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El ambiente era inmejorable cuando Daniel se sentó en su mesa favorita del rincón.

Corinne estaba cantando su famosa canción de las vacas tocando el cencerro y su acompañante, el hombre del sombrero tirolés, participó después en una canción a dos voces que Daniel no había escuchado antes.

Los investigadores, muy animados y algo borrachos, estaban sentados alrededor de dos mesas contiguas cerca del escenario. Cantaban a coro el estribillo, «Fallerí Fallerá», mientras acompañaban el ritmo con los pies de tal modo que el suelo temblaba. Dejaban atrás una semana intensa. Desde la mañana hasta la noche se habían enfrentado cara a cara con el mal y el sufrimiento, en dosis muy altas, como científicos. Pero en ese momento, en compañía del experto Karl Fischer y de algunos vigilantes discretamente diseminados por el local, se sentían seguros y relajados.

La música cesó y los artistas abandonaron el escenario. Los científicos visitantes pidieron a gritos un bis, pero Corinne saludó de modo disuasorio sonriendo. El hombre del sombrero tirolés desapareció por la cocina y Corinne se sentó en la mesa de Daniel. Con gotas de sudor en la frente recibió una jarra de cerveza que el atropellado esposo de Hannelore le puso delante.

-Me dan asco -dijo ella en voz baja, indicando con la cabeza hacia el lugar donde estaban los científicos, y luego añadió-: He estado mirando esa nota. La he comparado con otros papeles escritos a mano.

-¿A qué papeles te refieres?

-A todos los que he encontrado. Anotaciones escritas por el personal de la clínica. No he encontrado ninguna letra parecida a la de ese texto. Como te dije, no creo que el personal utilizara su propia caligrafía. Pero he encontrado otra cosa interesante.

Metió la mano en el bolsillo del delantal y puso un folio doblado sobre la mesa. Daniel lo abrió sobre sus rodillas y lo miró. Era un texto escrito a mano.

-Pastorcilla -leyó él-. Cuando sale el sol...

-Por el otro lado -dijo Corinne.

Él dio la vuelta al papel.

-¿Qué es esto?

-El historial de Max -dijo ella en voz baja-. Una copia de la primera página.

Era muy difícil de leer en la penumbra, pero parecía realmente extraído de un historial médico.

-¿Cómo has conseguido esto? -preguntó Daniel asombrado.

-No tengo tiempo para explicártelo ahora. Es una copia impresa de los datos del registro de Max al llegar aquí. Sus datos personales y antecedentes. Hay algo interesante. Mira arriba del todo, la fecha de nacimiento del paciente y al pie, bajo el título Situación familiar. Max y su hermano Daniel tienen la misma fecha de nacimiento. El mismo día, el mismo mes, el mismo año. Es decir, gemelos.

Daniel miró el papel.

-Estos datos son totalmente correctos. ¿Entonces por qué mantienen Gisela Obermann y Karl Fischer que Max no tiene ningún hermano gemelo? ¿No pueden leerlo en el historial?

-Eso pensé yo también -dijo Corinne. Luego se apoyó en la mesa y susurró-: Como podrás ver, he entrado en el historial de Max.

Daniel la miró y vio que en su frente brillaban gotas de sudor, pero la jarra de cerveza empañada estaba aún intacta junto a ella.

-¿Cómo has podido acceder al historial de otro residente?

Corinne le pidió que se calmara. Ella miró por encima del hombro. Uno de los investigadores invitados se había levantado y parecía que iba a improvisar un discurso a Karl Fischer.

-No te preocupes ahora por eso -susurró ella-. También le he echado un vistazo al historial actualizado de Max y lo he comparado con el que se hizo cuando llegó. El actual es mucho más extenso, obviamente. Sin embargo, los datos personales son los mismos, excepto uno: la fecha de nacimiento de Max, que ha variado del 28 de octubre de 1975 al 2 de febrero de 1977. Max es dos años más joven ahora.

-¿Por qué han cambiado ese dato?

-Eso es lo que yo me pregunto.

-¿Hay muchas personas que tengan acceso a los historiales de los residentes?

-Solo el personal, los médicos, psicólogos y demás investigadores. Y algunas enfermeras.

-Y tú -añadió Daniel con ironía.

Ella no se inmutó por el comentario. Volvió a inclinarse hacia delante, cogió la mano de él por debajo de la mesa y le dijo en tono muy bajo:

-Tienes que irte de aquí, Daniel. Himmelstal es un lugar peligroso y creo que aquí ocurren cosas que no deberían ocurrir. El personal no es mucho mejor que los residentes.

-Pero ahora tienen que dejar que me vaya -dijo Daniel-. Como quiera que hayas llegado a esa antigua historia médica, demuestra que he dicho la verdad todo el tiempo. Max y yo somos gemelos y eso hace que mi historia sea creíble.

Corinne miró de reojo a los científicos invitados, a los que en ese momento les estaban sirviendo otra ronda de cerveza. Luego se volvió hacia Daniel y siguió hablando en voz baja mientras seguía cogiéndole la mano:

-Tenemos una prueba más fuerte aún. Hoy he encendido dos velas en la iglesia. Una por Mattias Block, un amigo mío que encontró la muerte en el valle. La otra luz era por la vida. Por primera vez se ha creado vida en Himmelstal.

-¿A qué te refieres? -preguntó Daniel perplejo.

-Estoy embarazada -susurró ella.

Todo giró a su alrededor.

-No puedes estarlo. Tú estás...

Él no lograba pronunciar la palabra esterilizada. Sonaba demasiado fuerte y definitiva.

Corinne sacudió la cabeza lentamente. Apretó con fuerza la mano de él por debajo de la mesa.

-Soy tan fértil como tú. Vamos a tener un hijo, Daniel.

En ese momento sonaron unas largas notas de acordeón. El hombre del sombrero tirolés estaba otra vez en el escenario. Corinne sacó una barra de labios, la deslizó a toda prisa por sus labios y se ajustó los cordones del corsé de su traje típico de la región. Mientras los científicos aplaudían con entusiasmo, ella fue al escenario y balanceando levemente los brazos se puso a cantar:

-Im grünen Wald dort wo die Drossel singt.

Los científicos dieron gritos de alegría. El hombre que llevaba gorra de béisbol levantó su enorme jarra de cerveza y Karl Fischer seguía el ritmo golpeando la mesa con las palmas de las manos.

Daniel pagó y salió de la cervecería. Las ventanas emplomadas estaban abiertas y la canción y la música del acordeón lo siguieron por la callejuela.

Recordó lo que le había contado Samantha sobre el pasado de Corinne. ¿Sería cierto que estaba embarazada o era una ilusión, una locura?

Si fuera cierto, ella no era como los demás. ¿Quién era entonces?