Epílogo

Sábado, 25 de agosto de 2012

Amanda Martín convocó por última vez a los participantes de Ripper para dar por terminado el juego y despedirse. Al cabo de dos días ella estaría en el MIT, dedicada de lleno a reconquistar a Bradley y en sus ratos libres a estudiar; no tendría tiempo para juegos de rol.

—Ayer fui con Kabel a dejar a mi mamá en el aeropuerto. Se fue a Afganistán a tratar de encontrar a dos niños en una aldea —dijo la maestra del juego.

—¿Para qué? —preguntó Esmeralda.

—Tiene que cumplir una promesa que le hizo a Ryan Miller. No sabe los nombres de los niños ni de la aldea, sólo sabe que está cerca de la frontera con Pakistán, pero cuenta con la ayuda de un grupo de navy seals que fueron compañeros de Ryan.

—Entonces los encontrará —aseguró el coronel Paddington, para quien los navy seals eran semidioses.

—Esos niños están esperando a Ryan Miller desde hace seis años —dijo Abatha.

—¿Cómo sabes? ¿Puedes leerles el pensamiento? —preguntó Esmeralda.

—No lo he intentado. Lo sé porque la maestra nos contó su historia. Ustedes tienen mala memoria —replicó la psíquica.

—Mi mamá sueña con Ryan casi todas las noches. Está más enamorada ahora que cuando él estaba vivo, ¿verdad Kabel? —dijo Amanda.

—Cierto. Indiana ya no es la misma persona. Creo que nunca se va a reponer de la muerte de Alan Keller, Ryan Miller y todo el horror que vivió en Winehaven. Y yo nunca me perdonaré por lo ocurrido, podríamos haberlo evitado —dijo el abuelo.

—Yo tampoco me perdonaré. Si le hubiera avisado a mi papá un poco antes, Ryan estaría vivo. La policía llegó diez minutos tarde. ¡Sólo diez minutos! —exclamó Amanda.

—El navy seal alcanzó a salvar a tu madre y murió como un héroe. Decidió correr riesgos innecesarios y no aceptó ayuda de nadie. Tal vez deseaba morir —sugirió Sherlock Holmes.

—¡No! Ryan quería vivir, quería casarse con mi mamá, quería volver a ver a los niños de Afganistán. ¡No tenía ninguna gana de morir! —le aseguró Amanda.

—¿Qué va a pasar con el perro cuando te vayas al MIT? —le preguntó Esmeralda.

—Yo me quedaré con él —intervino el abuelo—. Atila nos tolera a Salve-el-Atún y a mí, pero ése es otro a quien le va a costar mucho reponerse. Se queda inmóvil por horas, con la vista fija en la pared, parece embalsamado.

—También está de duelo. El espíritu del soldado no puede irse, porque Indiana y Atila lo retienen aquí, tienen que soltarlo —aseguró Abatha.

—Puede ser que cuando mi mamá cumpla la promesa pendiente, Ryan se despida de nosotros y siga su viaje —aventuró Amanda.

—¿Volveremos a jugar a Ripper algún día? —preguntó Esmeralda.

—Podríamos reunirnos en las vacaciones de invierno —propuso sir Edmond Paddington.

—A menos que antes de eso tengamos algo espeluznante que investigar —agregó Sherlock Holmes.

—Y entretanto Kabel va a escribir nuestra historia: la novela de Ripper —se despidió la maestra del juego.