CONCLUSIÓN
A modo de conclusión, deseamos subrayar que nuestra tesis no es que los jóvenes de la clase obrera baja sean los únicos hinchas fanáticos y violentos del fútbol. Ni que todos los adolescentes y jóvenes pertenecientes a comunidades de clase obrera baja utilicen el fútbol como ocasión para pelear. Algunos pelean en cualquier otro contexto y otros apenas pelean casi nunca. Nuestro argumento es más bien que parecen ser los jóvenes y adolescentes de los sectores «rudos» de la clase obrera baja —no empleamos los conceptos «clase obrera ruda» y «clase obrera baja» como sinónimos en ninguna acepción simple— los transgresores principales y constantes en las acciones violentas más graves que tienen lugar en relación con el fútbol. Tampoco pretendemos afirmar que los que hemos descrito como algunos de los atributos y valores típicos de los hinchas violentos y fanáticos del fútbol sean exclusivos de estos grupos o generados exclusivamente por la «segmentación ordenada». Son manifiestas formas muy similares de masculinidad en el cuerpo de policía y en el ejército por ejemplo, y quizá también en otros contextos ocupacionales[280].
Para terminar, no es nuestra intención decir que porque se demuestre que el fenómeno hincha en los partidos de fútbol está profundamente arraigado en la historia de Gran Bretaña no haya cambiado ni un ápice en sus formas, contenidos y consecuencias. Entre los factores que han contribuido a configurar el fenómeno de la violencia en el fútbol desde fines de los años cincuenta se hallan: los cambios estructurales ocurridos en los sectores «rudo» y «respetable» de la clase obrera y en las relaciones entre ellos; el aumento de un mercado del ocio específicamente juvenil; la posibilidad y el deseo cada vez mayores entre los jóvenes de viajar de forma regular para asistir a los partidos de fútbol; los cambios en la estructura del juego mismo; los esfuerzos concretos de las autoridades futbolísticas para tratar de reprimir la violencia de este fenómeno y, sobre todo, la intervención del gobierno central en este proceso; los cambios habidos en los medios de comunicación de masas, en especial la llegada de la televisión y el nacimiento de la prensa «tabloide», con su especial manera de entender cuáles son las «noticias valiosas», un concepto basado en la competencia y orientado hacia lo comercial, y, por último, el reciente derrumbe casi absoluto del mercado de trabajo para los jóvenes. En nuestra opinión, estos factores, todos ellos históricamente muy concretos, al menos en cierto sentido han contribuido de manera significativa a dar forma, contenido y difusión al fenómeno hooligan desde la década de los años cincuenta. En lo que diferimos de otros autores que se han ocupado del tema es en la cuestión de hasta qué punto se debe privilegiar alguno de estos factores o alguna combinación de ellos como causa central del nacimiento de la violencia en el fútbol. Nuestra investigación nos lleva a creer que los valores subyacentes en la conducta de los hinchas violentos durante los partidos de fútbol y en contextos relacionados con este juego son rasgos relativamente constantes, arraigados y duraderos de las comunidades pertenecientes a determinados sectores de la clase obrera. Si estamos en lo correcto, de ello se deduce que para entender adecuadamente este fenómeno es necesario no sólo un análisis de los desarrollos sociales (incluidos los económicos) habidos desde la Segunda Guerra Mundial sino, lo que es más importante, un análisis desarrollista que explique, primero, la forma y el grado en que tales comunidades y los valores que preconizan se han producido y reproducido a lo largo de un período mucho más largo y, segundo, la forma y el grado variable en que el fútbol ha constituido un escenario para la expresión de estos valores.