54

Madrid, 15 de mayo de 1915

El café Gijón estaba abarrotado a última hora de la tarde. Diego Rivera miró por las vidrieras y observó a los tertulianos que se agolpaban en las mesas junto a los curiosos. Entre la multitud vio a su amigo Valle-Inclán sentado en una de las mesas del fondo, solo y con cara de aburrimiento. Decidió entrar para charlar un poco con él, llevaba dos días buscando al general Huerta y la situación comenzaba a ser preocupante.

Atravesó el salón y se acercó a la mesa de mármol blanco. Don Ramón permanecía con la mirada perdida, por lo que Diego tuvo que carraspear para que su amigo advirtiera su presencia.

—Querido Diego, pensaba que había regresado a París o México —dijo Valle-Inclán invitando a su amigo a sentarse.

—¡Ojalá!, pero las cosas se han complicado extraordinariamente —contestó Diego mirando a un lado y al otro.

—¿Qué sucede?

—Llevo dos días buscando al general Huerta, pero se ha esfumado.

—Pero ¿no estaban en el mismo hotel? Alfonso Reyes lo preparó todo para que se encontraran.

—No me lo recuerde, maestro. Quién me manda a mí meterme en juegos de espías. A Reyes tampoco lo he vuelto a ver.

—Yo tampoco, creo que ha regresado a México.

—¿A México? No puede ser. ¿Quién va a pagar la habitación del hotel? —dijo Diego Rivera con la voz temblorosa.

—No se preocupe, que no hay mal que por bien no venga.

—Maestro, estoy en peligro. Unos norteamericanos me han amenazado de muerte si no les informo sobre lo que el general Huerta tenía en su poder.

—No entiendo a qué se refiere —dijo Valle-Inclán confuso.

—¿Qué voy a hacer ahora? El caso es que en la recepción del hotel me han comunicado que el general sigue ocupando la habitación. ¿No le parece extraño?

—¿Por qué no se marcha a México y pone tierra de por medio?

—Tiene razón, pero no puedo dejar una deuda en el hotel Ritz.

—Pida dinero a algún amigo, yo se lo prestaría, pero ya sabe que los libros no dan para muchos dispendios.

—Me hago cargo.

—Hay una recepción en la embajada alemana esta noche, estoy invitado, aunque no sé por qué, ya que siempre me he declarado francófilo, pero Ortega y Gasset debe haber insistido. Al menos cenaré algo decente. Venga si quiere. Puede que veamos a su amigo allí.

—No tengo nada que perder, deje que me cambie y nos vemos a las ocho en la puerta de la embajada —dijo Diego resignado.

—Anímese, la vida tiene sentido por las piedras del camino, quítele las piedras y qué nos queda; un monótono paseo de domingo.

Diego se levantó, caminó hasta la puerta y salió a las calles primaverales de Madrid. La ciudad estaba preciosa, el aire de mayo era templado y brillaba un sol luminoso. Llevaba dos semanas sin tomar un pincel, sintió ganas de correr hasta el hotel y ponerse a dibujar, pero al final se conformó con caminar por el Paseo de Recoletos hasta Cibeles y mirar con asombro las fachadas de la amplia avenida.

La profecía de Aztlán
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
citas.xhtml
agradece.xhtml
prologo.xhtml
primera.xhtml
cap001.xhtml
cap002.xhtml
cap003.xhtml
cap004.xhtml
cap005.xhtml
cap006.xhtml
cap007.xhtml
cap008.xhtml
cap009.xhtml
cap010.xhtml
cap011.xhtml
cap012.xhtml
cap013.xhtml
cap014.xhtml
cap015.xhtml
cap016.xhtml
cap017.xhtml
cap018.xhtml
cap019.xhtml
cap020.xhtml
cap021.xhtml
cap022.xhtml
cap023.xhtml
cap024.xhtml
cap025.xhtml
cap026.xhtml
cap027.xhtml
cap028.xhtml
cap029.xhtml
cap030.xhtml
cap031.xhtml
cap032.xhtml
cap033.xhtml
cap034.xhtml
cap035.xhtml
cap036.xhtml
cap037.xhtml
cap038.xhtml
cap039.xhtml
cap040.xhtml
segunda.xhtml
cap041.xhtml
cap042.xhtml
cap043.xhtml
cap044.xhtml
cap045.xhtml
cap046.xhtml
cap047.xhtml
cap048.xhtml
cap049.xhtml
cap050.xhtml
cap051.xhtml
cap052.xhtml
cap053.xhtml
cap054.xhtml
cap055.xhtml
cap056.xhtml
cap057.xhtml
cap058.xhtml
cap059.xhtml
cap060.xhtml
cap061.xhtml
cap062.xhtml
cap063.xhtml
cap064.xhtml
cap065.xhtml
cap066.xhtml
cap067.xhtml
cap068.xhtml
cap069.xhtml
cap070.xhtml
cap071.xhtml
cap072.xhtml
cap073.xhtml
cap074.xhtml
cap075.xhtml
cap076.xhtml
cap077.xhtml
cap078.xhtml
cap079.xhtml
cap080.xhtml
cap081.xhtml
cap082.xhtml
cap083.xhtml
cap084.xhtml
cap085.xhtml
tercera.xhtml
cap086.xhtml
cap087.xhtml
cap088.xhtml
cap089.xhtml
cap090.xhtml
cap091.xhtml
cap092.xhtml
cap093.xhtml
cap094.xhtml
cap095.xhtml
cap096.xhtml
cap097.xhtml
cap098.xhtml
cap099.xhtml
cap100.xhtml
cap101.xhtml
cap102.xhtml
cap103.xhtml
cap104.xhtml
cap105.xhtml
cap106.xhtml
cap107.xhtml
cap108.xhtml
cap109.xhtml
cuarta.xhtml
cap110.xhtml
cap111.xhtml
cap112.xhtml
cap113.xhtml
cap114.xhtml
cap115.xhtml
cap116.xhtml
cap117.xhtml
cap118.xhtml
cap119.xhtml
cap120.xhtml
cap121.xhtml
cap122.xhtml
cap123.xhtml
cap124.xhtml
cap125.xhtml
cap126.xhtml
cap127.xhtml
cap128.xhtml
cap129.xhtml
cap130.xhtml
cap131.xhtml
cap132.xhtml
cap133.xhtml
cap134.xhtml
cap135.xhtml
cap136.xhtml
cap137.xhtml
cap138.xhtml
cap139.xhtml
cap140.xhtml
cap141.xhtml
cap142.xhtml
cap143.xhtml
cap144.xhtml
cap145.xhtml
cap146.xhtml
cap147.xhtml
epilogo.xhtml
autor.xhtml
notas.xhtml