INTRODUCCIÓN
EL TEMA DE este ensayo es lo que para mí constituye la tendencia dominante en todo el mundo dentro del deporte moderno: la tendencia, en todos los niveles de participación pero de forma más patente en el deporte de alto nivel, hacia una creciente competitividad, seriedad en la participación y búsqueda de triunfos[190]. Dicho con otras palabras, la tendencia a que me refiero implica la erosión gradual pero aparentemente inexorable de las actitudes, valores y estructuras del deporte como «afición» y su correlativa sustitución por las actitudes, valores y estructuras «profesionales», sea cual sea el sentido de este término. Vista desde otro ángulo más, se trata de la tendencia del deporte, en todos los países del mundo, a dejar de ser una institución marginal y escasamente valorada para convertirse en otra central y merecedora de un valor mucho más alto, institución que para muchos parece tener importancia religiosa o quasi-religiosa, en el sentido de que se ha transformado en una de las principales, si es que no en la principal fuente de identificación, significado y gratificación en sus vidas.
Oposiciones a esta tendencia las ha habido varias veces en Gran Bretaña, la más notable de las cuales quizá haya sido el esfuerzo que desde fines del siglo XIX se ha venido realizando por mantener el rugby como un deporte de aficionados, centrado en el jugador, basado en la organización voluntaria y en un marco informal de partidos «amistosos», es decir, como un deporte en el que las reglas están destinadas a garantizar el placer de los jugadores más que el de los espectadores, en el que la organización de los clubes, a nivel regional y nacional, es entendida como un pasatiempo no remunerado, y en el que no hay estructura de competición formal, de «copas» ni «ligas». No obstante, el intento por conservar tal estructura ha fracasado de forma manifiesta. Pese a los extenuantes esfuerzos por parte de los grupos de gobierno del juego, ahora se juegan partidos del más alto nivel ante multitudes y se han introducido diversas reglas orientadas hacia el espectador. Los clubes también compiten anualmente por la Copa John Player así como por otras de rango local, y existe un sistema de «tablas de méritos» que son ligas en todo menos en el nombre. Por si esto fuese poco, el órgano de control nacional, la Rugby Football Union, y muchos clubes importantes dependen financieramente de los ingresos obtenidos por los asistentes a los partidos y de patrocinadores de marcas comerciales. La RFU da trabajo además a varias personas con carácter fijo y existen repetidos rumores de que algunos jugadores reciben un salario. En resumen, en este como en otros casos, la oposición ha sido vencida, lo cual conduce a pensar que la tendencia hacia una seriedad y competitividad mayores o, alternativamente, hacia el «desaficionismo» del deporte, es un proceso social imparable[191].
Pero tal afirmación no significa que la resistencia haya desaparecido por completo. Los conflictos acerca del deporte orientado hacia el juego, el deporte de afición versus el deporte orientado hacia el logro de éxitos, las formas y concepciones profesionales del deporte, continúan en el rugby y en los demás juegos, lo cual da fe de que este proceso no es sólo cosa del pasado. Además, aparte de ser imparable y constante, este proceso era, y es, fuente de conflictos, por lo cual constituye un ejemplo de lo que Elias llamaría un proceso social a largo plazo «ciego» o «no planificado[192]». Es decir, que no es el resultado de los actos intencionados de un individuo o grupo aislado, sino más bien el resultado impensado de la trama de acciones volitivas de los miembros de varios grupos interdependientes a lo largo de varias generaciones.
Lo que me propongo en este trabajo es esbozar una explicación sociogenética de este proceso a largo plazo, es decir, explicar de qué manera fue y continúa siendo generado social o estructuralmente. Esto significa, desde el lado positivo, que buscaré una explicación en términos de la estructura y la dinámica inmanente en la relaciones sociales per se y, desde el lado negativo, que evadiré tres clases de explicaciones sociológicas muy comunes, que son: 1) las explicaciones sobre la base de principios psicológicos o «de acción», que hacen caso omiso de las pautas de interdependencia dentro de la cual viven los seres humanos; 2) las explicaciones basadas en ideas y creencias conceptualmente tratadas como «flotantes a la deriva», es decir, que no toman en cuenta el marco social en el que las ideas siempre se desarrollan y se expresan; y 3) las explicaciones basadas en fuerzas sociales abstractas e impersonales —las fuerzas «económicas» por ejemplo— que son reificadas y consideradas con existencia independiente de los seres humanos interdependientes que las generan. A fin de cumplir mi objetivo, emplearé el método «figuracional» desarrollado por Elias[193] y, para ilustrar lo que este significa, comenzaré con una reseña del artículo sobre la «Dinámica de los grupos deportivos» que Elias y yo publicamos en 1966.