Es mi
equipaje
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Cuando Federico Henríquez y Carvajal acompañó a Martí al cuarto del hotel en que se hospedaba en la ciudad de Santo Domingo, en 1892, le llamó la atención ver que el cubano sólo poseía una maleta de cuero, no muy grande, y bastante resentida por el uso. Al notarlo, Martí le dijo sonriendo, y en voz baja:
—Es mi equipaje.
Y tan modesto como la maleta, era su contenido, consistente en una muda de repuesto, algunos cuellos, calcetines, pañuelos, y otros efectos personales.