INTRODUCCIÓN

POCOS SOCIÓLOGOS negarían que los cambios que están ocurriendo en las relaciones entre los sexos son uno de los temas sociales más importantes de nuestro tiempo, si bien la mayor parte de ellos los consideraría probablemente de menor importancia que, por nombrar algunos otros problemas, la pobreza, la desnutrición, el desempleo y el conflicto racial[281]. No obstante, con la única excepción de la amenaza de guerra nuclear, que tiene implicaciones universales y que, con absoluta probabilidad, haría sentir sus consecuencias en todo el mundo, en un aspecto son las relaciones entre los sexos más fundamentales que estas otras cuestiones. Y ello es así porque, aun cuando son principalmente las mujeres de clase media de los países más industrializados las que han comenzado a tomar conciencia del dominio masculino o patriarcado como problema social, y han empezado a combatirlo, hay una dimensión sexo/género presente en todas las demás cuestiones sociales fundamentales, como en las de clase y raza. Sin embargo, pese a la universalidad e importancia social de la diferenciación de género, y pese a la naturaleza cada vez más problemática de las relaciones entre los sexos en las sociedades industrializadas —algo particularmente manifiesto en la ruptura y/o transformación que actualmente sufren las formas tradicionales del matrimonio y la familia—, no puede decirse aún que se haya teorizado adecuadamente sobre tales temas desde el punto de vista de la sociología[282]. Y tampoco, como parte del nexo global relevante en este contexto, se ha prestado mucha atención al deporte, tradicionalmente uno de los principales cotos masculinos y por ende de importancia potencial para el funcionamiento de las estructuras patriarcales. No es difícil hallar las razones posibles que expliquen este doble fracaso de la imaginación sociológica.

En los últimos años, a consecuencia principalmente del desafío feminista, se ha visto cada vez con más claridad que la sociología surgió como un campo atravesado por ideas patriarcales. Comte, por ejemplo, consideraba a las mujeres «intelectualmente inferiores» a los hombres y creía que la familia había de basarse en el dominio del marido[283]. Supuestos afines se hallan en la obra de Durkheim[284] y continúan permeando contribuciones más recientes a este tema, La sociología del deporte es una de las áreas menos desarrolladas de la sociología[285] pero, tomando en cuenta el patriarcado implícito en la disciplina en general, no es de extrañar que hipótesis indicadoras de un dominio masculino incuestionado se hayan incluido generosamente en los trabajos realizados en este campo hasta ahora. Una consecuencia de este dominio es que la naturaleza patriarcal del deporte moderno y el papel que este pueda representar en el mantenimiento de la hegemonía masculina sólo han sido cuestionados por un puñado de escritores feministas. No obstante, la mayoría de ellos ha tendido a centrarse en cuestiones como la discriminación contra las mujeres en el deporte[286] y, si bien sus trabajos han coadyuvado a crear las condiciones para una posible teorización, ninguno ha intentado aún una teorización sistemática de las formas de dominación existentes en y a través del deporte o de las transformaciones ocurridas en ese aspecto. Quiero, con este trabajo, iniciar la marcha en esa dirección.

Para ser más exacto, utilizando los datos de que dispongo con respecto a Gran Bretaña, voy a analizar el deporte como un coto reservado a los varones y el papel que desempeña, en relación con otras fuentes, en la producción y reproducción de la identidad masculina. Antes sin embargo de entrar en sus aspectos más concretos, daré a conocer algunas de las principales hipótesis sociológicas sobre las que se basan mis argumentos esenciales.

Deporte y ocio en el proceso de la civilización
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