La herida
abierta
6
Durante la primera deportación de Martí a España, se encontraron con él, en Madrid, dos estudiantes de Medicina, el cubano Manuel Fraga y el puertorriqueño Manuel Zeno Gandía.
Cuando Gandía, presentado por Fraga, fue a darle la mano a Martí, éste le dijo:
—Un momento... Como usted no me conoce, es preciso que sepa usted antes si un hombre ultrajado, que no ha tomado todavía venganza de las injurias sufridas, es digno de que se le estreche la mano. Quiero que aprecie por sí mismo las injurias.
Y, abriéndose en un portal la chaqueta, le enseñó la espalda cruzada de cicatrices del látigo colonial, mientras sus ojos encendidos chispeaban de mal contenida indignación ante el recuerdo de su calvario y el de tantos otros cubanos.