uno mismo sin remordimiento.<<
[65] Will Crutchfield, «Aplaudir o no aplaudir», International Herald Tribune, 1-2 de junio de 1985.<<
[66] Varios ejemplos demuestran que, en el transcurso de un empuje civilizador, los movimientos tienden a ser eliminados, a veces refinados. En una primera etapa, los movimientos del habla tienden a asociarse más estrechamente con movimientos de las extremidades o de otras partes de la persona. En una etapa posterior del mismo proceso, casi siempre se desaprueban los gestos estrepitosos y efusivos. Se tiende a aislar los movimientos del habla, También en el desarrollo del deporte es posible hallar ejemplos de esta tendencia. En anteriores modalidades de lo que ahora llamamos «boxeo», en Francia y en Japón por ejemplo, se permitía utilizar tanto las piernas como los brazos. El boxeo inglés limitó el empleo de las piernas a la tarea de desplazar a la persona a un lado y otro del cuadrilátero. Por otra parte, las reglas del fútbol inglés prohibieron (a todos los jugadores salvo los guardametas y en los «saques de banda») mover el balón con las manos y confinaron esa función a las piernas.
Los psicólogos a menudo investigan las emociones de los miembros adultos de su propia sociedad como si fuesen datos fisiológicos sobre los que no tienen efectos los contra-impulsos inherentes a su estructura que se manifiestan en la forma de controles sociales aprendidos. No obstante, en sus inicios las emociones humanas están estrechamente ligadas a los movimientos. Los bebés y los niños pequeños son una clara prueba de ello. Sólo de manera gradual se activa el potencial humano natural para la restricción, y sólo cuando los contra-impulsos aprendidos se interponen entre los impulsos emocionales y los órganos motores adquieren los primeros la naturaleza de las emociones que se observan en los miembros adultos de las sociedades, en las cuales un elevado nivel de restricción civilizadora constituye una parte fundamental de la conducta social de la mayoría de los adultos considerados «normales». Dudo que sea posible elaborar una teoría correcta de las emociones mientras los psicólogos actúen como si su disciplina fuese una ciencia natural. No se puede explorar adecuadamente aspectos como estos de los seres humanos sin una teoría del desarrollo social en general y de los procesos civilizadores en particular.<<
[67] Véase Eric Dunning y Kenneth Sheard, Barbarians, Gentleemen and Players: a Sociological Study of the Development of Rugby Football Oxford, 1979.<<
[68] Un examen más detallado de los equilibrios estructurales en el diseño de un deporte como el fútbol se halla en «Dinámica de los grupos deportivos con especial referencia al fútbol», infra, págs. 231-246.<<
[69] Véase Norbert Elias, What is Sociology?, págs. 71 y ss.<<
[70] Norbert Elias y John Scotson, The Established and the Outsiders, Londres, 1965.<<
[71] Gustave Le Bon, The Crowd, Nueva York, 1960 (1a ed. 1895).<<
[72] No se me olvida que hay excepciones, como el memorable ensayo de Julian Huxley «The Uniqueness of Man».<<
[73] Es esta la versión revisada de una ponencia titulada «The Quest for Excitement in Unexciting Societies», que fue leída en el Congreso Anual (1967) de la Bristish Sociological Association en Londres y publicada por vez primera en Sport and Leisure, núm. 2, 1969.<<
[74] Véase Norbert Elias, El proceso de la civilización, FCE, 1988, y State Formation and Civilization, Oxford, 1982.<<
[75] Este es el borrador preliminar del cual, tras varios ensayos experimentales, surgió la tipología más precisa y completa del «espectro del tiempo libre». Véase el cap. II de este volumen.<<
[76] El término «juego» puede emplearse con multiplicidad de acepciones y el hecho de que su significado no cuente con límites rígidamente establecidos da pie a que surjan dificultades y malentendidos. Aunque hemos tratado de señalar claramente el sentido en que nosotros empleamos el término, nos pareció útil contar con un término más especializado que aplicar a la clase de actividades de tiempo libre a que nos referimos en este apartado 5. A lo largo del ensayo se irá esclareciendo por qué optamos por el término «mimético».<<
[77] Véase Norbert Elias, El proceso de la civilización, para un tratamiento más amplio de este problema.<<
[78] Literalmente «pintor de palabras». En francés en el original. [T. ]<<
[79] Jean-Luc Godard, Le NouveI Obsavateur, 1966. Véase también Die Zeit, 10, marzo de 1967.<<
[80] El concepto de «rutinización» empleado aquí difiere en ciertos aspectos esenciales del mismo concepto tal como lo emplearon Joffre Dumazedier en su Toward a Society of Leisure (Nueva York y Londres, 1967) y Georges Fridmann en Industrial Society (Glencoe, Illinois, 1955). Estos autores utilizan el término fundamentalmente para referirse al modo en que la mecanización y la racionalización conducen a la monotonía y la repetitividad en las tareas laborales, las cuales a su vez acaban por provocar sensación de aburrimiento en quienes las realizan. Aquí, en cambio, el término alude al control social y personal de los afectos, a la rutinización que entra en juego en todas las situaciones en que los individuos han de subordinar sus sentimientos e impulsos momentáneos a las demandas que, directa o indirectamente, les impone su posición social.<<
[81] Norbert Elias, «Sociology and Psychiatry», en S. H. Foulkes (comp.), Psychiatry in a Changing Society, Londres, 1969. Véase también Norbert Elias, What is Sociology?, Londres, 1978.<<
[82] Walter B, Cannon, The Wisdom of the Body [La sabiduría del cuerpo], Londres, 1947. Véase también su Bodily Changes in Pain, Hunger, Fear and Rage [Cambios corporales en estado de dolor, hambre, miedo y rabia], Nueva York, 1929. Para más lecturas sobre el tema véanse M. L. Reymert (comp.), Feelings and Emotions: the Moosehart Symposium [Sentimientos y emociones: el Simposio Moosehart], Nueva York, 1950; A. Simon, C. Herbert y R. Strauss, The Physiology of Emotions [Fisiología de las emociones], Springfield, Illinois, 1961; I. J. Saul, «Physiological Effects of Emotional Tension». [Los efectos fisiológicos de la tensión emocional], en J. M. Hunt (comp.), Personality and the Behaviour Disorders [La personalidad y los desórdenes de la conducta], Nueva York, vol. 1, 1954.<<
[83] Véase, por ejemplo, P. C. Constantinides y N. Carey, «The Alarm Reaction», en D. K. Candland (comp.). Emotion: Bodily Change [La emoción: cambio corporal], Nueva York, 1962.<<
[84] Véase, por ejemplo, K. M. B. Bridges, The social and Emotional Development of the Pre-School Child [El desarrollo social y emocional del niño antes de la edad escolar], Londres, 1931.<<
[85] Para su opiniones sobre la música véase sobre todo su Política, VII y VIII. Con respecto a sus juicios sobre los afectos en general véase Política I. La catarsis (purgación) psicológica (extática) y la catarsis somática se asemejan en unos aspectos y difieren en otros. Semejanzas: eliminar las sustancias nocivas ayuda a restaurar el equilibrio perdido. Diferencias: la catarsis extática sólo produce una cura temporal y siempre va acompañada de sensaciones agradables.<<
[86] La versión de la Poética que ha llegado hasta nosotros sólo es un fragmento de la obra original.<<
[87] John Milton, Prefacio a «Samson Agonistes», Obras Completas, vol. I, 2.a parte, Nueva York, 1931, pág. 331.<<
[88] No es posible mostrar en detalle las condiciones bajo las cuales esto tiende a ocurrir, sí bien podemos analizarlas a partir de tales premisas. Tal vez sea suficiente decir que uno de los factores de esta metabasis eis allo genos para que se dé una transición así a otra clase, es la relativa ausencia de autonomía que tienen los acontecimientos miméticos en relación con los acontecimientos sociales en general.<<
[89] San Agustín, Confesiones, III, ii, 2:
Rapienbant me spectacula theatrica plena imaginibus miserarium meanum et fomitibus ignis mei. Qui est, quod ibi homo uult dolere cum spectat luctuosa et tragica, quae tamen pati ipse nollet? Et tamen pati uult ex eis dolorem spectator et dolor ipse est uoluptus eius. Quid est nisi miserabilis insania? Nam eo magis eis monetur quisque, quo minus a talibus affectibus sanus est, quamquam, cum ipse patitur, miseria, cum aliis compatitur, misericordia dici solet. Sed qualis tandem misericordia in rebus fictis et scenicis?
La pregunta se aplica no sólo a las tragedias sino a un amplio campo de entretenimientos: a las luchas de gladiadores y osos salvajes en los circos de las ciudades romanas características del nivel de civilización de la sociedad de Roma; a los combates de boxeo, de lucha libre, a las carreras de autos, los saltos de esquí o los partidos de béisbol, así como a todas las representaciones teatrales propias del nivel de civilización de las sociedades avanzadas del siglo XX. Se aplica, en resumen, a las representaciones miméticas de todo tipo y a todas las emociones que tienen que ver con ellas.<<
[90] Leisure and Recreation, Nueva York, 1931, pág. 249.<<
[91] «The Play of a Nation», Scietific Monthly, XIII, 1921, págs. 351-353.<<
[92] David Kerr, «The Beatles at Shea Stadium», Twentieth Century, otoño de 1966, pág. 48.<<
[93] (Los sonidos preliminares/ aglutinan a los sesenta/ mil en un/ cuerpo/ que ulula/ en el límite/ de la conciencia/ [… ]/ Los desafinados nervios aguardan/ los acordes preparatorios/ la inmersión es un clímax/ inmediato y prolongado/ [… ]/ Jóvenes báquicas caen a tierra,/ frenético delirio,/ o pierden el sentido,/ brazos que se desploman./ Rostros arañados/ con muecas de fe/ aplastados contra una valla,/ los dedos como garfios, resoplando,/ se apoyan los arqueados cuerpos,/ sus brazos, suplicantes, se estiran/ para cruzar el vacío intermedio).<<
[94] Reseña de W. A. Darlington sobre La danza de la muerte de Strindberg en el Old Vic, con Geraldine McEwan y sir Laurence Olivier, publicada en el Daily Telegraph el 23 de febrero de 1967.<<
[95] Véase el capítulo VI de este volumen.<<
[96] Un compendio de este trabajo fue publicado en Rolf Abonico y Katarina Pfister-Binz, comps., Socilogy of Sport Theoretical Foundations and Research Methods, Basilea, 1972.<<
[97] Para un análisis de los pronombres personales como modelo figuracional véase Norbert Elias, Wkat is Sociology?, Londres, 1978, págs. 122 y ss.<<
[98] Sirvan como ejemplos representativos las siguientes obras: Stanley Parker, The Future of Work and Leisure, Londres, 1971; Joffre Dumazedier, Toward a Society of Leisure, Nueva York, 1967, y The Sociology of Leisure, Amsterdam, 1974, y Alasdair Clayre, Work and Play, Londres, 1974.<<
[99] Para la discusión de que los deportes son «irreales» véase, por ejemplo, Gregory P. Stone, «American Sports: Play and Dis-Play», Chicago Review, vol. 9, núm. 3 (otoño de 1955), págs. 83-100; reimpreso en E. Larrabee y R. Meyersohn, comps., Mass Leisure, Glencoe, Illinois, 1958, y en Eric Dunning, comp., The Sociology of Sport: a Selection of Readings, Londres, 1971. Véase también Peter McIntosh, Sport and Society, Londres, 1963, págs. 119-120; y Roger Caillois, Man, Play and Games, Londres, 1962, págs. 5-6.<<
[100] Dumazedier y algunos otros han comenzado a establecer una distinción así, pero la tajante dicotomía «trabajo/ocio» y la tendencia a utilizar los términos «tiempo libre» y «ocio» indistintamente siguen siendo moneda de uso común en los escritos sobre la sociología del trabajo en los que se menciona el ocio.<<
[101] Sería posible diseñar una correspondiente tipología de actividades que no son de tiempo libre, basada en el mismo marco teórico de referencia y que indicase no sólo la disparidad sino también la continuidad entre el espectro del trabajo y el espectro del tiempo libre, En un extremo de la balanza se hallan los trabajos casi sin posibilidades intrínsecas y autónomas de resonancia emocional agradable, aunque la gente suele arreglárselas para obtener de las rutinas laborales más áridas intrínsecamente desde el punto de vista emocional diversas satisfacciones agradables, como por ejemplo, cotillear con los compañeros, molestar a los recién llegados, enorgullecerse por la habilidad con que uno realiza las rutinas, obtener triunfos competitivos o hacer huelgas. En el otro extremo de la balanza están los trabajos con posibilidades intrínsecas de transmitir una resonancia emocional como, por ejemplo, ser profesor o investigador en una universidad, participar en la lucha parlamentaría como diputado, dirigir o tocar profesionalmente algún instrumento en una orquesta, ser deportista o actor profesional, escribir novelas, y otras formas de satisfacer profesionalmente las necesidades recreativas de otras personas.<<
[102] Esta tendencia es quizá la más común en la obra de Talcott Parsons.<<
[103] La calle Belvoir (pronunciado Beaver) es una calle famosa de Leicester.<<
[104] Véase Talcott Parsons, The Structure of Social Action, Nueva York, 1949, pág. 75.<<
[105] Para un análisis del concepto de «figuraciones» véase Norbert Elias, What is Sociology?, págs. 13 y ss.<<
[106] Juego de pelota muy similar al baloncesto, pero menos difundido y, en la actualidad, jugado en Inglaterra casi exclusivamente por mujeres. (N. de T.)<<
[107] Véase Norbert Elias, El proceso de la civilización, FCE, 1988; y Eric Dunning y Kenneth Sheard, Barbarians, Gentlemen and Plqyers: a Sociological Study of the Development of Rugby Football, Oxford, 1979.<<
[108] William Stephenson, The Play Theory of Mass Comunication, Chicago, Illinois, 1967, pág. 46.<<
[109] Caillois, Man, Play and Games, págs. 5-6.<<
[110] George Homans, por ejemplo, alegó en su discurso presidencial ante la American Sociological Association en 1966 que la sociología adolece de falta de autonomía como tema científico y que la psicología es la ciencia social básica. Algo parecido plantea W. G. Runciman en su libro Sociology in its Place, Cambridge, 1970, pág. 7.<<
[111] Véase Norbert Elias, El proceso de la civilización.<<
[112] Para el análisis de algunos descubrimientos sobre casos de aislamiento extremo véase Peter Watson, War on the Mind: the Military Uses and Abuses oj Psychology, Harmondsworth, 1978, cap. 13.<<
[113] Véase la crítica del concepto del ser humano como homo clausus y su conceptualización como homines aperti en Elias, What is Sociology?, págs. 119 y ss.<<
[114] Véase el capítulo V de este volumen.<<
[115] Este ensayo fue publicado con anterioridad en Eric Dunning, comp., The Sociology of Sport: a Selection of Readings, Londres, 1971. El marco teórico en el que se encuadra se relaciona directamente y, de hecho, constituye una profundización en la teoría del proceso civilizador elaborada por Norbert Elias en El proceso de la civilización, FCE, 1988 y en State Formation and Civilization, Oxford, 1982.<<
[116] Quizá sea conveniente recordar que en inglés football es la pelota de cuero (redonda en el caso del fútbol soccer, o elíptica en el fútbol rugby) que da nombre al juego al aire libre en el que dos equipos tratan de introducirla (con el pie o con la mano) cada uno en la meta del equipo contrario, ambas situadas en los extremos del campo. Este juego tiene varias modalidades, de las cuales las dos más conocidas y reconocidas son, en Inglaterra, la Football Association o fútbol soccer, y la Rugby Union o rugger en la forma coloquial. La primera modalidad es la que en castellano corresponde al fútbol y la segunda, al rugby o fútbol americano. (N. de T.)<<
[117] No es posible aquí indagar con más detalles en el problema de por qué, en contraste con la difusión y adopción casi mundial de la modalidad soccer del fútbol inglés, la modalidad rugger obtuvo una difusión y aceptación mucho más limitadas. Pero merece la pena decir que el análisis de este tipo de cuestiones puede resultar revelador y definitivo para asentar aspectos concretos de una teoría sociológica del deporte.<<
[118] Agnes Bain Stiven, Englands Einfluss auf den deutschen Wortschatz, Marburgo, 1936, pág. 72.<<
[119] Prince Puechlser-Muskau, Briefe eines Verstorbenen, 9 de octubre de 1810.<<
[120] J. G. Kohl, citado en F. Kluge, Ethymologisches Wörterbuch, 17.a ed., 1957, artículo sobre el deporte.<<
[121] Larousse du XIXième Siècle.<<
[122] Turf: carreras de caballos, hipódromo.
Sleeplechase: carrera de caballos campo a través, con obstáculos; salto de vallas.
Match: partido, partida, torneo deportivo.
Sweepstake: carrera (esp. de caballos) en que una sola persona puede ganar todas las apuestas o una parte de ellas.<<
[123] Norber Elias, El proceso de la civilización, FCE, 1988, y State Formation and Civilization, Oxford, 1982.<<
[124] Para una discusión de la lucha profesional moderna como farsa véase «American Sports: Play and Dis-Play», [Los deportes estadounidenses: Juego y exhibición] y «Wrestling: The Great American Passion Play» [La lucha libre: el juego de la gran pasión norteamericana], de Gregory P. Stone, en Eric Dunning, comp., The Sociology of Sport: a Selection of Readings, Londres, 1971.<<
[125] H. Foerster, Die Sieger in den Olympischen Spielen, Zwickau, 1891.<<
[126] Franz Mezoe, Geschichts der Olympischen Spiele, Munich, 1030, págs. 100-101; citado en Ludwig Dress, Otympia; Gods, Artists and Athletes, Londres, 1968, pág. 83.<<
[127] Filostrato, Peri Gymnastike (On Gymnastics en la versión inglesa), primera mitad del siglo III d. C., cap. 2.<<
[128] Filostrato refiere que se prohibieron las correas hechas con piel de cerdo por creer que causaban heridas demasiado graves. También estaba prohibido atacar con el dedo pulgar. Quizá sea conveniente mencionar estos detalles. No debe pensarse que las reglas habituales en los juegos de competición de la Antigüedad no se preocupaban en absoluto por los participantes. Lo que sucede es que estas reglas simplemente se transmitían por tradición oral y con ello aún quedaba un margen muy amplio para las lesiones graves.<<
[129] Véase Norbert Elias, «Studies in the Genesis of the Naval Profession», British Journal of Sociology, vol. 1, núm. 4, diciembre de 1950.<<
[130] Filostrato, On Gymnastics, cap. 11.<<
[131] Ibíd., cap. 43.<<
[132] Dress, Olympia, pág. 82.<<
[133] Ibíd.<<
[134] Ibíd., pág. 81.<<
[135] Para una explicación de este término y una discusión del problema de la «objetividad» en la sociología, véase Norbert Elias, «Problems of Involvement and Detachment», British Journal of Sociology, vol. 7, septiembre de 1956. Véase asimismo Norbert Elias, Involvement and Detachment, Oxford.<<
[136] No es necesario analizar aquí las razones de la ola de secularización, visible entre otras cosas en el paso de las representaciones más solemnes, más aterradoras y quizá más expresivas de los dioses y héroes en el periodo arcaico —por ejemplo, la Medusa en el tímpano del templo de Artemisa en Corcira, siglo VI a. C.— al realismo idealizante del periodo clásico, donde dioses y héroes son representados como guerreros bien proporcionados, jóvenes o viejos, cuyos cuerpos hablan, aunque sus rostros resulten quizás un poco vacíos, incluso cuando, como en el caso del auriga de Delfos, se han conservado los ojos incrustados y parte de los colores.<<
[137] Hasta qué punto las características de una etapa anterior en el desarrollo de la organización del Estado, especialmente en la monopolización y el control de la violencia física, afectan todas las relaciones humanas se hace patente, entre otras cosas, en la frecuencia con que aparecen en las leyendas griegas los conflictos entre padre e hijo. En lo que respecta a la sociedad griega, Freud probablemente se equivocó en su interpretación de la leyenda de Edipo o, al menos, sólo vio un lado del cuadro, el de un solo individuo: el hijo. En el contexto de la sociedad griega, no se puede por menos que advertir la figuración social concreta reflejada en esta como en otras leyendas griegas relacionadas con ella. No se puede evitar cuestionar la relación entre el hijo y el padre, el rey joven y el rey viejo, tanto desde el lado del padre como desde el lado del hijo. Desde el ángulo de este último, la leyenda bien puede estar, como dijo Freud, teñida con los celos por la posesión de la esposa por parte del padre —y, podríamos añadir, con el miedo a la fuerza y el vigor físico del padre—. Visto sin embargo desde el ángulo de este, tal como se refleja en las leyendas griegas, el miedo y los celos que el viejo rey siente hacia el hijo desempeñan un papel igualmente importante en la relación entre ambos. Porque, inevitablemente, el padre envejecerá y se debilitará físicamente mientras que el hijo, débil cuando niño, se volverá más fuerte y vigoroso. Antiguamente, cuando el bienestar de toda una comunidad, de un clan o de una casa estaba ligado no sólo de hecho sino mágicamente —en la imaginación de los miembros de tales grupos— a la salud y el vigor del rey o líder, el viejo a menudo era asesinado de forma ritual cuando se hacía más viejo, cuando su fuerza y su vigor lo abandonaban, y sustituido por uno de sus hijos, el rey joven. Numerosas leyendas muestran que el hijo, el futuro heredero, tenía que ser escondido de la ira y la persecución del padre cuando aún era joven y que habitualmente era criado por extraños. Así, «sabemos», según un estudio reciente (Edna H. Hooker, The Goddess of the Golden Image, in Parthenos and Parthenon, Greece and Rome, suplemento del vol. X, Oxford, 1963, pág. 18), «que en las comunidades agrícolas primitivas los descendientes del rey estaban en constante peligro, pues suponían una amenaza potencial para la tenencia del trono por parte del rey o, a veces, para una madrastra que lo ambicionaba para sus propios hijos. En los mitos y leyendas de Grecia, pocos principes fueron criados en sus casas. Algunos fueron enviados al Centauro, Quirón; pero la mayoría fueron abandonados, con pruebas de su origen, para ser criados por extraños».
El rey Layo abandonó a su hijo Edipo por miedo a que este lo asesinara. Zeus fue amamantado por nodrizas y criado en secreto porque su padre, Cronos, creía que era una amenaza y trató de matarlo. El propio Zeus, como Yahvé, temió que el hombre aprendiera parte de sus conocimientos mágicos y castigó violentamente al más joven, Prometeo, por haberse atrevido a robar el fuego del cielo y darlo a los hombres.
Bien puede ser que la escalada de mutua rivalidad y celos como parte de la compleja relación entre padre e hijo, el peculiar proceso que vemos reflejado en las leyendas griegas y en muchas otras, ya no tenga —en una sociedad en que ni siquiera los parientes varones ponen en peligro mutuamente sus vidas, en que el Estado ha monopolizado el derecho de utilizar la violencia física— el papel que alguna vez tuvo en sociedades en que los padres podían asesinar o abandonar a sus hijos. Sería necesario investigar más las figuraciones de padres e hijos para descubrir hasta qué punto el sentimiento de rivalidad y celos del padre por parte del hijo, tal como Freud lo descubrió en sus pacientes, es al mismo tiempo una reacción del sentimiento de rivalidad y celos del hijo por parte del padre. Pero sí analizamos las leyendas griegas, sobre todo la propia leyenda de Edipo, es muy difícil no ver claramente la doble vía, los sentimientos recíprocos de rivalidad que intervienen en la relación padre/hijo. El uso que se hace de esta leyenda como modelo teórico seguirá pareciendo incompleto mientras no se investigue a profundidad la dinámica de esta figuración, la reciprocidad de sentimientos entre un hijo que era débil y se hizo fuerte, y un padre que pierde su fuerza y se vuelve débil. En las sociedades en que la fuerza y el vigor físico desempeñaron un papel mucho mayor que hoy en las relaciones dentro y fuera de la familia, esta figuración debe de haber sido enormemente importante y no sólo de ninguna manera inconsciente. Vista en este contexto, la leyenda de Edipo se lee como leyenda destinada a amenazar a los hijos con el castigo de los dioses si matan a sus padres. Sin embargo, lo que más destaca en la leyenda no es probablemente, en primer lugar, la muerte del rey mayor por o en favor del rey más joven, sino la ruptura del tabú del incesto, de la prohibición para todo hijo a tener relación sexual con su madre, que naturalmente es una prohibición social mucho más antigua que la de asesinar al padre. En este sentido, el mito de Edipo simboliza una etapa relativamente tardía en el desarrollo de una sociedad en la que, en una etapa anterior, ni matar al hijo ni matar al padre era un delito. Estas leyendas, por tanto, nos ayudan a entender un tipo de relación humana que existió en una etapa del desarrollo social en la cual la organización de lo que ahora denominamos «Estado» aún estaba en pañales y en que la fuerza física del individuo, su capacidad para garantizar su supervivencia por medio de su propio poder de lucha, era un factor determinante en todas las clases de relaciones humanas, incluida la relación padre/hijo.<<
[138] Pierre Ducrey, Le Traitement de Prisonniers de Guerre dans la Grèce antique, Ecole Francaise d’Athenes, Travaux et Memories, Fas. XVIII, París, 1968, págs, 196 y ss.<<
[139] Fr. Schwenn, Die Menschenopfer bei den Griechen und Romem, Giessen, 1915.<<
[140] Cito estos fragmentos de la traducción al inglés que Eric A. Havelock ha publicado en su libro The Liberal Temper in Greek Politics, New Haven y Londres, 1964, págs. 127-128. Creo que su intento de transmitir a los lectores contemporáneos de habla inglesa el significado de estos fragmentos, siempre que tal cosa sea posible, lo consigue con bastante éxito. También muestra, más claramente quizá que muchos otros escritores, que el énfasis puesto por Platón y Aristóteles en la autoridad central del Estado como fuente primaria de problemas políticos se toma a menudo equivocadamente como una característica de los antiguos griegos en general, cuando de hecho este hincapié fue característico, si acaso, de una fase tardía y quizá sólo de la última en el desarrollo de las ciudades-Estado griegas independientes. No puedo, sin embargo, coincidir con el profesor Havelock en su interpretación de que las enseñanzas de filósofos como Demócrito eran «liberales». El liberalismo como filosofía política presupone una organización altamente desarrollada del Estado, aun cuando su objetivo sea impedir que los representantes del Estado intervengan demasiado en los asuntos de sus miembros individuales. La idea de que el individuo debe bastarse a sí mismo propugnada por Demócrito es, por el contrario, característica de una etapa de desarrollo en la que este y su grupo familiar no pueden contar todavía con la protección de una organización del Estado razonablemente eficaz e impersonal. No es realmente una idea «liberal» la de que los hombres tienen el derecha y el deber de vengarse por su cuenta y matar a sus enemigos.<<
[141] John Stow, A Survey of London (1956), publicado por vez primera en 1603 y reeditado en Oxford en 1908.<<
[142] Ibíd., págs. 96 y ss.<<
[143] Norbert Elias, State Formation and Civilization, Oxford, 1982, págs. 258 y ss. La «feudalización» es un ejemplo de empuje en sentido contrario.<<
[144] Paralelismo imposible en español mientras que en inglés es casi automático, ya que el sustantivo industry significa tanto fabricación de bienes a gran escala por medios mecánicos como laboriosidad, capacidad y amor al trabajo, (N. de T.)<<
[145] Así, Geoffrey Green, en su History of the Football Association (Londres, 1953, pág. 7), toma la referencia al «famoso juego de pelota» (ludum pilae celebrem) hecha por William Fitzstephen en su panegírico Descriptio Nobilissimae Civitatis Londinae (1175, citado en Stow, A Survey of London) como prueba de que los jóvenes de Londres jugaban al fútbol en el siglo XII. Aunque más cauteloso, Morris Marples, en su A History of Football (Londres, 1954, págs. 19-21), concluye que «hay buenas razones para suponer que Fitzstephen está describiendo el fútbol en verdad».<<
[146] Para una profundización en este punto véase Norbert Elias, What is Sociology?, Londres, 1978, págs. 75-76.<<
[147] No todos los juegos son «deportes» ni todos los deportes son «juegos». El término «juegos deportivos» hace referencia a todos aquellos —fútbol, rugby, tenis, criquet, golf, etc.— a los que se aplican ambas palabras.<<
[148] Un ejemplo de juego que sí lo ha logrado es el baloncesto, inventado en su forma inicial por el doctor James Naismith de Springfield, Mass.<<
[149] Lo que me propongo demostrar aquí en nada se ve aminorado por el hecho de que, en el criquet y en otros juegos parecidos, tanto los «bateadores» como los «boleadores» alternan la defensa con el ataque, dependiendo, por ejemplo, del curso del juego como competición y de la etapa que haya alcanzado.<<
[150] Un ejemplo es el cambio introducido en el fútbol en 1923 con la «ley de fuera de juego». Para un análisis de este cambio en las reglas, véase el cap. VI del presente volumen.<<
[151] A menudo no nos damos cuenta de la lentitud con que las instituciones sociales y la estructura de personalidad de los individuos han llegado a la etapa en que la norma, en todos los estratos sociales, dice que el adulto debe ser capaz de realizar una actividad especializada con concentración y sin dejarse distraer por otros fines quizá momentáneamente más atractivos. La concentración y la consiguiente autodisciplina exigidas por el ritual de la caza de zorros mientras se persigue la presa es un ejemplo de ello.
Recuerdo otro. Puede ayudar a comprender mejor el hecho de que concentrar toda la atención y la conducta en un solo objetivo durante horas, días, años sin fin —lo cual, no sin cierta lucha con uno mismo, es considerado hoy en muchos países como un logro normal de los individuos de todas las clases—, es el resultado de un lento desarrollo a lo largo del tiempo. Muy lejos de considerarse normal en las etapas anteriores. Asi, el código disciplinar aprobado por el conde de Leicester para uso de los soldados que servían a sus órdenes en los Países Bajos en 1585, ordenaba en su artículo 48 que estos, marchando en columna por el campo, no debían gritar, y supuestamente molestar a toda la columna, si encontraban a su paso una liebre o cualquier otro animal (véase C. J. Cruikshank, Elizabeth’s Anny, Oxford, 1966, pág. 161). El código en su totalidad resulta instructivo. Ayuda a recordar que muy pocas formas de conducta y de sentimientos que hoy parecen ser simplemente obvias por sí solas o racionales, pueden tomarse como algo que se da por hecho.<<
[152] Blaine, Encyclopaedia of Rural Sports, Londres, 1852, pág. 89.<<
[153] Cita tomada de Peter Beckford, Thoughts on Hare and Foxhunting [«Reflexiones sobre la caza de liebres y zorros»], Londres, 1796, pág. 197.<<
[154] Ibíd., pág. 239.<<
[155] Ibíd., pág. 166.<<
[156] Ibíd., pág. 169.<<
[157] Norbert Elias, The Civilizing Process, Oxford, 1978, págs. 202 y ss.<<
[158] Beckford, Thoughts on Hare and Foxhunting, págs, 199 y ss.<<
[159] Ibíd., pág. 38.<<
[160] Stonehenge, Manual of Sports, Londres, 1856, pág. 109.<<
[161] Beckford, Thughts on Hare and Fcxhunting, pág. 173 (el subrayado es mío). Lo que Beckford decía, en otras palabras, era que si los perros están entrenados para matar y les gusta hacerlo, proporcionarán en el futuro buen deporte. Él deseaba resaltar, como hemos visto, que el placer de la emoción por la batalla y el placer del clímax son interdependientes.<<
[162] En Thoughts on Hare and Foxhunting Beckford subrayó las ventajas de un deporte que, como la caza de zorros, se practicaba en un país sin guerras, con la siguiente cita de un poema: «Ningún cruel e indómito Senado amenaza aquí. Ni el hacha ni la horca se muestran a la vista. No hay envidia, desengaño ni desesperación».<<
[163] Véanse unas observaciones sobre la clase específica de control social que origina el desarrollo del autocontrol en Elias, State Formation and Civilization, págs. 229 y ss.<<
[164] Numerosos historiadores del fútbol si otorgan a las primeras referencias al juego la misma confiabilidad. Nosotros opinamos que esta confianza no está plenamente justificada y Norbert Elias ofrece algunas razones de nuestro escepticismo en el capítulo IV de este volumen. El presente capítulo fue publicado previamente en Eric Dunning (comp.), The Sociology of Sport a Selection of Readings, Londres, 1971.<<
[165] H. T. Riley (comp.), Munimenta Gildhallae Londoniensis, Rolls. Ser. núm. 12, Londres, 1859-1862, vol. III, apéndice ii, extractos del Liber Memorandum, págs. 439-441; texto en latín y anglo-francés, con traducción al inglés del segundo.<<
[166] Cal. de Close Rolls, Ed. III (1910), págs. 181-182.<<
[167] J. C. Jeafferson (comp.), Middlesex Country Records, Londres, 1886-1887, pág. 97.<<
[168] Véase un relato contemporáneo publicado en D. Lysens, Magna Britannia, Londres, 1810, también citado en T. F. T. Dyer, British Popular Customs, Londres, 1900, págs. 70-72.<<
[169] «… a company of lewd and disordered persons usinge that unlawfulle exercise of playing with the fotebale in ye streets», en J. F. Earwaker (comp.), The Caurt Leet Records of the Manor of Manchester, Londres, 1887, pág. 248.<<
[170] «El alcalde era entonces Andrew Aubrey, de la Pepperer’s Company, un hombre muy acaudalado». The chronicles of London, Collectanea Ademantea X, Edimburgo, 1885, desde la 44, Enrique III, hasta la 17, Eduardo III, pág. 27.<<
[171] Ibíd., pág. 27,<<
[172] Hay razones para creer con toda certeza que en la Inglaterra medieval existían formas relativamente no institucionalizadas de fútbol junto a las más ritualizadas. En este contexto, lo que importa es darse cuenta del nivel relativamente alto de violencia en las últimas.<<
[173] Véase, por ejemplo, Robert Redfield, quien ha escrito: «De este modo, podemos clasificar a la sociedad popular tradicional como pequeña, aislada, analfabeta y homogénea, con un fuerte sentimiento de solidaridad de grupo», en «The Folk Society», American Journal of Sociology, núm. 52, 1947, págs. 292-308.<<
[174] Ibíd.<<
[175] Ibíd.<<
[176] C. H. Cooper, Annals of Cambridge, Cambridge, 1843, pág. 71.<<
[177] O. W. Farrer, The Marblers of Purbeck, documentos leídos ante la Purbeck Society (1859-1860), págs. 192-197.<<
[178] Por ejemplo los decretos de Manchester promulgados en 1608 y 1609. Véase supra pág. 216 y nota 6.<<
[179] Richard Carew, A Survey of Cornwall, Londres, 1602, págs. 73-75.<<
[180] Este capítulo fue publicado por vez primera en el British Journal of Sociology, vol. XVII, núm. 4, diciembre de 1966, y reimpreso en Eric Dunning, comp., The Sociology of Sport: A Selection of Readings, Londres, 1971.<<
[181] Nos referimos a la teoría de grupos pequeños en el sentido en que el término es utilizado actualmente en sociología. No nos referimos a otras teorías de grupos pequeños como, por ejemplo, las que se ocupan de los problemas de terapia de grupos, aun cuando también en esos casos puede ser útil aplicar el enfoque figuracional.<<
[182] H. Green, The History of the Football Association, Londres, 1953.<<
[183] G. Homans, Social Beheaviour: Its Elementary Forms, Londres, 1961, pág. 130.<<
[184] R. Dahrendorf, Class and Class Conflict in Industrial Society, Londres, 1959, pág. 164.<<
[185] Ya se hizo ampliamente en Norbert Elias, El proceso de la civilización, FCE, 1988, así como en State Formation and Civilization, Oxford, 1982.<<
[186] Véase el capítulo V del presente volumen.<<
[187] Para un análisis sociológico del desarrollo del fútbol en las escuelas privadas véase Eric Dunning y Kenneth Sheard, Barbarians, Gentlemen and Players, Oxford, 1979.<<
[188] A fin de evitar malentendidos debo añadir que el termino «realismo sociológico» tal como se emplea aquí no significa lo mismo que cuando se aplica a la teoría de Durkheim. Durkheim no pudo escapar de una posición en la que los fenómenos sociales aparecían como desligados de las personas e independientes de ellas. Él reificó a veces estas abstracciones. Nunca pasó de la etapa en que «sociedad» e «individuos» aparecen como entidades separadas, a las que intentó reunir finalmente mediante una hipótesis casi mística. Esta crítica es perfectamente compatible con el reconocimiento del calibre intelectual de su obra y de los avances científicos debidos a él.<<
[189] Hay una diferencia fundamental entre el equilibrio de tensiones de los músculos opuestos y el de los jugadores antagonistas durante un partido. En el caso de los músculos, un lado se relaja cuando el otro está tenso. En el caso de los jugadores, la especificidad del equilibrio de tensiones se debe al hecho de que los dos bandos están en tensión.<<
[190] Este ensayo fue publicado con anterioridad en Sport-wissenschaft, vol. 9, 1979, 4, con el título «La dinámica figuracional del deporte moderno: Notas sobre la sociogénesis de la búsqueda de récords y la importancia social del deporte». Se basa en el análisis presentado en Eric Dunning y Kenneth Sheard, Barbarians, Gentlemen and Players, Oxford, 1979. No obstante, lo supera en diversos aspectos.<<
[191] Para una plena documentación y análisis de esc proceso véase Ibíd.<<
[192] El proceso de la civilización, FCE, 1988.<<
[193] What is Sociology?, Londres, 1978.<<
[194] Es decir, una evaluación que reflejaba los intereses y valores de grupos específicos dentro de la sociedad más amplia y que no fue elaborada de forma autónoma por nosotros especialmente para llevar a cabo nuestro análisis sociológico. Véase Norbert Elias, «Problems of Involvement and Detachment», British Journal of Sociology, vol 7, 1956, págs. 226-252.<<
[195] Norbert Elias y Eric Dunning, «Dynamics of Sport Groups with special Reference to Football», British Journal of Sociology, vol, 17, 1966, pág. 79 y cap, VI de este volumen.<<
[196] J. Huizinga, Homo Ludens: a Study of Play Element in Culture, Londres, 1949.<<
[197] G. P. Stone, «American Sports: Play and Dis-Play». en Eric Dunning (comp.). The Sociology of Sport: a Selection of Readings, Londres, 1971.<<
[198] B. Rigauer, Sport und Arbeil, Francfort, 1969.<<
[199] Homo Ludens, págs. 223 y ss.<<
[200] De hecho, el término «democratización funcional» fue acuñado después por Elias para representar con más exactitud lo que antes había denominado simplemente «presión estructural cada vez mayor desde abajo».<<
[201] Tengo para mí que la formación del Estado, la democratización funcional y el proceso civilizador también pueden explicar esta tendencia más satisfactoriamente que la hipótesis que cualquier weberiano podría presentar en este contexto, como podría ser, por ejemplo, la de un Wahlverwandtschaft o «afinidad electiva» entre el protestantismo asceta y la participación deportiva seria y orientada al éxito, siguiendo la tónica de la relación que según Weber existió entre el protestantismo asceta y el «espíritu del capitalismo». A priori tal hipótesis parece razonable pero tropieza con el hecho de que, en Inglaterra al menos, fueron los protestantes quienes trataron de abolir todos los deportes y pasatiempos. Sea como fuere, la hipótesis de Elias es más abarcadora y podría, en potencia, explicar sociogenéticamente la ética protestante. Además, por disolver y trascender la dicotomía que existe, primero entre «lo material» y «lo ideal» y, segundo, entre «causas» y «efectos» —con su hincapié en los nexos o constelaciones de causas y efectos interactuando entre sí o, dicho con más exactitud, por ocuparse de la dinámica específicamente social, es decir, relacional, de las figuraciones sociales—, el método de Elias no conduce a las dificultades metodológicas insuperables que conlleva el enfoque de Weber.<<
[202] A. Trollope, British Sports and Pastimes, Londres, 1868, págs. 6-7.<<
[203] Cfr. M. Marples, A History of Football, Londres, 1954.<<
[204] He llamado «élite de las escuelas privadas» a la clase gobernante de Inglaterra de fines del siglo XIX para subrayar el papel de estas escuelas en la unificación de sus sectores burgueses predominantes, hacendados y establecidos.<<
[205] Los Corintios fue un equipo de aficionados que se formó a fines del siglo XIX, reclutando a sus miembros en escuelas privadas y en las universidades de Oxford y de Cambridge, que logró mantenerse durante un tiempo jugando contra equipos profesionales. Eran una excepción sintomática dentro de la tendencia general hacia la exclusividad por parte de la élite de las escuelas privadas en el sentido de que este equipo se formó deliberadamente para combatir el éxito creciente de los equipos profesionales y para celebrar y mantener el querido ideal de los aficionados. No obstante, al adoptar un patrón de reclutamiento que no era específico de ninguna localidad o institución en concreto incorporaron uno de los «ultrajes» defendidos por los proponentes del ideal de afición, ser destruido por el profesionalismo. Es decir, al igual que los equipos profesionales que eran reclutados sobre una base nacional, los Corintios se apartó de una pauta de representación deportiva en que equipos concretos de una localidad o institución, reclutados en comunidades de varias clases, eran tenidos como una característica esencial del «verdadero» deporte.<<
[206] E. Durkheim, The Division of Labour in Society, Nueva York, 1964.<<
[207] What is Sociology?, págs. 63 y ss., y 99 y ss.<<
[208] Véase el capítulo I de este volumen.<<
[209] The Elementary Forms of the Religious Life, Londres, 1976.<<
[210] Este ensayo fue publicado con anterioridad en Jeffrey H. Goldstein (comp.), Sports Violence, Nueva York, 1983, con el título «Social Bonding and Víolence in Sport: a Theoretical-Empirical Analysis». Agradezco a Johan Goudsblom sus útiles comentarios sobre una versión anterior.<<
[211] H. J. Eysenck y K. D. Nias, Violence and the Media, Nueva York, 1978.<<
[212] P. Marsh, Aggro: the illusion of Violence, Londres, 1979.<<
[213] A. Yiannakis, T. D. McIntyre, M. J. Melnik y D. P. Hart (comps.), Sport Sociology: Contemparary Themes, Dubuque, Iowa, 1976.<<
[214] K. Weis, «Role Models and the Social Learning of Violent Behaviour Patterns», Proceedings of the International Congress of Physical Activity Sciences, Quebec, 1976, págs. 511-524.<<
[215] Para esta teoría véase Norbert Elias, El proceso de la civilización, FCE, 1988 y State Formation and Civilization, Oxford, 1982.<<
[216] L. Tiger, Men in Groups, Londres, 1969; R. Fox, «The Inherent Rules of Fighting», en P. Colleti (comp.), Social Rules and Social Behaviour, Oxford, 1977.<<
[217] P. Marsh, E. Rosser y R. Harré, The Rules of Disorder, Londres, 1978.<<
[218] R. Gardner y K. Heider, Gardens of War, Hannondsworth, 1974.<<
[219] G. Owen, The Description of Pembrokeshire, en H. Owed (comp.), Cymmrodorion Society Researchs Series, núm. I, 1892, págs. 270-282. Este trabajo fue publicado por primera vez en 1603.<<
[220] «Llevan unos garrotes monstruosos, de un metro de longitud, todo lo grandes que cada uno sea capaz de empuñar». (N. de T.)<<
[221] Ibíd.<<
[222] Eric Dunning y Kenneth Sheard, Barbarians, Gentlemen and Players, Oxford, 1979.<<
[223] D. Riesman y R. Denney, «Football in America: a Study in Culture Diffusion», en Eric Dunning (comp.), The Sociology of Sport a Selection of Readings, Londres, 1971.<<
[224] J. Huizinga, The Waning of the Middle Ages, Nueva York, 1924.<<
[225] Marsh et al., The Rules of Disorder.<<
[226] Marsh, Aggro.<<
[227] E. Bott, Family and Social Network, Londres, 1957; P. Wilmott y M. Young, Family and Kinship in East London, Londres, 1957; H. J. Parker, View from Bays, Newton Abbott, 1974; P. Willis, Profane Culture, Londres, 1978.<<
[228] Football hooliganism en el original inglés. (N. de T.)<<
[229] Este ensayo se basa en la Conferencia Edwards Glover impartida por Eric Dunning en 1984 en el Royal Free Hospital de Londres. Esta serie de conferencias anuales está organizada por la clínica Portman. Nuestro agradecimiento a Ilya Neustadt y Tim Newbum por sus comentarios críticos a una versión anterior del trabajo.<<
[230] Véase John Williams, Eric Dunning y Patrick Murphy, Hooligans Abroad: the Behaviour and Control of English Fans in Continental Europe, Londres, 1984; también The Roots of Football Hooliganism: an Historical and Sociological Study, Londres, en prensa.<<
[231] Argot característico sobre todo del lenguaje de las bandas juveniles. Derivado de aggravation, significa conducta agresiva y lo que esta implica: irritar, exasperar, provocar, vejar. (N. de T.)<<
[232] Paul Harrison, «Soccer’s Tribal Wars», New Society, 1974, vol. 29, pág. 604.<<
[233] Véase el análisis en Peter Marsh, Elizabeth Rosser y Rom Harré, The Rules of Disorder, Londres, 1978, págs. 70-72.<<
[234] Los «football ends» son las gradas situadas en los extremos del estadio, detrás de las porterías. A fuerza de ocupar siempre las mismas en los campos de fútbol de sus respectivos equipos, los grupos de hinchas han terminado por apropiarse de ellas y por ser identificados con los nombres de esos «extremos». (N. de T.)<<
[235] Simon Jacobson, «Chelsea Rule-OK», New Society, 1975, vol. 31, págs. 780-783.<<
[236] Quizá sea conveniente señalar que el servicio durante los partidos de fútbol ofrece a los policías tanto la oportunidad de ganar un dinero extra como la bien acogida liberación de las rutinas habituales. Además, en los partidos de fútbol, no sólo a los hinchas fanáticos sino también a los policías se les brindan oportunidades para la «acción» en un contexto emocionante. Por si esto fuera poco, debido al oprobio que sobre la afición violenta y desatinada del fútbol ha recaído, es un contexto en el que las estrategias empleadas por la policía apenas son criticadas por la opinión pública.<<
[237] Ian Taylor, «Football Mad: a Speculative Sociology of Football Hooliganism», en Eric Dunning (comp.), The Sociology of Sport: a Selection of Readings, Londres, 1971, págs. 352-357. Véase también su trabajo «Soccer Consciousness and Soccer Hooliganism», en Sean Cohen (comp.), Images of Deviance, Harmondsworth, 1971, págs. 134-164.<<
[238] John Clarke, «Football and Working-Class Fans: Tradition and Change», en Roger Ingham (comp.), Football Hooliganism: the Wider Context, Londres, 1978, págs. 37-60,<<
[239] Ibíd., pág. 51.<<
[240] Stuart Hall, «The Treatment of “Football Hooliganism” in the Press», en Ingham (comp.), Football Hooliganism, págs. 15-36.<<
[241] Véase Stuart Hall et al., Policing the Crisis: Mugging, the State, and Law and Order, Londres, 1978.<<
[242] Ian Taylor, «On the Sports Violence Question: Soccer Hooliganism Revisited» en Jennifer Hargreaves (comp.), Sport, Culture and Ideology, Londres, 1982, págs. 152-196; «Class, Violence and Sport: the Case of Soccer Hooliganism in Britain», en Hart Cantelon y Richard S. Gruneau (comps.), Sport, Culture and the Modern State, Toronto, 1982, págs. 39-93. David Robins y Philip Cohen reconocen la dimensión de conflicto dentro de la misma clase que tiene el problema cuando escriben: «La tristeza y la futilidad de la lucha entre grupos rivales de jóvenes socialmente desposeídos es la mejor demostración del alcance de la victoria por parte de quienes realmente detentan el poder de clase sobre ellos». Véase su Knuckle Sandwich: Growing Up in the Working Class City, Harmondsworth, 1978, pág. 51.<<
[243] Véase Marsh et al., The Rules of Disorder, págs. 115 y ss.<<
[244] Para una crítica más detallada de la obra de Marsh et al., véase Eric Dunning, Patrick Murphy y John Williams, «Ordered Segmentation and the Sociogenesis of Football Hooligan Violence: A Critique of Marsh’s “Ritualized Aggression” Hypothesis and the Outline of a Sociological Alternative», en Alan Tomlinson (comp.), The Sociological Study of Sport: Configurational and Interpretative Studies, Brighton, 1981, págs. 36-52; véase también Patrick Murphy and John Williams, «Football Hooliganism: an Illusion of Violence», inédito, University of Leicester, 1980.<<
[245] Véase Gerald Suttles, The Social Order of the Slum: Ethnicity and Territory in the Inner City, Chicago, 1968; y The Social Construction of Communities, Chicago, 1972.<<
[246] J. A. Harrington, Soccer Hooliganism, Bristol, 1968, pág. 25.<<
[247] Eugene Trivizas, «Offences and Offenders in Football Crowd Disorders», British Journal of Criminology, vol. 20, núm. 3, 1980, pág. 282.<<
[248] Committed rowdies en el original inglés. (N. de T.)<<
[249] Harrison, «Soccer’s Tribal Wars», pág. 602.<<
[250] Marsh et al., The Rules of Disorder, pág. 69.<<
[251] Oxford Mail, 9 de enero de 1981.<<
[252] Suttles, The Social Order of the Slum, pág. 10.<<
[253] Ibíd.<<
[254] E. E. Evans-Pritchard, The Nuer, Oxford, 1940.<<
[255] Robins y Cohen, Knuckle Sandwich, págs. 73 y ss.<<
[256] Harrison, «Soccer’s Tribal Wars»,<<
[257] Robins y Cohen, Knuckle Sandwich, pág. 77.<<
[258] David Robins, We Hatz Humans, Harmondsworth, 1984, pág. 86.<<
[259] Suttles, The Social Order of the Slum, pág. 169.<<
[260] Véase, por ejemplo, págs. 31-33. Véase, asimismo, Suttles, 1972, págs. 28-29.<<
[261] Suttles, The Social Order of the Slurn, págs. 176, 181 y 194.<<
[262] El origen de esta pauta conductual probablemente dependa en gran medida del hecho de que, como todos los niños en general, los niños pertenecientes a la clase obrera baja no han tenido aún ocasión de interiorizar restricciones fuertes y estables sobre sus emociones y dependen, pues, en grado sumo, de controles externos. Si estas restricciones se limitan a contextos concretos como el hogar y no se aplican de manera continuada, poco se puede controlar la agresividad y violencia de las interacciones de los niños y, por tanto, el nacimiento de jerarquías de dominio. Esta tendencia tiende a complicarse en la medida en que los adultos emplean formas violentas de castigo como medio de socialización y en la medida en que los niños ven con regularidad cómo los adultos se comportan agresivamente, dentro o fuera del hogar.<<
[263] Utilizando el término introducido por Norbert Elias, diríamos que tienen un «umbral de rechazo» (Peinlichkeitsschwelle) relativamente alto a presenciar y participar en acciones violentas. Véase El proceso de la civilización, FCE, 1988, y State Formation and Civilization} Oxford, 1982.<<
[264] Véase Paul Willis, Profane Culture, Londres, 1978, pág. 29.<<
[265] Howard J. Parker, View from the Boys: a Sociology of Downtown Adolescents, Newton AbbotT, 1974, pág. 35.<<
[266] Véase por ejemplo, Herbert J. Gans; «Urbanism and Suburbanism as Ways of Life», en R. E. Pahl (comp.), Readings in Urban Sociology, págs. 95-118.<<
[267] Lo cual puede explicar en parle el atractivo que el National Front y el British Movement tienen para numerosos miembros de estos grupos,<<
[268] Empleamos aquí el término «civilizado» en la aceptación técnica, relativamente distanciada, propuesta por Norbert Elias. De ningún modo queremos sugerir con este término que los miembros de la clase trabajadora se volviesen «mejores» a consecuencia de su incorporación, ni que su intervención en este proceso favoreciera sus «intereses» en cuanto que clase. Únicamente, ios términos «civilización» e «incorporación» nos parecen relativamente adecuados al objeto como medio de conceptuar un proceso social que, parece razonable suponer, ocurrió verdaderamente.<<
[269] Liverpool Echo, 1 de abril de 1899.<<
[270] Glasgow Herald, 19 de abril de 1909 (parafraseado en John Hutchinson, «Some Aspects of Football Crowds Before 1914». Actas de la Conferencia de la Society for the Study of Labour History, University of Sussex, 1975, ponencia núm. 13, mimeografiada).<<
[271] Birmingham Post, 14 de octubre de 1920.<<
[272] Leicester Mercury, 19 de marzo de 1934.<<
[273] Para una explicación más detallada de nuestros datos sobre estas tendencias véase Eric Dunning, Patrick Murphy y John Williams, Working-Class Social Bonding and the Sociogenesis of Football Hooliganism, conclusión del Informe Grant ante la SSRC, 1982. Véase también nuestro libro The Roots of Football Hooliganism, en prensa.<<
[274] Dado que son pocos los historiadores y aún menos los sociólogos que han estudiado los años de entregue-mis, este análisis resulta por fuerza altamente especulativo. No obstante, tiene un cierto apoyo innegable en la obra pionera de James E. Cronin. Véase su Labour and Society in Britain, 1918-1979, Londres, 1984.<<
[275] No contamos aquí con el espado necesario para pormenorizar lo que para nosotros son las complejas y mutuas relaciones entre pobreza, desempleo y «segmentación ordenada». Bastará con decir que, a nuestro modo de ver, parte de esa relación consiste en la probabilidad de que algunos jóvenes desempleados pertenecientes a familias obreras «respetables» encuentran atractivos algunos aspectos del estilo de vida de sus congéneres «rudos», incluida la participación en acciones violentas relacionadas con el fútbol.<<
[276] Leicester Mercury, 10 de febrero de 1928.<<
[277] Se trata en cierto modo de una extrema simplificación ya que, como mostraremos en The Roots of Football Hooliganism: an Historical and Sociological Study (en prensa), hubo a fines de los años treinta un ligero aumento de la preocupación en tomo a la conducta de las masas asistentes a los partidos de fútbol.<<
[278] Sun, 8 de noviembre de 1965.<<
[279] Stan Cohen, «Campaigning Against Vandalism», en C. Ward (comp.), Vandalism, Londres, 1973, pág. 232.<<
[280] Para información sobre las tendencias «machistas» de la Policía Metropolitana véase Police and People in Londonf Policy Studies Institute, Londres, 1983. El rasgo de tales ocupaciones que parece ser el responsable principal de la producción y reproducción de estas formas de identidad masculina es el hecho de que la capacidad para «manejarse» es un requisito laboral importante.<<
[281] Una versión anterior de este trabajo fue presentada en la Cuarta Conferencia Anual de la Sociedad Norteamericana para la Sociología del Deporte [North American Society for the Sociology of Sport], celebrada en St. Louis, Missouri, en octubre de 1983. Quiero expresar mi agradecimiento a mis colaboradores Clive Ashworth, Pat Murphy, Tim Newbum, Ivan Waddington y John Williams, cuyos comentarios críticos me han resultado de enorme utilidad.<<
[282] Los escritores feministas han realizado, naturalmente, avances importantes en este sentido pero, debido a la fuerza de su compromiso ideológico, gran parte de lo que han escrito parece cuando menos, incluso a muchos que simpatizan con su causa, falto de adecuación al objeto.<<
[283] Véase The Positive Philosophy of Auguste Comte, traducida y abreviada por Harriet Martineau, Londres, 1853, págs. 134 y ss. Para ser justos con el filósofo, aunque afirmaba que «constitucionalmente» las mujeres se encuentran «en un estado de infancia perpetua» y no son «aptas para la continuidad e intensidad indispensables en el trabajo mental, sea por la debilidad intrínseca de su inteligencia o por su sensibilidad moral y física más despierta», también las vio «espiritualmente» superiores a los hombres y por ende más importantes que ellos desde el punto de vista social.<<
[284] Véase, por ejemplo, la discusión contenida en Suicide, Londres, 1952, págs. 384-386.<<
[285] Para un análisis de esta cuestión véase Eric Dunning, «Notes on Some Recent Contributions to the Sociology of Sport», Theory, Culture and Society, vol. 2, núm. 1, 1983, págs. 135-142.<<
[286] Con la excepción de Boutilier y San Giovanni en su The Sporting Woman, Champaign, Illinois, 1983; y de Jennifer Hargreaves, «Action Replay: Looking at Woman in Sport», en Joy Holland (comp.), Feminist Action, Londres, 1984, págs. 125-146.<<
[287] Véase, sobre todo, What is Sociology?, Londres, 1978; El proceso de la civilización Madrid, 1988; State Formation and Civilization, Oxford, 1982, y La sociedad cortesana, Madrid, 1982.<<
[288] Véase, por ejemplo, el argumento presentado por Paul Willis en Learning to Labour, Londres, 1977.<<
[289] Este análisis se basa en el de Eric Dunning y Kenneth Sheard en Barbarians, Gentlemen and Players, Oxford, 1979.<<
[290] Ibíd.<<
[291] Scrum: en rugby, la lucha entre los delanteros de ambos equipos cuando la pelota está sobre el terreno en medio de ellos. (N. de T.)<<
[292] Anónimo, The New Rugbeian, vol. III, 1860; citado en C. R. Evers, Rugby, Londres, 1939, pág. 52.<<
[293] Norbert Elias, «The Genesis of Sport as a Sociological Problem», en E. Dunning (comp.), The Sociology of Sport: a Selection of Readings, Londres, 1971. Véase también el capítulo III del presente volumen.<<
[294] Desde el punto de vista de Elias es erróneo, hablando en sentido estricto, establecer la dicotomía restricciones «internas» y «externas». Él utiliza los términos Selbstzwänge (autorrestricciones) y Fremdzwänge («otras» restricciones, literalmente «ajenas», «extrañas»), y centra sus análisis en el cambiante equilibrio entre ellas a lo largo del tiempo.<<
[295] Véase Kenneth Sheard y Eric Dunning, «The Rugby Football Club as a Type of Male Preserve: Some Sociological Notes», en International Review of Sport Sociology, 5 (3), 1973, págs. 5-24.<<
[296] La connotación no puede ser más clara. Como dice el titulo de la canción, Nell es esquimal, o sea muy fría, mientras que «Dick», por una parte nombre de varón muy común en inglés (alteración popular de Rick, o sea de Richard), es por la otra un término vulgar para llamar al miembro masculino. La alusión aparece reforzada además por dead-eye que es, en náutica, el bloque de madera con forma circular y tres agujeros por los que se introduce un cabo o cuerda, utilizado para tensar las jarcias de los buques. (N. de T.)<<
[297] Pistola del seis en sentido figurado, y eufemismo burlón por sex-shooter, literalmente «disparador de sexo». (N. de T.)<<
[298] [Pues todos somos maricones, / discúlpennos por retiramos un rato arriba. / Sí, todos juntos maricones. / Por eso andamos en parejas.]<<
[299] Nuestro análisis se basa en el presentado por Eric Dunning, Patrick Murphy y John Williams en «The Social Roots of Football Hooligan Violence», Leisure Studies, vol. 1, núm. 2, 1982, págs. 139-156. Véase también «If You Think You’re Hard Enough», New Society, 27 de agosto de 1981, y Hooligans Abroad: the Behaviour and Control of English Fans at Football Matches in Continental Europe, Londres, 1984. Véase asimismo el capítulo IX de este volumen.<<
[300] Simon Jacobson, «Chelsea Rule - OK», New Society, 1975, vol. 31, págs. 780-783.<<
[301] El Shed es una franja de gradas cubiertas en Stamford Bridge, el estadio del Chelsea F. C.<<
[302] El Stretford End es el sector de gradas tras una de las porterías del Old Trafford, el campo de fútbol del Manchester United. Los aficionados que ocuparon estos lugares (Strelford-enders) fueron famosos por sus hazañas de violencia a principios y mediados de los años setenta.<<
[303] [Somos el Shed, amigos míos, / Nos adueñamos del Stretford End. / Cantaremos y bailaremos y lo haremos todo otra vez. / Vivimos la vida que escogemos, / Peleamos y nunca perdemos. / Porque somos el Shed, / ¡Oh, si! Somos el Shed.]<<
[304] [Nací bajo el Chelsea Shed. / Las botas están hechas para patear, / las pistolas para disparar. / Subid al Chelsea Shed / Y os daremos una buena ración de patadas.]<<
[305] [En el arrabal de Highbury / Buscan en el cubo de la basura algo que comer, / Encuentran un gato muerto y para ellos es un festín, / En el arrabal de Highbury.]<<
[306] Gerald D. Suttles, The Social Order of the Slum; Ethnicity and Territory in the Inner City, Chicago, 1968.<<
[307] Gerald D. Suttles, The Social Construction of Communities, Chicago, 1972.<<