Avaro del
tiempo
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Martí era de una actividad incansable, no tenía nunca un instante de reposo, y aprovechaba cada momento libre, cuando no estaba entregado a su labor de revolucionario, escritor o periodista, para devorar cuanto libro o escrito se encontraba a su alcance.
Encontrándose un día en casa del Dr. Ramón L. Miranda dándose un baño, le pidió al sobrino de éste, Luis Rodolfo Miranda, que le trajese un libro de la biblioteca. Al llegar el joven a la puerta, le indicó que entrara. Al notar el muchacho que Martí ya estaba leyendo un libro en la bañadera, le dijo asombrado:
—¡Hasta en el baño, Martí!
Y el Maestro le contestó, mientras tomaba el otro libro entre las manos:
—Soy avaro del tiempo.