II

¿Cómo se explica el hecho de que, principalmente en los siglos XIX y XX, en Inglaterra, una categoría de pasatiempos denominados «deportes» estableciera la pauta para un movimiento recreativo en todo el mundo? Los pasatiempos de este tipo obedecían evidentemente a unas necesidades específicas de recreación que se hicieron sentir en muchos países durante ese periodo. ¿Por qué surgieron primero en Inglaterra?, ¿qué características del desarrollo y de la estructura de la sociedad inglesa explican el desarrollo en su seno de actividades recreativas con las características concretas que denominamos «deporte»?, ¿cuáles son estas características y qué distinguía a los pasatiempos que las adquirieron de los pasatiempos anteriores?

A primera vista nos damos cuenta de que estas preguntas, tal como están planteadas, se basan en suposiciones incorrectas. Con toda seguridad no son las sociedades contemporáneas las primeras ni las únicas cuyos miembros disfrutan del deporte. ¿Acaso no se jugaba al fútbol en Inglaterra y otros países europeos durante la Edad Media?, ¿no tenían los cortesanos de Luis XIV sus canchas de tenis y disfrutaban con su jeu de paume? Y, sobre todo, los griegos de la Antigüedad, los grandes pioneros del atletismo y de otros deportes: ¿no organizaban, igual que nosotros, juegos de competición locales e interestatales a escala grandiosa?, ¿no basta el restablecimiento de los Juegos Olímpicos en nuestra época para recordamos el hecho de que el deporte no es nada nuevo?

Resulta difícil responder a la pregunta sobre si los juegos de competición que se desarrollaron en Inglaterra bajo el nombre de «deportes» durante los siglos XVIII y XIX y que se extendieron a otros países eran algo relativamente nuevo o el restablecimiento de algo antiguo que inexplicablemente desapareció si no nos adentramos primero brevemente en la pregunta de si en verdad los juegos de la Grecia antigua tenían las características de lo que ahora consideramos como deportes. En la actualidad, el término «deporte» se utiliza a menudo con mucha soltura para designar muchas clases de juegos de competición. Al igual que el término «industria», es empleado en sentido lato y en sentido estricto. En sentido lato, como sucede con el término mencionado, se refiere a actividades específicas de las sociedades tribales preestatales y de las sociedades estatales preindustriales así como a las correspondientes actividades de las naciones-Estado industrializadas. Con el término «industria» ocurre que, aun cuando lo empleemos en sentido lato, somos perfectamente conscientes de que tiene un significado más estricto y más preciso, sabemos que el «proceso de industrialización» de los siglos XIX y XX es bastante reciente y que las distintas clases de producción y de trabajo desarrolladas en los últimos tiempos bajo el nombre de «industria» tienen cierta estructura única susceptible de ser definida por la sociología con precisión considerable y que se distingue claramente de otras clases de producción. Cuando hablamos de «deporte», en cambio, aún utilizamos el término indiscriminadamente, tanto en sentido lato, en el cual se refiere a los juegos y ejercicios físicos de todas las sociedades, como en sentido estricto, que entonces denota los juegos de competición en particular que, como la palabra misma, se originaron en Inglaterra y pasaron de allí a otras sociedades. Este proceso —podríamos llamarlo «deportivización» de los juegos competitivos si la palabra no sonara tan poco atractiva— pone el dedo en un problema que está bastante claro: ¿es posible descubrir en el reciente desarrollo de la estructura y organización de esas actividades recreativas denominadas deportes tendencias que sean tan únicas como las de la estructura y organización del trabajo a las que nos referimos cuando hablamos de un proceso de industrialización?

Es una pregunta abierta. Puede malentenderse con facilidad. Dada la valoración predominante del trabajo como algo superior a las actividades recreativas de todas clases, la pregunta planteada fácilmente puede hacemos creer que toda transformación, sea de las actividades recreativas en general o de los juegos de competición en particular, acaecida en los últimos doscientos años más o menos debe haber sido el «efecto» del cual la industrialización es la «causa». El hecho de creer implícitamente en relaciones causales como esta cierra el tema antes de abrirlo como debería. Podríamos, por ejemplo, considerar la posibilidad de que tanto la industrialización como la transformación de determinadas ocupaciones recreativas en deportes sean tendencias parciales interdependientes dentro de una transformación global de las sociedades estatales en época reciente. Pero sólo si dejamos de tratar como «causas» los cambios sociales que ocupan un lugar más alto en la escala de valores de una sociedad y como «efectos» los cambios ocurridos en las esferas sociales más bajas de esa escala podremos llegar a entender claramente el problema con el que nos encontramos aquí, Y la propia clarificación de ese problema —la génesis del deporte— es el objetivo fundamental de este ensayo. En este como en otros casos, es más fácil hallar soluciones si se tiene claro cuál es el problema.

Deporte y ocio en el proceso de la civilización
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