El árbol debe
venir sano desde la raíz
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Poco antes de estallar la revolución de 1895 en Cuba, Juan Gualberto Gómez, delegado del Partido Revolucionario Cubano en La Habana, participó a Martí haber recibido para la causa una gruesa suma, proveniente de un secuestro realizado por el bandolero Manuel García. Preguntaba si debía girarla a Benjamín Guerra, tesorero del Partido.
—Devuelva, devuelva usted inmediatamente ese dinero criminalmente adquirido —le ordenó Martí—. Con sumas de tal origen no se va a la honra: el Partido quiere que llegue su bandera a los combates sin ninguna mancha: para los que preparamos la guerra, para Gómez y para mí, los bandoleros sólo son criminales, y el dinero que de ellos venga, infama. El árbol debe venir sano desde la raíz.
Y Juan Gualberto Gómez, obedeciendo las órdenes de Martí, devolvió el dinero.