El espíritu de
Agramonte
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Hablando doña Ángela del Castillo de Fernández con Martí, en Nueva York, sobre la muerte de Ignacio Agramonte, le informó que conservaba en unos pomitos cabellos del Bayardo camagüeyano y tierra de Jimaguayú, lugar donde cayó por la independencia de Cuba.
Al enseñarle las reliquias, Martí se puso de pie, y, con el rostro transfigurado y más pálido que de costumbre, apretaba los pomitos como si sintiera en su corazón la caída del héroe.
Mientras, los ojos se le habían llenado de lágrimas.