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México D. F., 20 de mayo de 1915
El general Buendía se bajó del automóvil y entró en la casa. Allí lo esperaban varios caballeros. Le invitaron al salón y el general dejó sobre la mesa el códice. Todos se quedaron mirando el libro forrado de piel blanca. Ninguno dijo palabra hasta que un hombre de barba gris y largas patillas se aproximó.
—Ha pasado mucho tiempo, pero lo hemos recuperado.
—Sí —comentó.
—La orden de los hombres jaguar ha recuperado de nuevo el secreto de Aztlán. Cuando el general Huerta nos dé el mapa, podremos recuperar la fuerza de nuestros antepasados —dijo uno de los presentes.
El grupo formó un círculo e hizo una plegaria en un idioma ancestral. Después encomendaron al general una nueva misión.
—Tiene que eliminar a sus perseguidores, al español y sus amigos. No podemos dejar pistas.
El general Buendía asintió con la cabeza. Nunca una misión le había causado tanto placer.