16
Londres, 8 de mayo de 1915
Corría de un lado al otro de la casa dando órdenes a las dos criadas. En menos de media hora iban a llegar los invitados y la casa no estaba ordenada. Alicia se dirigió a la biblioteca y vio a sus amigos sentados tranquilamente mientras fumaban un cigarro.
—¡Invita al señor Holmes y al doctor Watson sin avisarme! ¡Al menos podrían haberles invitado a almorzar mañana! —refunfuñó Alicia.
—Surgió de repente —dijo Lincoln.
—Nuestro querido amigo —comentó Hércules mirando a Lincoln—, se empeñó en que vinieran a vernos. Tenemos apenas veinticuatro horas para averiguar qué pasó con el Lusitania y vamos a perder esta preciosa tarde charlando con el petulante señor Sherlock Holmes.
—¿Les han encargado la investigación del hundimiento del Lusitania y no me han dicho nada? —preguntó Alicia con los ojos desorbitados.
—Todo ha sido muy rápido. Esta mañana te vimos muy nerviosa, por eso no te pedimos que nos acompañaras —dijo Lincoln.
—No esperaba este comportamiento de ustedes. Creo que he demostrado durante estos años que estoy preparada para enfrentarme a cualquier peligro —dijo Alicia con un nudo en la garganta.
Hércules se levantó para abrazar a Alicia, pero ésta se apartó bruscamente.
—Son igual que el resto. Unos misóginos que piensan que las mujeres son meros floreros. Pues van a preparar el té y las pastas ustedes mismos, yo me marcho a España.
Alicia abandonó la sala con un sonoro portazo. Apenas les había dado tiempo a reaccionar cuando el timbre de la puerta anunció la llegada de sus invitados. Lincoln se apresuró a abrir; delante suyo se encontraba un marinero de cierta edad, con barba y un sombrero de la Armada.
—¿Qué desea?
—Estimado Lincoln, traigo noticias alarmantes —dijo el hombre pasando dentro de la casa.
Lincoln le miró intrigado.
—¿No me reconoce? Soy Holmes, me temo que han sucedido cosas terribles. Será mejor que esperemos al doctor Watson.