58
La gran puerta de piedra cayó de golpe al suelo formando remolinos de algo que Daniel al principio creyó que era polvo. Lo rodearon las voces alegres, jubilosas. Alguien le puso una manta sobre los hombros y lo sacó de allí. Él se quedó de pie, ciego, mientras se frotaba los ojos y parpadeaba adormilado, como un oso que sale de repente de su guarida.
Inmediatamente comprendió por qué no había podido ver nada a través de la grieta: por qué fuera todo estaba blanco y silencioso.
¡Himmelstal estaba cubierto de nieve por completo! Capas de nieve suave y gruesa cubrían el bosque de abetos de la ladera de la montaña, los tejados de las casas del pueblo y el fondo del valle con el río helado.
¿Pero en qué parte del valle se encontraba realmente? Confundido, miró las negras vallas puntiagudas y las chimeneas oblicuas que parecían adornadas con nata montada.
-Estás de suerte -dijo un vigilante exhausto, apoyándose en una palanca de hierro-. No hay duda de que esa puerta no estaba previsto que se abriera hasta el Día del Juicio.
Daniel se dio la vuelta. La puerta de piedra derribada estaba hundida en la nieve junto a la abertura oscura de un pequeño templo. ¡Cielo santo, estaba en la cripta del Cementerio de los Leprosos! ¡Había salido de una tumba!
Otros dos vigilantes lo llevaron a las furgonetas que estaban estacionadas junto al camino.
-¿Y Tom? ¿Dónde está? -preguntó Daniel volviéndose hacia la abertura de la cripta.
-¿Tom? -dijeron los vigilantes sorprendidos-. ¿Está por aquí?
En ese instante Tom salió de la oscuridad. Los vigilantes, que por lo general parecían tipos duros, no pudieron contener una exclamación de terror cuando salió deslizándose por la abertura de la tumba, medio desnudo y con la cabeza rapada, mirando con desconfianza a derecha e izquierda como un espectro saliendo del reino de Hades.
Un instante después, los vigilantes se habían recuperado de su experiencia fantasmal y con su rapidez y efectividad habituales esposaron a Tom, le pusieron una manta por los hombros desnudos y lo llevaron a una de las furgonetas.
Llegó una furgoneta más y antes de que el conductor tuviera tiempo de parar, Corinne salió de un salto del asiento del pasajero. Con la piel enrojecida y un gorro ribeteado de piel, avanzó con dificultad por la nieve al encuentro de Daniel. Lo abrazó con fuerza y lo besó en las mejillas, en la boca y en la barbilla.
Al verle la cabeza dio un paso atrás.
-Necesitas que te den puntos -dijo.
Daniel nunca hubiera imaginado que podría sentirse tan bien en el coche de los vigilantes. Corinne y él iban sentados en un coche, y Tom en el otro.
-Hemos tenido mucha suerte de poder sacarte de esa tumba espantosa -dijo ella mientras el motor se ponía en marcha y el coche rodaba por la carretera, de la que acababan de quitar la nieve.
Ella se quitó el gorro, se deslizó dentro de la manta y acercó su cabeza a la de él.
-¿Tengo que ir a la clínica ahora? -susurró él.
Eso era lo que pensaba, pero no estaba seguro de que las palabras hubieran salido de sus labios. Su mente iba y venía como la corriente de un aparato con poca batería.
Por un momento tuvo una experiencia extracorpórea y vio la furgoneta desde arriba, girando en su órbita elíptica en el estrecho valle invernal. Daba vueltas y más vueltas, hacía una corta parada junto al edificio del hospital y luego volvía a girar. Un carrusel que siempre lo llevaba de nuevo a la clínica. Allí todo volvía a empezar. No había ningún camino de salida. Tal vez ni siquiera hubiera un mundo fuera del valle. Nunca había existido.
-Solo para que te curen esa herida -dijo Corinne acariciándole suavemente la cabeza-.Yo te acompañaré. Dios mío, qué feliz estoy de que estés aquí. Hemos buscado como locos. Los vigilantes no te habrían encontrado nunca de no haber visto esa bandera roja en la nieve.
-¿Bandera? -preguntó Daniel-. ¡Oh! Era la camiseta de Tom con mi sangre. La ató a un trozo de barra de hierro y logró introducirla a través de una grieta. Creía que estaba loco.
-Estará loco, pero te ha salvado la vida -dijo Corinne frotándose la cara contra el cuello de Daniel como una gata.