VIII

A la luz del esquema teórico que antes comenzamos a establecer, se vuelve más visible la unidad estructural oculta tras la variedad de ocupaciones recreativas. En el centro se levanta la separación asaz rígida impuesta por la naturaleza de las sociedades altamente diferenciadas sobre sus miembros, entre una esfera de la vida social en la que predominan las actividades y experiencias dirigidas hacia objetivos impersonales —donde las funciones de todo lo que uno hace por los otros tienen absoluta prioridad sobre las funciones para uno mismo y donde las satisfacciones emocionales están estrictamente subordinadas a la fría reflexión— y una esfera en la que prevalece el orden de prioridades contrario: se debilitan los procesos de pensamiento relativamente impersonales y no emocionales; se refuerzan los procesos emotivos, y se otorga mayor peso a las funciones de lo que uno hace para sí mismo que a las de lo que uno hace por los otros. Las actividades recreativas cumplen estas funciones con una diversidad de medios. A falta de un término mejor, los llamaremos «los elementos del ocio». Básicamente, son tres: sociabilidad, motilidad e imaginación. Si miramos la clasificación de actividades recreativas presentada en el espectro del tiempo libre, al momento veremos que no hay ninguna en la que no esté presente alguna de estas formas elementales de activación emocional. También veremos que a menudo se combinan dos o tres de estos elementos, aunque en cualquier actividad determinada uno puede dominar sobre los otros. A su manera, cada uno de estos elementos puede servir para relajar los controles que, en la esfera no recreativa, mantienen rígidamente a raya las propensiones afectivas de las personas. Estudiarlos nos lleva de nuevo al modelo general de los seres humanos según el cual estos se hallan en un inestable equilibrio de tensiones entre una esfera en donde la actividad intelectual impersonal y el control de las emociones que va con ella de la mano prevalecen sobre la activación de las actividades emocionales, y otra esfera en la que predomina la excitación agradable de tales procesos emocionales y disminuyen los controles inhibitorios. Para ilustrar las funciones de estos elementos del ocio consideramos suficiente discutir aquí dos de las esferas primarias de las actividades recreativas en sociedades como la nuestra: las hemos denominado esfera de la «sociabilidad» y esfera «mimética».

  1. La sociabilidad como elemento básico del ocio desempeña un papel en la mayoría de las actividades recreativas, si es que no en todas ellas. En otras palabras: un elemento del goce es la estimulación agradable que se experimenta al estar en compañía de otros sin compromiso alguno, sin ninguna obligación para con ellos salvo las que uno esté dispuesto a aceptar. Esta clase de estimulación está presente si vamos a las carreras, si nos entrenamos para un torneo de atletismo, si vamos a un casino de apuestas, a una carrera, a un baile o incluso a un restaurante con nuestra pareja: incluso allí, como hemos dicho antes, el hecho de comer fuera de casa entre otras personas, aun cuando no conozcamos a ninguna de ellas, es parte de nuestro goce, aunque este elemento sea secundario con respecto a otros elementos presentes en la situación recreativa. La sociabilidad representa el papel primordial en reuniones como las fiestas, las salidas a tomar unas copas, las visitas a los amigos, etc. Podemos hallar numerosas observaciones incidentales sobre los problemas de la sociabilidad en la bibliografía sociológica; y, sin embargo, hay una ausencia total de estudios sociológicos basados en una teoría consistente del ocio que se ocupen como tema central de este tipo de problemas. Es fácil darse cuenta de lo importante que es esta clase de estudios para poder elaborar una teoría de la sociedad. Muchas reuniones sociales tienen las características de lo que, a falta de una palabra mejor, podemos llamar leisure-gemeinschaften: ofrecen oportunidades para una integración más íntima en un nivel de emotividad abierta e intencionadamente amistosa, muy distinta de la que se considera normal en los contactos de trabajo y en otros igualmente no recreativos. Fáciles de observar pero no tan fáciles de conceptualizar son estas diferencias que existen entre el nivel emocional de encuentros sociales tales como un gemeinschaften en un pub, una fiesta o la sociabilidad de beber unas copas en un comedor de oficiales y la que se da en agrupamientos no recreativos tales como una asamblea de trabajadores o una reunión de comité. Quizá no sea inadecuado aplicarles, para abreviar, el concepto de Gemeinschaft, con un significado ligeramente distinto del que tenía en el uso tradicional. Teniendo en mente los ejemplos que acabamos de ofrecer, resulta fácil desechar las connotaciones románticas tradicionalmente asociadas con este término. Quienes, en sus ratos de ocio, hallan satisfacción en unirse a un pubgemeinschaft o disfrutan yendo a fiestas que fomentan la integración en un nivel superior de emotividad abierta y más o menos amistosa, no necesariamente tienen la misma configuración mental de quienes románticamente anhelan el regreso al Gemeinschaft de tiempos pasados. Hay una relación estructural de varias clases —que es necesario discutir aquí— entre las tendencias hacia el gemeinschaften recreativo en las sociedades urbanas industrializadas y el anhelo romántico por el gemeinschaften rural, pero las diferencias son bastante claras. Es dudoso que hoy los adultos que gustan de formar entre sí gemeinschaften recreativos de forma recurrente pero transitoria desearan darles permanencia excluyendo las relaciones emocionalmente más limitadas que prevalecen en sus vidas no recreativas. No es improbable que muchas personas que disfrutan de las reuniones sociales en su tiempo de ocio no las disfrutaran tanto o quizá nada en absoluto si se convirtieran en una forma permanente de vida. La alternancia característica entre participar en un gesellschaft no recreativo y en gemeinschaften recreativos temporales en la vida de muchos adultos, indica el carácter complementario de los dos tipos de relaciones que se dan en sociedades como la nuestra.

    Así concebido, el término gemeinschaften recreativos abre ante nosotros un amplio campo para la investigación. En las sociedades industrializadas, estos enclaves transitorios de mayor afectividad abierta y de integración relativamente espontánea aunque no permanente, se encuentran entre las instituciones comunes y socialmente normadas en las que con bastante regularidad se canalizan las exigencias recreativas de muchas personas. Aquí, en contraste con las instituciones recreativas miméticas, la gente se reúne sin poseer necesariamente determinadas habilidades especiales, sin «actuar» para los otros ni para sí mismos (aun cuando esto puede ocurrir alguna vez); simple y llanamente para disfrutar de la mutua compañía, es decir, para gozar de la calidez emocional, la integración social y la estimulación que produce la presencia de otros —una estimulación en juego, sin serios compromisos y sin los riesgos consustanciales a ellos— en un nivel superior a los que son posibles en cualquier otra esfera de la vida.

    Al mismo tiempo, la sociabilidad recreativa, como las actividades miméticas, muestra las características estructurales específicas de las sociedades industrializadas. Los gemeinschaften recreativos contrarrestan en particular la rutinización intrínseca en los contactos relativamente impersonales que predominan en las esferas no recreativas de estas sociedades. En ellas, las barreras emocionales entre las personas, como las autorrestricciones emocionales exigidas a los individuos, son generalmente altas. La existencia de gemeinschaften recreativos de varias clases señala la constante necesidad de bajar tales barreras, de contactos humanos en un clima de emotividad más abierta con una notable preponderancia, de intención ya que no siempre de hecho, de los aspectos positivos de relaciones en otro caso ambivalentes. Pero, una vez más, en los gemeinschaften recreativos, al igual que en otros acontecimientos recreativos, el descenso de las barreras, el aumento en el nivel de emotividad como contrapartida a la incrustación de las rutinas, conlleva un cierto riesgo. Como casi todo el mundo sabe, siempre se puede traspasar el limite de des-rutinización socialmente permitido.

    Para los fines de este ensayo no es necesario hablar de todas las posibilidades de investigación que ofrece este enfoque del problema de la sociabilidad en el ocio. No obstante, sí merece ser estudiada con relativa calma un área de problemas por investigar. En ambos casos, el placer que las personas obtienen en reuniones sociales parece acentuarse por el hecho de consumir en grupo bebidas alcohólicas. ¿Cuál es la función del alcohol como ingrediente normal en muchas de tales reuniones? Si la satisfacción derivada de los encuentros sociales tiene que ver con el derribamiento de las barreras entre las personas, con un aumento placentero del nivel de emotividad, ¿por qué necesitan beber para propiciar o, al menos, potenciar los placeres de la sociabilidad?, ¿puede decirse que beber en grupo cumple una función integradora?, ¿qué satisfacción esperan obtener las personas cuando participan en tales gemeinschaften de la bebida? ¿Cuáles son las características comunes de estas reuniones?, ¿cuál es su curso normal y cuál el óptimo?, ¿qué cursos son los que causan decepción o disgusto? Y el hecho de beber en grupo ¿bajo qué condiciones desempeña una función desintegradora en lugar de integradora?

    Si nuestras suposiciones provisorias son correctas, también en este caso se verá que lo que las personas esperan de sus ocupaciones recreativas no es sólo, como suele decirse, «relajación» sino más bien estimulación y alboroto. De nuevo, los enfoques médicos a problemas como estos nos parecen incompletos sin las correspondientes investigaciones sociológicas. Hay una considerable cantidad de pruebas que indican que también en este tipo de actividad recreativa lo que la gente busca es una estimulación y excitación agradable de las emociones, es decir, el reforzamiento de determinadas clases de tensión estando en compañía de otros.

    Esta necesidad aparentemente bastante extendida en los seres humanos de sentir la estimulación que sólo otros seres humanos pueden proporcionar es fácil pasarla por alto si, como a menudo sucede en el enfoque médico tradicional, se considera el organismo de las personas como un sistema autocontenido. Esa es la razón por la cual los intentos de la medicina por explicar la bebida como un ingrediente normal de las reuniones recreativas suelen ser inapropiados en cierto modo. Para explicar las funciones sociales de la bebida no basta de ninguna manera con decir que «la depresión de los centros inhibidores del cerebro» debida al consumo de alcohol «produce un sentimiento transitorio de bienestar». Si sentirse bien fuese lo único que la gente buscara tomando alcohol, igualmente podrían quedarse en sus casas a beber unas copas. Es mucho más probable que la gente beba alcohol en compañía porque al deprimirse los centros inhibidores del cerebro se facilita la estimulación amistosa y recíproca en un nivel relativamente alto de emotividad, lo cual constituye la esencia de la sociabilidad recreativa. Una o dos copas permiten a los individuos aflojar con relativa rapidez el corsé con frecuencia demasiado apretado de sus represiones y abrirse de este modo a la mutua estimulación que contrarresta la relativa soledad de la persona plenamente encorsetada y sus compromisos y rutinas de la vida no recreativa, incluida la vida familiar. Así pues, al igual que muchos otros acontecimientos recreativos, los gemeinschaften recreativos, reforzados por la bebida, posibilitan las oportunidades para elevar el nivel de la emotividad sincera en público, ante la presencia de otros. Generalmente se espera que la excitación así generada no rebase ciertos límites. Como ocurre en otros acontecimientos recreativos, puede desbordarse. El riesgo siempre está presente. Bien puede ser que también en este caso el «jugar con fuego» forme parte del placer. Al igual que en otras diversas actividades recreativas, este jugar con fuego, este riesgo, parece aumentar la tensión agradable y, en ese sentido, el goce de los gemeinschaften recreativos. El hecho de acercarse al límite de lo socialmente permitido y traspasarlo a veces: en resumen, romper un poco los tabúes sociales en compañía de otros, probablemente añada «sabor» a este tipo de reuniones.

    La ubicuidad de los enclaves en que los seres humanos puedan «aflojarse recíprocamente sus corsés» en compañía de otros hace pensar que las necesidades de estimulación emocional, aun cuando esta no sea muy definida ni acuciante sino relativamente leve, son mucho más fuertes y generalizadas de lo que habitualmente se reconoce. Es evidente que la ingestión de alcohol ayuda a las personas que, sin él, tal vez no podrían pasar con tanta rapidez —o quizá no pudieran en absoluto— de las reuniones dominadas por contactos relativamente impersonales, por tareas altamente rutinizadas y por objetivos o tareas fuera de sí mismos, a la compañía relativamente menos bien ordenada y más personal del gemeinschaft recreativo sin otro objetivo que él mismo.

  2. Han quedado claras las características distintivas de la sociabilidad como esfera del ocio. Quizá las características de la clase de actividades recreativas que hemos denominado miméticas sean menos claras y necesiten algunos comentarios. El término «mimético» subraya el hecho de que varias instituciones y actividades recreativas generalmente clasificadas en un nivel inferior de generalidad poseen determinadas características estructurales en común. En el sentido en que lo utilizamos aquí, el término se refiere al hecho de que los acontecimientos y actividades agrupados bajo ese nombre comparten las siguientes características estructurales: suscitan emociones estrechamente relacionadas, aunque un poco distintas, con las que los individuos experimentan en el curso normal de su vida no recreativa. En el contexto de los acontecimientos miméticos, las personas pueden experimentar, y en algunos casos actuar movidos por el miedo y la risa, la angustia y el amor, la empatía y la enemistad, la amistad y el odio, así como por muchas otras emociones y sentimientos también presentes en su vida no recreativa. Pero en este contexto mimético todos los sentimientos y, llegado el caso, los actos emocionales conectados con ellos, son transpuestos a otra frecuencia, con lo cual se vuelven menos punzantes. Incluso el miedo, el horror, el odio y otros sentimientos que comúnmente están lejos de ser agradables, junto con sus correspondientes acciones, trasladados a la escena mimética se relacionan, en mayor o menor medida, con sentimientos de gozo. Las experiencias y la conducta humanas en el contexto mimético representan, así pues, una transposición específica de las experiencias y la conducta características de los llamados asuntos «serios» de la vida, independientemente de que este término se refiera al trabajo ocupacional o a otras actividades del tiempo libre.

    La palabra «mimético» expresa esta especial relación entre los asuntos no miméticos de la vida y esta categoría de actividades recreativas. No significa que las últimas sean una imitación de aquellos, ni un reflejo tampoco. Se refiere al hecho de que, en el contexto mimético, el comportamiento y las experiencias emocionales de la vida ordinaria adquieren una tonalidad diferente. Aquí, las personas pueden experimentar y, a veces, dar salida a sentimientos poderosos sin incurrir en ninguno de los riesgos normalmente relacionados con todas las actividades realizadas bajo el efecto de una excitación emocional fuerte, de manera especial en las sociedades con un alto índice de civilización pero también, hasta cierto punto, en todas las demás. De hecho, provocar un determinado tipo de emoción es la esencia de todas las actividades recreativas miméticas. Fuera del contexto mimético, la estimulación de una emoción poderosa y su manifestación en público por medio de una conducta excitada están en general severamente controladas; fuertemente encerradas tanto por los controles sociales como por la propia conciencia individual. En el contexto mimético, la emoción agradable, siempre que no se extralimite, puede mostrarse con la aprobación de nuestros semejantes y de nuestra propia conciencia. Pueden experimentarse el odio y el deseo de matar, lo que se siente al derrotar a los contrarios y humillar a los enemigos. Puede compartirse la experiencia de hacer el amor con los hombres y mujeres más deseables, la terrible ansiedad por la amenazadora derrota y el júbilo sin tapujos por la victoria. En resumen, puede tolerarse hasta cierto punto el ascenso de sentimientos fuertes muy diversos en sociedades que, por otro lado, imponen a las personas una vida de rutinas relativamente constantes y faltas de emoción y que requieren un alto grado de continuos controles emocionales en todas las relaciones humanas.

    Así pues, las actividades miméticas comparten con las otras dos clases de actividades recreativas la función de servir de antídoto contra las rutinas de la vida. Pero en su caso, encontramos, al menos en las sociedades altamente industrializadas, una gran variedad de instituciones y organizaciones especialmente dedicadas a su tarea recreativa, a la producción de emoción mimética como punto de cristalización de un amplio espectro de otras experiencias. Esta tarea altamente especializada agrupa instituciones y actividades miméticas generalmente clasificadas en compartimientos separados, tales como el entretenimiento y la cultura, los deportes y el arte. Habrán sin duda de estudiarse con más atención sus diferencias, pero esto difícilmente podrá hacerse sin investigar al mismo tiempo sus características comunes, por ser no sólo acontecimientos recreativos sino también acontecimientos recreativos miméticos.

Deporte y ocio en el proceso de la civilización
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