Jueves, 16

Blake Jackson recibió la llamada de su nieta a media mañana. Estaba en la farmacia y tuvo que dejar lo que hacía en ese momento —contaba cápsulas para una receta— porque el tono de Amanda era alarmante.

—¿No estás en clase a esta hora? —le preguntó, inquieto.

—Te estoy llamando desde el baño. Es por Bradley —dijo ella y él percibió el esfuerzo que hacía para no llorar.

—¿Qué pasa?

—¡Tiene una novia, abuelo! —Y no pudo evitar un sollozo.

—Ay, mi preciosa, cuánto lo siento… ¿Cómo supiste?

—Lo puso en su Facebook. O sea, primero me traiciona y enseguida se burla de mí en público. También puso una foto, la tipa es campeona de natación, como él, tiene espaldas de hombre y cara de mala. ¿Qué voy a hacer, abuelo?

—No lo sé, Amanda.

—¿Nunca te ha pasado algo así?

—No me acuerdo. Estas cosas se olvidan…

—¡Se olvidan! ¡Yo jamás le voy a perdonar a Bradley! Le mandé un mensaje para recordarle que íbamos a casarnos y no me contestó. Debe de estar pensando qué disculpa me va a dar, los hombres son todos infieles, como Alan Keller y mi papá. No se puede confiar en ninguno —dijo la chica, llorando.

—Yo no soy así, Amanda.

—¡Pero tú eres viejo! —exclamó la nieta.

—Por supuesto que se puede confiar en los hombres, la mayoría son muy decentes. Tu papá es soltero, quiero decir, divorciado, y no le debe fidelidad a nadie.

—¿Me quieres decir que Bradley también es soltero y no me debe fidelidad, aunque íbamos a casarnos?

—A mí me parece que eso del matrimonio no estaba realmente estipulado, preciosa. Tal vez Bradley no sabía que tú pensabas casarte con él.

—No hables en pasado, todavía pienso casarme con él. Espérate a que vaya al MIT y saque a la estúpida esa del mapa.

—Así se habla, Amanda.

Su nieta lloró un par de minutos, mientras él esperaba en el teléfono sin saber cómo consolarla, luego la oyó sonarse la nariz estrepitosamente.

—Tengo que volver a clase —suspiró Amanda.

—Supongo que éste no es el momento apropiado para hablar de autopsias. Te llamaré esta noche —dijo Blake.

—¿Qué autopsia?

—La de Rachel Rosen. La médica forense cree que el asesino le inyectó una droga, porque el cuerpo tiene una punción en el muslo izquierdo. La amordazó, luego la estranguló, mejor dicho la agarrotó con hilo de pescar y un torniquete, y finalmente la colgó del ventilador.

—Un poco complicado, ¿no te parece, Kabel?

—Sí. En el examen de toxicología identificaron la droga. Se llama Versed, tiene muchos usos, entre otros sirve para tranquilizar a los pacientes antes de una operación; dependiendo de la dosis que le administraron, la Rosen debe de haber quedado prácticamente inconsciente en pocos minutos.

—Interesante —comentó la nieta, que parecía bastante repuesta del trauma amoroso.

—Vuelve a clase, preciosa. ¿Me quieres?

—No.

—Yo tampoco.