Jueves, 2
A las numerosas obligaciones de Blake Jackson se sumó Salve-el-Atún, la gata que había regalado Carol Underwater a su nieta y que daba bastante trabajo, pero debía admitir que el animalito resultó ser buena compañía, tal como había predicho Elsa Domínguez. Amanda eligió el nombre en homenaje a Salve-el-Atún, su amigo invisible de la infancia, y a nadie en la familia le pareció contradictorio que la gata se alimentara de atún en lata. Blake llamaba a Amanda todas las noches al internado para darle un informe completo.
—¿Cómo está Salve-el-Atún, abuelo? La echo mucho de menos —dijo Amanda.
—Está destrozando la tapicería de los muebles a arañazos.
—No importa, de todos modos los muebles están muy viejos. ¿Cómo te va con tu libro?
—Nada todavía. Le estoy dando vueltas en la cabeza a tu idea de una novela policial.
—Hoy estuve pensando en eso —replicó la nieta—. Estamos estudiando el auto sacramental. ¿Sabes qué es eso?
—Ni idea.
—Eran dramas morales en forma teatral de la Edad Media, como alegorías didácticas en que se representaba la lucha entre el bien y el mal. Siempre triunfaba el bien, pero lo más interesante era el mal, porque sin vicio, pecado y maldad, el auto sacramental no atraía público.
—¿Qué tiene que ver eso con mi libro?
—La fórmula de la novela policial es parecida. El mal está encarnado por un criminal que desafía a la justicia, sale perdiendo, recibe su castigo y triunfa el bien, así queda todo el mundo contento. ¿Entiendes?
—Más o menos.
—Hazme caso, viejo. Si te ciñes a la fórmula, no tienes cómo perderte. Después te daré más consejos, ahora tenemos que empezar con Ripper. ¿Estás listo?
—Listo. Hasta pronto —dijo el abuelo y colgó.
Minutos más tarde estaban todos los jugadores frente a sus computadoras y la maestra del juego dio comienzo a la sesión.
—Vamos a postergar a Staton y los Constante por el momento y nos vamos a concentrar en Richard Ashton. Kabel tiene algunas noticias para nosotros. Tienes permiso para hablar, esbirro.
—La noche de su muerte, a Richard Ashton le tallaron una esvástica en el pecho, la cruz gamada, un símbolo que se ha encontrado en muchas culturas a través de los tiempos, desde los aztecas hasta los celtas y los budistas, pero que sobre todo se identifica con los nazis.
—Sabemos eso, Kabel —lo interrumpió su nieta.
—Lo leí en el informe de Ingrid Dunn. El papá de Amanda, es decir, el inspector Martín, me dio una autorización escrita para revisar los archivos del Departamento de Homicidios en el caso de los Constante y Ed Staton, con la misma carta pedí el archivo de Richard Ashton y me lo prestaron. Según Ingrid Dunn, le tallaron la esvástica con un bisturí número 11 de hoja triangular y punta afilada. Es muy común y fácil de obtener, se usa para cortes de precisión y ángulos rectos. La esvástica estaba tan bien dibujada, que posiblemente el autor usó una plantilla.
—Yo no vi nada de eso en la prensa —dijo sir Edmond Paddington.
—El inspector retuvo la información, es un as en la manga, puede servir para identificar al asesino y no conviene divulgarlo todavía. Al levantar el cuerpo no vieron la esvástica, porque Ashton estaba con camiseta, camisa y cárdigan; la descubrieron al desvestirlo en el depósito de cadáveres.
—¿No tenía sangre en la ropa? —preguntó Esmeralda.
—El corte era relativamente superficial y lo hicieron un buen rato después de la muerte. Los cadáveres no sangran.
—¿Dónde exactamente hicieron la esvástica?
—En la foto se ve arriba, sobre el esternón —dijo Amanda.
—El asesino debió quitarle el cárdigan y la camisa, de otro modo no podía sacar los brazos de Ashton de la camiseta para subírsela hasta el cuello y tallar el símbolo en la parte superior del pecho. Después tuvo que vestirlo —dijo Sherlock Holmes.
—La esvástica es un mensaje —dijo Abatha.
—¿Quiénes conocían sus hábitos y sabían que Ashton dormía en el estudio? —preguntó Esmeralda.
—Sólo su mujer y el mayordomo —explicó Amanda.
—Ayani no le tallaría una esvástica a su marido, por muy muerto que estuviera —opinó Abatha.
—¿Por qué no? Pudo hacerlo para despistar. Es lo que habría hecho yo —la rebatió Esmeralda.
—Tú eres una gitana, serías capaz de cualquier cosa. Pero una dama jamás cometería un acto tan repugnante, además no tendría fuerzas para mover el cuerpo de esa forma. Tiene que haber sido el mayordomo —aseguró Paddington, fiel al carácter machista de su personaje.
Todos se echaron a reír ante la solución clásica —el mayordomo— y enseguida plantearon la posibilidad de un crimen ideológico, ya que Ashton tenía reputación de nazi. Sherlock Holmes les hizo ver el paralelismo con Jack el Destripador, que mutilaba a sus víctimas con un bisturí.
—Una de las teorías sobre el célebre asesino de Londres es que tenía conocimientos médicos —les recordó.
—Yo no especularía con eso. No se requiere ser médico para tallar un símbolo sencillo con una plantilla y un bisturí. Es muy simple, hasta una mujer puede hacerlo —dijo sir Edmond Paddington.
—No sé… me viene una imagen a la mente, es como una visión o una corazonada… Creo que los tres casos que estamos investigando están relacionados de alguna manera —dijo Abatha, que de tanto ayunar sufría alucinaciones.
Se les acababa el tiempo y Amanda cerró la sesión con instrucciones de buscar posibles conexiones entre los casos, como había sugerido Abatha. Tal vez no se trataba de un simple baño de sangre, como había predicho Celeste Roko, sino de algo bastante más interesante: un asesino en serie.