LA «DINÁMICA DE LOS GRUPOS DEPORTIVOS»; UNA BREVE RESEÑA

El argumento central de este artículo es que los grupos deportivos son figuraciones sociales y que la mejor forma de conceptuar su dinámica es verla como un equilibrio de tensiones entre opuestos en todo un complejo de polaridades interdependientes. Esto quiere decir que, visto sociológicamente, un deporte o juego es una «estructura» o «patrón» formado por un grupo de seres humanos interdependientes. Esta estructura, patrón o, más exactamente, figuración comprende: 1) los dos individuos o equipos que cooperan entre sí en rivalidad más o menos amistosa; 2) agentes de control tales como los árbitros o jueces de línea; y 3) a veces, pero no siempre, un número mayor o menor de espectadores. No obstante, la figuración inmediata formada por quienes participan directamente en el juego y están presentes en él forma parte de una figuración más amplia constituida, en un nivel, por las organizaciones de los clubes que seleccionan a los equipos y son responsables de asuntos tales como proporcionar y mantener las instalaciones donde se juega y, en otro, por los órganos directivos y administrativos que formulan las reglas, certifican y designan a los oficiales que ejercerán el control, y organizan el marco global de la competición. Esta figuración forma parte, a su vez, de la figuración aún mayor constituida por los miembros de la sociedad en su conjunto y, a su vez, también la figuración societal existe en un marco internacional. En pocas palabras: los deportes y los juegos son figuraciones sociales que están organizadas y controladas y que asimismo la gente presencia y juega. Además, no están desligadas de lo social ni flotan libremente, sin relación con la estructura más amplia de interdependencias sociales, sino que van entrelazadas, a menudo inextricablemente, con el tejido de la sociedad en general y, a través de este, con la estructura de las interdependencias internacionales.

El concepto de la dinámica de los grupos deportivos alude a los juegos como procesos, es decir, al patrón fluido y cambiante formado, como si dijéramos en «cuerpo y alma», por los participantes interdependientes mientras dura el juego. Se trata de un patrón que ellos forman con todo su ser, es decir, intelectual y emocionalmente, no sólo físicamente. El concepto «equilibrio de tensiones» se basa en una analogía orgánica. Así, igual que la motilidad de un miembro animal depende de la tensión contenida entre dos grupos de músculos en equilibrio y sin embargo antagonistas, del mismo modo, sugeríamos nosotros, el proceso de juego depende de la tensión entre dos jugadores o grupos de jugadores simultáneamente antagonistas e interdependientes que se mantienen el uno al otro en equilibrio. Y la mejor forma de conceptuar este equilibrio de tensiones es concebirlo como un equilibrio entre los contrarios de todo un complejo de polaridades interdependientes. Entre estas —y sin la intención de proporcionar una lista exhaustiva— señalamos las siguientes:

  1. polaridad global entre dos equipos opuestos;
  2. polaridad entre ataque y defensa;
  3. polaridad entre cooperación y tensión entre los dos equipos;
  4. polaridad entre cooperación y competición dentro de cada equipo;
  5. polaridad entre el control externo sobre los jugadores en varios niveles (por ejemplo, por los directivos, capitanes, compañeros de equipo, árbitros, jueces de línea, espectadores, etc.) y el control flexible que cada jugador ejerce sobre sí mismo;
  6. polaridad entre la identificación afectiva con el contrario y la rivalidad hostil hacia él;
  7. polaridad entre el placer en la agresión que experimentan los jugadores individualmente y la restricción impuesta sobre ese placer por el patrón de juego;
  8. polaridad entre la elasticidad y la rigidez de las reglas.

Presentábamos la hipótesis de que es el equilibrio de tensiones entre estas polaridades interdependientes lo que determina el «tono» del juego, es decir, el hecho de que este resulte emocionante o monótono, o bien que no pase de ser un «remedo de batalla» o estalle en un combate serio. Implícita asimismo en nuestra conceptualización, está la idea de que tal equilibrio de tensiones es consecuencia, en parte, de la dinámica relativamente autónoma de las figuraciones concretas del juego y, en parte, del modo en que tales figuraciones se articulan en la estructura mayor de las interdependencias sociales.

Considerando mi actual objetivo, debe bastar con lo dicho para ilustrar mi esquema conceptual. Creo que este continúa siendo provechoso, aunque, en retrospectiva, observo con asombro que dependía parcialmente de ideas preestablecidas derivadas de una concepción del deporte como afición, es decir, de lo que Elias consideraría una «evaluación heterónoma[194]». Tales ideas, si bien no nos desviaron del camino, creo que limitaron nuestra visión y nos impidieron desarrollar más el análisis al menos en un aspecto importante. Para mostrar cómo ocurrió esto, es necesario primero recordar qué pretendíamos al escribir sobre la dinámica de los grupos deportivos. Con nuestro ensayo no esperábamos simplemente aportar algo a la sociología del deporte, sino que más bien queríamos sugerir a los sociólogos en términos generales que los grupos deportivos pueden servir para ilustrar, primero, el peligro en que se incurre al tratar conflicto y consenso como dicotomías crudamente opuestas y, segundo, el peligro de caer en la falacia teleológica al conceptuar la dinámica de grupos, atribuyendo «propósitos» a construcciones sociales reificadas. Fue al debatir sobre tales temas cuando se manifestó claramente nuestra dependencia de los valores del aficionismo. Por esa razón, en un párrafo en que contrastábamos los grupos deportivos con las asociaciones industriales, administrativas y de otros tipos implicadas en lo que generalmente se considera los asuntos «serios» de la vida, escribimos que el «propósito» de los grupos deportivos, «si es que tienen alguno, es proporcionar placer a la gente[195]» y pasábamos luego a mencionar, como otras metas o fines de la gente implicada en los grupos deportivos, la búsqueda de premios o recompensas de tipo económico o de status y la emoción de los espectadores. Pero no analizamos el hecho de que estos objetivos entrañan diferentes formas de valencia, es decir de lazos o, dicho de forma más simple, de relaciones entre el grupo que interviene en el juego de manera inmediata y otros grupos. Por tanto, la búsqueda del placer es, en resumen, egocéntrica, dirigida a uno mismo, mientras que la búsqueda de recompensa y de emoción para los espectadores va dirigida a los otros. Esto sugiere tres cosas: 1) que estos objetivos surgen como meta principal del deporte dentro de diferentes patrones de interdependencia; 2) que, en determinadas circunstancias, pueden ser incompatibles entre sí y provocar, por tanto, tensión y conflicto; y 3) que la lista de polaridades interdependientes que intervienen en la dinámica de los grupos deportivos puede ampliarse al menos con estas dos: a) la polaridad entre los intereses de los jugadores y los intereses de los espectadores; y b) la polaridad entre «seriedad» y «juego».

Como espero demostrar, estas dos polaridades están íntimamente interrelacionadas. Son decisivas también en el sentido de que tienen efectos ramificadores en las demás polaridades interdependientes que actúan en la dinámica de los juegos. Así, cuando los jugadores participen seriamente en un juego, se elevará el nivel de tensión y, en determinado momento, aumentará probablemente la incidencia de la rivalidad hostil tanto dentro de los equipos como entre ellos; es decir, el juego se transformará probablemente, dejando de ser un combate fingido para convertirse en uno «real» y los jugadores tenderán a transgredir las reglas, a jugar de manera «sucia» o desleal. O, en la medida en que los espectadores se identifiquen seriamente con sus equipos favoritos, será menor la posibilidad de que contemplen la derrota en forma ecuánime y mayor la de que realicen actos tendentes a modificar el resultado del encuentro. Una vez más, llegados a cierto punto, pueden incluso invadir el terreno de juego con la intención de que se suspenda el partido.

Deporte y ocio en el proceso de la civilización
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