III

El siguiente párrafo, tomado de un artículo sobre atletismo incluido en una edición reciente de la Enciclopedia Británica, puede considerarse un atinado resumen de la manera convencional en que se enfoca este problema:

Los primeros testimonios históricos de atletismo de los que se tiene noticia escrita son los Juegos Olímpicos de la antigua Grecia (c. 800 a. C.)…, terminados por orden del emperador Teodosio en el año 394 de nuestra era. La historia del atletismo entre la caída del Imperio romano en el siglo V y el siglo XIX, está bastante desdibujada. Los festivales religiosos de la Edad Media iban acompañados con frecuencia por violentos juegos de pelota entre ciudades o gremios rivales. Estos juegos fueron los predecesores de los grandes deportes del siglo XX con afluencia masiva de espectadores: el fútbol, el béisbol, el tenis, etc. La Revolución Industrial a mediados del siglo XVIII y la ulterior introducción de los deportes como actividad regular al margen del plan de estudios en las escuelas privadas, por obra de Thomas Arnold (c. 1830), fueron un enorme incentivo para el gran desarrollo del deporte durante la época victoriana en Inglaterra. A coronar el restablecimiento del atletismo en el siglo XIX llegó la restauración de los Juegos Olímpicos en Atenas en 1896. En el alba del siglo XX, el interés por todos los deportes de competición alcanzó un punto muy alto y, pese a dos guerras mundiales y numerosos conflictos de menor importancia, ese interés continúa en ascenso.

Como puede verse, este resumen presenta varios hechos razonablemente bien documentados. Incluso insinúa alguna explicación cuando menciona el empuje supuestamente dado al deporte con la iniciativa del doctor Arnold. Sin embargo, a duras penas deja entrever al lector los muchos problemas insolutos ocultos tras la pulida fachada de la narración. ¿Cómo explicar, por ejemplo, que los festivales religiosos de la Edad Media fuesen acompañados por juegos «violentos» en tanto que los de la Antigüedad celebrados en Olimpia y en otros lugares eran menos violentos y por tanto más parecidos a los de los siglos XIX y XX? ¿Y con qué fundamento se decidirá que estos son menos violentos?, ¿cómo determinar, con un grado razonable de precisión, las variaciones en el grado de «violencia» de los juegos conforme a las pautas civilizadoras? ¿Y cómo es posible explicarlas?, ¿cómo explicar el «gran desarrollo del deporte», el «restablecimiento del atletismo en el siglo XIX»? Si recordamos los torneos de la Edad Media o los innumerables juegos populares de aquella época —que no fueron suprimidos y, de hecho, no podían serlo aun cuando las autoridades los desaprobaran, tal como lo indica la existencia de constantes edictos contra el juego del fútbol en Inglaterra y en otros países europeos—, difícilmente podrá decirse que no había un interés muy vivo en los juegos de competición como tales. ¿Acaso la diferencia entre estos juegos que la gente disfrutaba antes del siglo XVIII y los que le proporcionaban gozo en los años de la Revolución Industrial era simplemente una cuestión de grado en cuanto a su «violencia»? ¿Tal vez por el hecho de ser los últimos menos salvajes eran más «civilizados»? ¿Es esta una característica distintiva del deporte? Y en tal caso, ¿es lícito hablar de un «restablecimiento»? ¿Es el movimiento deportivo de los siglos XIX y XX otro «Renacimiento», un inexplicado «re-nacimiento» de algo que existió en la antigüedad, pereció en la Edad Media y, por razones desconocidas, simplemente volvió a nacer en nuestros días? ¿Eran menos «violentos» y salvajes los juegos de competición de la Antigüedad? ¿Acaso estaban, como los nuestros, sometidos a algunas restricciones debido a una sensibilidad comparativamente elevada contra la idea de infligir en el juego daños físicos graves a otros por el puro placer de los espectadores? ¿O bien la tendencia a presentar el movimiento deportivo moderno como el restablecimiento de un movimiento similar en la antigüedad es una de esas inofensivas leyendas ideológicas inocentemente utilizadas para reforzar la unidad de un movimiento que está lleno de tensiones y de tendencias en choque y para realizar su brillantez y prestigio? En ese caso, ¿no sería quizá preferible examinar la génesis y el ascenso de los deportes de nuestro tiempo; enfrentar el hecho de que los juegos que llamamos deportes, como las naciones-Estado industrializadas en que se realizan, tienen ciertas características únicas que los distinguen de otros tipos de juegos, y comenzar la difícil tarea de estudiar y explicar la naturaleza de estas características distintivas?

Deporte y ocio en el proceso de la civilización
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