CAPÍTULO 26

LOS COCHES SE ALEJARON a toda prisa, como si estuvieran huyendo de una catástrofe. La única que se quedó fue Marie. Estaba hablando con Bette y Bud.

−Gracias por la fiesta −dijo−. Pero…, chicos, debéis aprender cuándo es mejor mantener la boca cerrada. Ya vendré mañana a por mis cuencos.

Y entonces nos quedamos los cuatros a solas. Bette y Bud. Megan y yo.

−Bueno, gracias −dije−. Ha sido muy interesante. Interesante y divertido.

Bette miró a Megan con aire triste.

−¿De veras lo creéis? El problema es que… −dijo.

Fue interrumpida por una voz masculina procedente del otro extremo del patio.

−Disculpen −dijo la voz.

Entonces vimos que eran dos agentes de policía, un hombre y una mujer. Se dirigían hacia nosotros.

−Hemos recibido quejas de una fiesta demasiado ruidosa −dijo el hombre.

−Era una simple barbacoa −respondió Bud, brusco y de mal humor−. No creo que haya sido muy ruidosa.

−¿Es usted el propietario de la casa? −preguntó la agente.

−Sí. Es nuestra −dijo Bette.

−Bien, entonces ya va siendo hora de que los invitados regresen a sus casas y de empezar a limpiar −dijo el oficial.

−Somos los únicos invitados que quedan −dije.

−Y estábamos a punto de irnos −añadió Megan.

Ambos dedicamos sendas sonrisas tontas a Bette y a Bud.

Los policías se alejaron hacia el extremo del patio.

−Esperad, esperad, esperad −gritó Bud−. Megan, Jacob, quiero deciros algo.

Hubo una pausa. Bette estaba mirando al suelo. Bud tenía los ojos humedecidos.

−Prometedme… −dijo Bud−. Prometedme que no vais a ser como todos los demás.

Antes de que pudiera contestar, Bette dijo:

−Bud, cariño, no les obligues a hacer promesas que no puedan cumplir.