I
UNOS SIGLOS atrás, el término sport era usado en Inglaterra, junto con la versión más antigua disport, para denominar un variado número de pasatiempos y entretenimientos. En A Survey of London, escrito a fines del siglo XVI[141], leemos acerca del «espectáculo montado por los ciudadanos para el disport del joven príncipe Ricardo», o de los «sportess y pasatiempos acostumbrados cada año, primero en la fiesta de Navidad… Había en la Casa Real… un Lord del Desgobierno, o Maestro de alegres disports…[142]». Con el tiempo, «deporte» se generalizó como término técnico para designar formas de recreación en las cuales el ejercicio físico desempeñaba un papel fundamental —formas específicas de recrearse que se desarrollaron primero en Inglaterra y luego se extendieron por todo el mundo—. ¿Acaso la difusión de estas formas inglesas de ocupar el tiempo libre tenía alguna relación con el hecho de que las sociedades que las adoptaron sufrieran cambios estructurales de naturaleza similar a los experimentados antes en Inglaterra? ¿O se debió a que Inglaterra llevaba la delantera a los demás países en lo que respecta a la «industrialización»? Es realmente sorprendente el paralelismo de estos dos procesos: el de la difusión desde Inglaterra de modelos industriales de producción, organización y trabajo, y el de la difusión de actividades de tiempo libre del tipo conocido como «deporte» y de las formas de organización relacionadas con él. Como hipótesis inicial, parece razonable suponer que la transformación de la manera en que las personas empleaban su tiempo libre fuese de la mano con la transformación de la forma en que esas personas trabajaban ¿Pero cuáles eran los puntos de contacto?
Mucho se ha debatido sobre los procesos de industrialización y sus condiciones. Hablar de procesos de «deportivización» puede chocar a nuestros oídos. El concepto nos suena extraño. Y no obstante, se ajusta muy bien a los hechos que se pueden observar. A lo largo del siglo XX —y en algunos casos ya incluso en la segunda mitad del siglo XVIII—, con Inglaterra como país prototipo que marcaba la pauta, ciertas actividades recreativas que exigían una gran dosis de ejercicio físico adoptaron las características de deportes también en otros países. El código de normas, incluidas las que procuraban la «limpieza» del juego, la igualdad de oportunidades de ganar para todos los contendientes, se hizo más rígido; las reglas, más precisas, explícitas y diferenciadas; la supervisión del cumplimiento de las reglas, más eficiente; así, se hizo más difícil escapar del castigo por quebrantarlas. Dicho de otro modo, bajo la forma de «deportes», los juegos de competición con ejercicio físico llegaron a un nivel de ordenamiento y de autodisciplina por parte de los jugadores nunca antes alcanzado. Además, esos mismos juegos concebidos como deportes llegaron a asimilar un código de reglas que garantizaba el equilibrio entre el logro posible de una alta tensión en la lucha y una protección razonable contra daños físicos. La «deportivización», en resumen, fue como un empuje civilizador comparable por su dirección global a la «cortesanización» de los guerreros, proceso en el que las opresivas reglas de la etiqueta desempeñaron un papel significativo y del cual ya me he ocupado en otro trabajo[143].
La tendencia tan generalizada a explicar casi todo lo ocurrido en el siglo XIX como el resultado de la Revolución Industrial hace que nos sintamos saturados de este tipo de explicaciones. La industrialización y la urbanización tuvieron sin duda alguna un papel en el desarrollo y difusión de las ocupaciones de tiempo libre con características de deportes, pero también es posible que tanto la una como la otra fueran síntomas de una transformación más profunda de las sociedades europeas que exigía mayor regularidad y diferenciación de conducta a sus miembros en tanto que individuos. Puede que en ello algo tuviera que ver la creciente longitud y diferenciación de las cadenas de interdependencia. Este proceso halló expresión en la sumisión de los sentimientos y la conducta de las personas a un calendario regulador minuciosamente diferenciado y a una contabilidad igualmente ineludible en términos de dinero. Es posible pensar que las sociedades europeas, desde el siglo XV en adelante para hablar de una manera general, sufrieran una transformación que imponía a sus miembros una reglamentación cada vez mayor de su conducta y sus sentimientos. ¿Quizá la pronta aceptación de los pasatiempos tipo deporte en los países del continente fue un indicador de la creciente necesidad de actividades recreativas más ordenadas, más reguladas y menos violentas físicamente en la sociedad en general? Las investigaciones futuras tal vez puedan proporcionar respuestas a estas preguntas.
Por el momento, bástenos con clarificar y plantear correctamente algunas de las interrogantes que tienen que ver con el nacimiento mismo de los deportes. En el pasado, el término «deporte» se utilizaba con frecuencia de manera indiscriminada para referirse tanto a ciertos tipos de actividades recreativas modernas como a las actividades recreativas en sociedades de épocas anteriores, de igual modo que a menudo se hablaba de la «industria» moderna al tiempo que de la laboriosidad de los pueblos de la Edad de Piedra[144]. Lo que hemos dicho puede bastar para aclarar que el deporte es algo relativamente reciente y nuevo.