IV
En la polarización convencional de trabajo y ocio, el término «trabajo» se refiere por lo general sólo a una clase específica de trabajo: el que la gente realiza para ganarse la vida. En las sociedades más diferenciadas y urbanizadas, es este un tipo de trabajo estrictamente regulado en su duración y altamente especializado en la mayoría de los casos. Al mismo tiempo, los miembros de estas sociedades también tienen que realizar habitualmente una buena cantidad de trabajo no asalariado en su tiempo libre. Sólo parte de ese tiempo libre puede dedicarse al ocio en el sentido de ocupación libremente escogida y no pagada —escogida principalmente por el placer que proporciona—. Apostaría que, por lo general, en sociedades como la nuestra la gente dedica la mitad de su tiempo libre a trabajar. Uno de los primeros pasos que hay que dar para desarrollar un marco teórico de referencia para el estudio del ocio más en sintonía con los hechos observables, consiste en distinguir y definir con mayor claridad las relaciones entre tiempo libre y ocio. El primero, según los usos lingüísticos actuales, es todo el tiempo libre del trabajo ocupacional. En sociedades comerla nuestra, sólo una parte de ese tiempo puede dedicarse a las actividades recreativas. En términos generales, podemos distinguir, en el tiempo libre de las personas, cinco esferas distintas que se enciman y traslapan de diversas maneras pero que, no obstante, representan actividades diferentes y plantean problemas hasta cierto punto diferentes también.
Actividades en el tiempo libre: Clasificación preliminar[75]
- Trabajo privado y administración familiar. A esta clase pertenecen las innumerables actividades domésticas, incluido el aprovisionamiento mismo del hogar. A esta esfera pertenecen todas las compras grandes y pequeñas, todas las variadas transacciones financieras personales, todos los planes para el futuro. También el cuidado de los hijos, toda la estrategia familiar, incluidas las peleas familiares y muchas tareas relacionadas con ella. Todas estas actividades requieren aptitudes especiales que hay que aprender. En conjunto, esta esfera tiende a absorber más tiempo a medida que asciende el nivel de vida. Como campo de investigación, exceptuando algunos problemas como los del gasto de mantenimiento de una casa, el terreno del trabajo privado y la administración familiar permanece aún sin explorar en gran medida. Muchas actividades relacionadas con él implican trabajo duro. Y una gran parte de este hay que hacerla nos guste o no. Después de un tiempo, se vuelve rutinario en mayor o menor medida dentro de cada familia. A duras penas puede considerarse ocio.
- Descanso. A esta clase de actividades pertenecen sentarse y fumar o tejer, soñar despierto, vagar por casa ocupado en fruslerías, no hacer nada en concreto y, sobre todo, dormir. Podríamos llamar ocio a esta clase de actividades, pero son claramente distintas de muchas otras actividades recreativas que mencionaremos después como representativas de la clase mimética, tales como el deporte y el teatro.
- Satisfacción de las necesidades biológicas. Para no dejar lugar a malentendidos: todas las necesidades biológicas a que hemos de subvenir en nuestro tiempo libre y en el que no lo es, están socialmente estructuradas: comer, beber, defecar, hacer el amor y dormir. Estas necesidades aparecen recurrentemente: uno trata de satisfacerlas. Brotan con más fuerza; exigen ser colmadas. Hacerlo es agradable. Se calman y abaten sólo para surgir de nuevo más tarde, cuando se repite el ritmo. Comer, beber y hacer el amor irradian a otras clases de actividades directa o indirectamente, sobre todo en la sociabilidad. Todas pueden —y así ocurre generalmente— convertirse en rutinas hasta cierto punto, pero pueden y podrían de hecho ser des-rutinizadas de vez en cuando de un modo más deliberado que el que se suele practicar. Al mismo tiempo, todas tienen esto en común con la clase mimética: pueden proporcionar un goce mayor si uno es capaz de satisfacerlas de manera no rutinaria, como salir a comer a un restaurante para variar.
- Sociabilidad. Tampoco esta esfera de actividades es trabajo, si bien puede implicar un esfuerzo considerable. Va desde un extremo de sociabilidad altamente formal a otro altamente informal con muchos grados intermedios. A esta clase pertenecen actividades que todavía guardan cierta relación con el trabajo, tales como visitar a los compañeros o a los jefes, o salir de viaje, en excursión, etc., con la compañía, y otras que nada tienen que ver con él, tales como ir a un bar, a un club, a un restaurante o a una fiesta, cotillear con los vecinos, estar con otras personas sin hacer nada más, como un fin en sí mismo. Los tipos de sociabilidad como forma de pasar el tiempo libre difieren mucho, por lo que se ve, de una capa social a otra. Al igual que las clases 1 y 2, esta clase de actividades de tiempo libre permanecen inexploradas aún en gran medida.
- La clase de actividades miméticas o de juego[76]. Muchas investigaciones y discusiones acerca de las actividades recreativas se centran en actividades de este tipo. Las demás ya se consideran a menudo como un hecho. También esta investigación se ocupa principalmente de esta clase de actividades porque, a pesar de que cada vez se las estudia más, en ninguna de las investigaciones realizadas hasta ahora resaltan sus características distintivas con claridad suficiente para que podamos entenderlas. Muchos esfuerzos se han dedicado al estudio de aspectos o problemas aislados; relativamente pocos a la estructura básica, a las características comunes de esta clase de actividades, las cuales muestran una gran diversidad. A esta clase pertenecen actividades recreativas tales como ir al teatro o a un concierto, a las carreras o al cine, cazar, pescar, jugar al bridge, escalar montañas, apostar, bailar y ver la televisión. Las actividades de este apartado son actividades de tiempo libre con características de ocio, participe uno en ellas como actor o como espectador, siempre que no sean ocupaciones especializadas con las que uno se gana la vida. En este caso, dejan de ser actividades recreativas y se convierten en una forma de trabajo, con todas las obligaciones y restricciones que esto entraña y que son características del trabajo en sociedades como la nuestra —y aun en aquellos casos en que las actividades como tales proporcionen una alta dosis de placer.
Esta tipología, con ser provisional, puede servir como punto de partida para varias clasificaciones teóricas. Ilustra las insuficiencias que, tanto para fines prácticos como de estudio, presenta una conceptualización que emplea los términos «tiempo libre» y «ocio» como sinónimos en un grado u otro. La tipología que hemos elaborado muestra con mucha claridad que no podemos dedicar al ocio una buena parte de nuestro tiempo libre. Sólo por esta razón resulta inadecuada la polarización de ocio y trabajo en su forma tradicional, pues parece sugerir que todo el tiempo no invertido en trabajo, en el sentido de trabajo ocupacional asalariado, que todo el tiempo libre puede ser destinado a actividades recreativas.
Como queda implícito en la clasificación, el trabajo en el sentido de trabajo ocupacional asalariado es sólo una de las esferas que requieren la subordinación constante y uniforme de los sentimientos personales, por muy fuertes y apasionados que sean, a las impersonales exigencias y obligaciones sociales. El manto relativamente uniforme de restricciones, en sociedades como la nuestra, se extiende hasta cubrir gran parte del terreno propio de las actividades del tiempo libre. Con diferencias en el grado de coerción, permea numerosas relaciones sociales privadas con personas ajenas al círculo familiar interno. Incluso dentro del propio círculo familiar, es relativamente pequeño el margen socialmente permitido para la relajación de esas restricciones. El control social, incluso el control por parte del Estado, modera las relaciones entre los esposos y entre padres e hijos en sociedades como la nuestra. Los estallidos apasionados, una relajación mayor del control de las emociones, se han vuelto raros aun dentro del propio círculo familiar. En las complejas sociedades industrializadas con una elevada diferenciación de funciones sociales, la interdependencia correspondientemente alta de todas las actividades, públicas así como privadas, ocupacionales tanto como no ocupacionales, exige y produce un manto de restricciones que lo cubre todo. El tejido uniforme y sin fisuras de ese manto de restricciones tal vez se afloje un poco en las relaciones íntimas pero, comparado con el de las sociedades más simples, ha perdido su carácter segmentario. Ya no presenta las lagunas y aberturas por las que puede colarse la incontenida indulgencia que encontramos en sociedades menos diferenciadas, entre otras razones porque, en ellas, las enormes diferencias de poder y de status entre las diferentes capas sociales permiten un margen mucho más amplio para la complacencia emocional y la pérdida del control. Así lo atestiguaban, por ejemplo, la conducta de un amo respecto a sus esclavos o sirvientes o la de un pater familias en su relación con su esposa y sus hijos. En sociedades más igualitarias como la nuestra, el manto de restricciones cubre, con diferencias de grado relativamente insignificantes, todas las relaciones humanas. La estructura de estas sociedades, incluso a las personas poderosas deja poco margen para la expresión violenta, espontánea e irreflexiva de sus emociones apasionadas. Ni siquiera ellos pueden relajar nunca la prudencia y la previsión que son concomitantes al comedimiento emocional sin poner en peligro su posición en la sociedad[77]. La restricción de las emociones impuesta al trabajo ocupacional se extiende, como un hábito casi ineludible, sobre una gran parte de la vida no ocupacional de las personas.
En relación con esta ubicuidad y estabilidad del control de la emoción han de evaluarse las funciones específicas del deporte, el teatro, las carreras, las fiestas y todas las demás actividades y acontecimientos habitualmente asociados con el término «ocio», en particular las funciones de todas las actividades y acontecimientos miméticos. Esta es la polaridad que aquí nos preocupa. Por medio de los acontecimientos recreativos, en particular los de la clase mimética, nuestra sociedad cubre la necesidad de experimentar el desbordamiento de las emociones fuertes en público —proporcionando una liberación que no perturba ni pone en peligro el relativo orden de la vida social, cosa que sí podría hacer una auténtica tensión emocional de tipo serio.