Prólogo

 

   Hoy siento cómo la tierra cambia bajo la mortecina luz del crepúsculo. Lo siento a cada paso que doy, cada vez que respiro, allá donde poso la mirada. Siento que ya nada volverá a ser igual.

   Las palabras que mi gente vertió cuando todo eran sombras y la esperanza estaba harto olvidada, ahora resuenan como un eco del pasado que influye en el presente. Que sentencia el futuro.

   He visto cómo mi pueblo se autodestruía. Cómo los mortales sucumbían al engaño, la envidia, la codicia y la traición. Mis ojos han llorado amargamente durante muchos años de mi inmortal vida.

   El porvenir. Nada queda en mi hogar, tan solo lágrimas y melancolía.

   El suave murmullo de los arroyos y del viento, que, impasible ante el paso de los siglos, mece las copas de los árboles, no puede acallar lo que antaño se predijo. Nada puede cambiar la voluntad del destino. Las tinieblas ya se ciernen sobre nosotros. Es el precio que todos debemos pagar, la responsabilidad ineludible que debemos asumir.

   Hoy yo acepto mi lugar en la historia. ¿Aceptarás tú el tuyo?

   Mi nombre es Élennen.

  Pronto moriré.