INTRODUCCIÓN
SON MUCHOS, hoy en día, quienes creen que vivimos en uno de los periodos más violentos de la historia[210]. De hecho, probablemente sea correcto decir que, en las sociedades occidentales al menos, el temor de que estemos atravesando por un proceso de «descivilización» —en lo que respecta a la violencia física, si es que no en otros aspectos— está profundamente grabado en el Zeitgeist contemporáneo, una de las creencias dominantes de nuestro tiempo. Eysenck y Nias, por ejemplo, hablan de «ciertos hechos reconocidos» que, según afirman, «han persuadido a mucha gente de que la civilización en que vivimos puede estar en peligro de desaparecer bajo un diluvio de crímenes y violencia[211]». Paralelamente, el psicólogo Peter Marsh alega que los últimos intentos realizados para erradicar la violencia han llevado a una disminución de las oportunidades para la violencia ritual socialmente constructiva —que él denomina «aggro»—, lo cual ha producido como resultado un aumento de la violencia incontrolada y destructiva. Se ha dado, según él, «un giro de la violencia “buena” a la violencia “mala”». Los hombres son más o menos tan agresivos como siempre pero, a medida que esta agresión se expresa de forma menos ordenada, se vuelve más sangrienta en sus resultados[212]..
Una parte no insignificante de la creencia de que vivimos en una era excesivamente violenta es el sentimiento generalizado de que la violencia aumenta cada día más en y en relación con los deportes. Yiannakis, McIntyre, Melnick y Hart, por ejemplo, escriben que «pocos dudarán de que en el deporte la violencia, tanto por parte de las masas como por parte de los jugadores, está aumentando a una velocidad alarmante[213]». El sociólogo alemán Kurt Weis parece coincidir con ellos en su diagnóstico[214]. Arguye que la tendencia putativa al aumento de la violencia en el campo de los deportes y entre los espectadores deportivos rebate al menos parcialmente la teoría del «proceso civilizador» elaborada por Elias[215]. De esta cuestión —de las implicaciones que esta alegada tendencia tiene para la teoría de Elias— me ocuparé en el presente capítulo. Por razones que luego esclareceré, no comparto la opinión de que los deportes y la sociedad contemporáneos se estén volviendo clara y simplemente más violentos. Estoy en desacuerdo, asimismo, con la idea de que esta presunta tendencia contradice parcialmente la teoría de Elias. Al mismo tiempo, sin embargo, quiero plantear que el tema de la violencia en los deportes y en la sociedad de hoy suscita problemas complejos, y que sólo será posible abordarlos de forma más adecuada de lo que se ha hecho en el pasado desarrollando los aspectos relevantes de la teoría del proceso de civilización más allá del nivel alcanzado por el propio Elias. Esa es la meta que me he propuesto alcanzar en este capítulo. Con el fin de acercarme a ella, será necesario plantear una serie de cuestiones sociológicas más amplias. Más concretamente, esto es lo que haré:
- Tratar de ir más allá que Elias distinguiendo entre las diversas clases de violencia humana.
- Demostrar, junto con él, que en las sociedades industrialmente más avanzadas del occidente de Europa ha ocurrido una transformación civilizadora a largo plazo en lo que respecta a la violencia. Intentaré avanzar más que Elias conceptuando esta transformación como un cambio en el equilibrio entre algunas de las formas de violencia distinguidas en la tipología.
- Proponer que el cambio en el equilibrio entre las diferentes formas de violencia que puede observarse empíricamente es atribuible en gran medida a una transformación observable en las formas de lazos sociales. Utilizaré el concepto de lazo social en el sentido sociológico introducido por Durkheim y elaborado por Elias, y no en el sentido «sociobiológico» introducido, por ejemplo, por Tiger y Fox[216]. Quiero decir con ello que lo utilizaré para referirme a las distintas formas de relación socialmente producidas que se pueden observar, no a su producción por algún patrón genético hipotético pero aún no descubierto que pudo haberse asentado en el pasado prehistórico de la humanidad. Mi primera tarea, no obstante, es sentar las bases para una tipología de la violencia.