Amarga lección
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La nochebuena de 1887 Martí está cenando en casa de Miguel Fernández Ledesma, en Nueva York. Durante la cena se presenta un grupo de cubanos pidiendo dinero para un pobre tabaquero que se encuentra agonizando.

Fernández les da dinero, y Martí quiere hacerlo también, pero ya sus últimos centavos han aliviado a otros exilados aquella noche. Los hombres se marchan. Martí, preocupado, insiste en ir a ver al enfermo, y lo acompaña Fernández. Cuando llegan a la dirección que se les había dado, en vez de un moribundo encuentran una alegre fiesta.

Fernández increpa a los presentes, diciéndoles que, ahora, cuando un verdadero necesitado venga a pedir ayuda, se le negará. Y al salir del cuarto le dice a Martí, con asco incontenible:

—¡Qué bajeza!

Pero el Maestro le contesta con filosófica bondad:

—¡No se queje, Miguel! ¡Bien vale los diez pesos que usted les ha dado a estos desdichados la lección que hemos recibido! ¡Qué lección! ¡Hay que levantar a esos hermanos, para hacer de ellos hombres dignos que sientan la necesidad de ayudarnos a libertar a la patria!