Una ladera de montaña
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Hallándose Martí en La Habana, después del Pacto del Zanjón, trabajando en el bufete de Miguel Viondi, un empleado del abogado, un hombre sencillo y bueno, pero sin gran cultura, comentó en tono irreverente que el Dr. José Antonio Cortina disertaría aquella noche en el Liceo de Guanabacoa sobre “un inglés” que pretendía demostrar que el hombre descendía del mono.

Una explosión de risas recibieron sus palabras. Sólo Martí calló, para exclamar luego, lleno de indignación, dejando al empleado estupefacto por el tono airado de su voz:

—Ese “inglés” de quien usted habla se llama Carlos Darwin, y su frente es la ladera de una montaña.