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Gisela Obermann estaba sentada frente al gran ventanal y miraba la montaña rocosa que había al otro lado del valle. La superficie era lisa, de un tono blanco amarillento, como un lienzo tenso, con algunos trazos de negro, y se sorprendió a sí misma intentando reconocer las pinceladas en ellos.

La parte superior de la pared de la montaña estaba coronada por un cordón de intrépidos abetos. Algunos habían llegado demasiado lejos y colgaban de los bordes como palillos rotos de cerillas.

Las caras en torno a la mesa de conferencias palidecieron al contraluz y el tono de las voces bajó como en una radio.

-¿Alguna visita esta semana? -preguntó alguien.

Ella estaba cansada y sedienta, además de agotada. Era el vino que había bebido la noche anterior. Pero no solo el vino.

-Alguien viene a visitar a un pariente -dijo el doctor Fischer-. A Max. Sin duda, eso es todo.

Gisela despertó.

-¿Quién viene a visitarlo? -preguntó extrañada.

-Su hermano.

-Vaya, creía que no tenían contacto.

-Seguramente va a sentarle bien -dijo Hedda Heine.

-Es su primera visita desde que fue ingresado aquí, ¿verdad?

-Puede ser.

-Sí, es su primera visita -corroboró Gisela-. Es curioso. A Max están ocurriéndole cosas muy positivas en este momento. Creo que ha estado tranquilo y feliz últimamente. Seguramente le beneficie que venga a verlo su hermano. ¿Cuándo viene?

-Debería estar aquí esta tarde o esta noche -dijo Karl Fischer, mirando de reojo el reloj mientras recogía sus papeles-. ¿Hemos terminado?

Un hombre de unos cuarenta años y barba pelirroja levantó la mano con impaciencia.

-¿Sí, Brian?

-¿Nada nuevo acerca de Mattias Block?

-Lamentablemente, no. Pero la búsqueda continúa.

El doctor Fischer recogió sus papeles y se levantó. Los demás le siguieron.

«Es típico», pensó Gisela Obermann. «El hermano de Max llega hoy. Y nadie me ha informado a mí, que soy su médico.»

Así funcionaban las cosas en este lugar. Por eso ella estaba tan cansada. Su energía, que siempre se había dirigido como la punta de un cuchillo contra cualquier oposición, no podía hacer nada aquí. Se escapaba por las paredes que la rodeaban y se volvía contra ella.