IX
No es sólo la manera directa y natural con que en épocas anteriores se consideraban el goce y el deleite como ingredientes esenciales en la resonancia emocional de los sucesos recreativos lo que hace enriquecedor el regreso a las reflexiones de aquellas personas de entonces, sino también su clara comprensión de la aparente paradoja presente en la resonancia emocional de los acontecimientos recreativos. Aristóteles mencionó la cualidad de las tragedias de suscitar miedo y sufrimiento y la compasión a que dan lugar. En sus Confesiones san Agustín, tras reprocharse a sí mismo la frecuentación de teatros y otros lugares de entretenimiento, se preguntaba incisivamente cómo es posible que consideremos entretenidas representaciones que nos hacen sentir miedo, rabia, ira y muchos otros sentimientos de los que, si pudiéramos, huiríamos en la vida real como si de la peste se tratara[89]. A la luz de tales reflexiones de épocas pasadas, suenan extrañas algunas de nuestro tiempo sobre los mismos problemas. No es raro hoy en día hallar explicaciones en el sentido de que los acontecimientos recreativos son una forma de «recuperarse del trabajo», «relajarse de la fatiga de la vida diaria» y, sobre todo, «liberarse de la tensión». He aquí dos ejemplos. M. H. y E. S. Neumayer han planteado que los acontecimientos recreativos son:
actividades que recrean el cuerpo y la mente, resultando en la renovación de las agotadas fuerzas de la gente tras relajarse de las ocupaciones más serias de la vida.
Cuando una persona está cansada por el trabajo físico y mental pero no siente aún la necesidad de dormir, es el momento adecuado para la recreación activa[90].
Y G. T. W. Patrick alegaba que:
todos los juegos son pasatiempos pero no todos los pasatiempos son juegos. Algunos de estos sólo parecen satisfacer el ansia de excitación. Tomando en cuenta que toda nuestra vida moderna es tan emocionante comparada con anteriores modos de vivir, ¿por qué será que en nuestro tiempo de ocio buscamos pasatiempos que nos estimulen? [… ] Afortunadamente, los psicólogos han dado con la respuesta y ahora entendemos bastante bien la psicología del juego. Hemos comprendido que no es emoción lo que buscamos en el juego sino un modo de liberamos de todas las formas de actividad mental que nos agotan en las pesadas rutinas cotidianas[91].
Sin embargo, no sólo las observaciones de los antiguos sino también casi todas las de nuestra época apuntan al hecho de que lo que los humanos buscan en sus actividades recreativas miméticas no es liberarse de las tensiones sino, por el contrario, sentir un tipo concreto de tensión, una forma de excitación a menudo asociada, como claramente vio san Agustín, con el temor, la tristeza y otras emociones que trataríamos de evitar en la vida diaria. Podríamos citar toda una lista de ejemplos para demostrar que el estímulo de las tensiones es un componente básico en todas las variedades de placer recreativo englobadas en la esfera mimética, pero para los fines que aquí perseguimos puede ser suficiente con tres de ellos, relativos a diferentes clases de actividades miméticas. Primero, la condensada representación por un poeta de la pauta de conducta de una multitud durante una actuación de los Beatles:
The Beatles at Shea Stadium
Preliminary sounds
lick the sixty
thousand into one
body
ululating
on the rim
of knowledge
Jangled nerves await
exploratory chords
the plunge is immediate
protracted climax
Bacchic girls drop,
thrashing frenzy,
or faint, arms flopping.
Scratched faces
grimace to believe
flat against a fence,
clawing, heave,
arched bodies lean,
arms, pleading, reach
Este poema describe muy bien un modelo concreto que se repite en buen número de acontecimientos miméticos: el gradual aumento de la tensión-emoción que, como dice el poeta, en el caso de un público pop culmina en un prolongado clímax cercano al delirio, y se resuelve luego lentamente. Un modelo similar al que descubrimos durante la representación de numerosas obras teatrales: el ascenso gradual de las tensiones que, mediante el clímax, desemboca en la resolución de la tensión. Consideremos como ejemplo el resumen de la reacción del público a una obra en la siguiente reseña teatral:
No fue una noche muy cómoda la que nos dieron [… ], aunque para quienes iban preparados resultó de seguro magníficamente satisfactoria. El campo de batalla era naturalmente la vida conyugal, y el primer requisito para una producción digna del autor era contar con dos actores capaces de representar convincentemente y con todo realismo los papeles de Edgar, el marido, y Alice, la esposa, quienes a lo largo de la obra libran las últimas y culminantes escenas de la guerra en que han estado enfrascados durante veinticinco años de matrimonio.
Uno podía haber aventurado con absoluta confianza que el papel de Edgar, comandante de un pequeño destacamento de soldados estacionados en una isla con todas las posibilidades para que florezcan el odio y la frustración, daría a sir Laurence Olivier la oportunidad de desplegar todos sus recursos y ofrecer una espléndida actuación.
Lo que nadie hubiera podido aventurar con tanta certeza era que la señorita Geraldine McEwan fuese capaz de generar la fuerza suficiente que la llevara aceptablemente a la inevitable victoria de la astucia femenina sobre el poder del hombre, típica de Strindberg. En modo alguno se vio su efecto disminuido o inutilizado por los ocasionales estallidos de risa nerviosa entre el público. Era evidente que quienes se rieron no lo hacían con ánimo de burlarse sino obedeciendo a la necesidad de liberarse de la extrema tensión emocional[94].
El desahogo de la tensión mencionado en esta reseña es mucho más específico y de naturaleza mucho más constatable que el vago y mal definido concepto de liberación de las tensiones a menudo utilizado como hipotética explicación de las actividades recreativas. La tensión mencionada aquí es la que el propio acontecimiento recreativo ha ido acumulando. La risa a que se refiere el autor de la reseña tiene la función de válvula de seguridad: impide que la tensión mimética llegue a ser demasiado fuerte. En el marco social habitual de un teatro, el público no puede dejarse llevar como lo hace un público pop en el Shea Stadium. Exteriormente, el primero es en general más comedido. Los movimientos que forman parte constitutiva del síndrome de excitación espontánea son sometidos a un control más estricto. La emoción se confina con más rigidez a lo que generalmente llamamos el nivel de los sentimientos. Existen, como es lógico, diferencias considerables entre los distintos grupos de edad y clases sociales por cuanto se refiere a la manera más o menos abierta en que manifiestan su tensión mediante los movimientos del cuerpo. Hay diferencias en el marco social de los distintos acontecimientos miméticos. Todo esto ofrece un amplio campo de acción para los investigadores de la sociología. Pero, por encima de los demás, este punto es evidente: que para explicar los problemas de esta índole no bastan las hipótesis sobre «liberación de la tensión» o «recuperación del trabajo», que tal vez fuesen más adecuadas si las personas pasaran su tiempo libre ocupadas en actividades características de la esfera 2), si sólo se limitaran a deambular por la casa sin hacer nada en concreto, a relajarse o a descansar.